Como ya he comentado en muchas ocasiones, resulta mucho más barato leer en francés o en inglés que en español. Inexplicablemente para mí, no encuentro ediciones baratas y dignas de los clásicos de la tierra, lo que me lleva a beber de otras fuentes, en este caso, de la colección Folio 2 (2 euros), de la editorial Gallimard.
Iba por un pasillo de la librería cuando me detuve a ver qué ofrecían esta vez. Ya había comprado antes, de esa misma colección, una nouvelle de Saint-Exupèry, y las Cartas de Madame de Sevigné. Como ya saben quienes me leen habitualmente, adoro la literatura dieciochesca, y esta vez encontré y no pude resistirme a las Trois nouvelles (1795) de Madame de Staël, una dama importantísima desde varios puntos de vista: histórico, político, literario y psicológico, en la Francia de la última mitad del siglo XVIII. Se decía que había tres grandes potencias en la Europa de su tiempo: Gran Bretaña, Rusia y... Mme de Staël. Su vida es interesantísima, y como personaje, aparece en los roman à clef de uno de sus amantes, el genial Benjamin Constant, uno de los cuales ya he reseñado aquí.
Las obritas vienen con un prefacio muy útil y muy breve, en el que se explica la trayectoria literaria de la autora y su importancia en la vida y las letras francesas. Sus temas más comprometidos son la diferencia tanto en raza como en género; le preocupa el tema de la esclavitud, y esencialmente, el de la negritud, y el papel de la mujer en la sociedad, todo ello adobado con un incipiente Romanticismo que desarrolla de una forma muy personal, anticipándose a sus colegas masculinos. La suya es una obra de transición entre el Siglo de las Luces y el Romanticismo, escrita por una mujer que no dejó nunca de ser considerada una outsider en la Francia de su época.
En la edición que nos ocupa. aparece el breve prefacio de la propia autora, en el que indica que las nouvelles fueron escritas cuando ella todavía no cumplía los 20 años. Este dato aclara sin duda el aire entre romántico y soñador que ha imprimido a sus tres cuentos, en el que son las heroínas quienes llevan el papel protagonista. También es evidente la influencia de la Nueva Eloísa de Rousseau, a quien Madame de Staèl admiraba profundamente y a quien dedicó su primera publicación.
La primera nouvelle, Mirza ou Lettre d’un voyageur, es un cuento amoroso, en el que dos protagonistas negros, considerados ’salvajes’ por los franceses, muestran la grandeza de sus almas y también sus flaquezas, iguales a las de los ’blancos y cultos europeos’. La figura de la mujer, Mirza, se engrandece en el sacrificio por amor. De Staël desarrolla una historia sin duda convencional, si no fuera por la raza de los protagonistas, lo que la convierte en un relato audaz para su tiempo. Muestra en ella la crueldad de la esclavitud impuesta bajo el supuesto de que ’esos seres’ no son humanos, no son sensibles, no se rompe ninguna ley esclavizándolos. Teoría que ha legitimado, desde el siglo XVI, todos los abusos cometidos por las potencias europeas sobre las naciones sometidas. Tema que, por cierto, y por desgracia, no ha perdido actualidad. Sobre este tema tan interesante volveré en un próximo post.
La segunda nouvelle, Adèlaïde et Theodore, es un estudio psicológico con un fondo romántico. Como las novelas autobiográficas de Benjamin Constant, la característica neurótica del amor exacerbado se observa en la forma de actuar del hombre. Theodore es un ser hipersensible, que lleva una herida de amor anterior a su enamoramiento por Adelaïde, de ahí su vacilación a la hora de expresarle su amor. Los celos son su tortura, pero no es un celoso violento sino introspectivo, de modo que los celos le torturan a él silenciosamente. De este modo, incapaz de verbalizar sus (injustificadas) sospechas, los celos le matan, literalmente. Muerte que él ha previsto o presentido desde el principio de la relación, y que en realidad (si nos ponemos psicoanalíticos), ha buscado.
"Je suis jaloux, susceptible même; il n’y a pas de bonheur pour moi, si le plus léger nuage l’obscurcit; et mon imagination est si sombre, qu’un prétexte suffit pour me plonger dans le désespoir. La plupart des hommes sont occupés de la fortune ou de la célébrité; moi je ne serai jamais malheureux que par une seule cause; toutes mes forces sont rassemblés dans mon coeur; c’ est là que je puis vivre ou mourir (...) L’amour n’est jamais ramené par des reproches, et mon âme est trop délicate et trop fière pour s’y livrer, mais j’en mourrais..." (p.53).
("Soy celoso, susceptible, incluso; no hay felicidad para mí si la nube más ligera lo oscurece; y mi imaginación es tan sombría, que un pretexto basta para que yo me hunda en la desesperación. La inmensa mayoría de los hombres se ocupan de la fortuna o de la gloria; yo jamás seré desdichado sino por una sola causa; todas mis fuerzas están concentradas en mi corazón; es allí que puedo vivir o morir (...) El amor jamás vuelve cuando hay reproches, y mi alma es demasiado delicada y demasiado orgullosa para entregarse a eso, pero moriría por eso...")*
Theodore es el héroe romántico por excelencia, centra todo en el sentimiento, en el corazón. Por oposición a los demás hombres, morirá a causa de esta excepcional condición.
En cierto modo, se puede relacionar (al menos, a mí me lo parece) esta nouvelle con La princesa de Clèves de Mme de LaFayette, reseñada hace ya tiempo aquí.
Ambas historias convierten al celoso silencioso (e injusto) en víctima mortal de su propia obsesión. Y es curioso observar que en tiempos pasados esta muerte inducida por los sentimientos sea aceptada como verosímil por los lectores de esas épocas. Nosotros, en cambio, sabemos que el dolor no mata, como se lamenta Heathcliff después de la muerte de Cathy.
Adélaïde, por su parte, se siente tan agobiada por el remordimiento que muere también, poco después de dar a luz al hijo póstumo de Theodore. En esta nouvelle encontramos otro personaje importante: la figura de la madre superprotectora. Theodore es el centro de la vida de la condesa de Rostain, quien trata injustamente a su nuera y contribuye, creyendo que las sospechas de su hijo son ciertas, a la muerte (por decisión) de Adelaïde.
En la estructura novelística de los personajes de Madame de Staël siempre hay una consejera virtuosa, pero no fanática; una mujer de mundo que acoge a la protagonista de la obra y le sirve de guía y de mentora. En esta nouvelle también tenemos una, Mme d’Orfeuil. Es en los consejos que esta mentora da a Adelaïde que (creo) que encontramos al alter ego de la autora. A través de su consejos y sentencias, pienso que escuchamos el ideario femenino de esta gran mujer, o al menos, lo que ella quisiera mostrar como su ideal femenino.
Encuentro que en esta nouvelle coexisten los mundos romántico y el ilustrado. Romántico en la historia, ilustrado en la manera de contarla y en la visión (crítica) que se ofrece sobre los males que pueden conllevar los sentimientos demasiado exaltados. Aquí tenemos una historia de mutuo amor que podría haber sido feliz y que es una tragedia.
En la tercera nouvelle tenemos la historia de una jovencísima Pauline, huérfana rica y hermosa que vive en Santo Domingo, que se casa a los 13 años con un hombre mucho mayor que ella y que enseguida se ve perdida, ya que no tiene a nadie, en las redes de un malvado ( pienso que Oscar Wilde conocía esta novela de Mme de Staël porque no puede ser que el Lord Henry Wotton que pervierte a Dorian Gray sea tan parecido a Meltin por pura coincidencia): Meltin, también mucho mayor que ella, aunque no tanto como el ausente marido, la empuja primero a los brazos de un amante joven (nuevamente llamado Theodore), a quien, una vez consumado el adulterio, él mismo propone partir para Francia con la intención de convertirse él mismo en el segundo amante de Pauline, cosa que consigue fácilmente en cuanto el muchacho escribe a Pauline una carta llena de frialdad y desapego.
La historia, que parece tan similar a otras que narran la cáida en el pecado de una jovencita, se complica y termina siendo una historia ejemplar. No sin la ayuda de una mujer excepcional, piadosa, sabia y prudente: de nuevo la mentora, que en esta historia se llama Mme de Verseuil.
Las tres novelas cortas son a la vez liberales y románticas, y sobre todo, son novelas que muestran con gran detalle los intersticios psicológicos de unos personajes que, si bien no logran ser ellos mismos completamente (la presencia de la narradora es abrumadora en las tres), sí consiguen expresar lo que ésta está intentando transmitirnos sin ser excesivamente panfletarias, planas o deterministas. El hecho de que notemos una fuerte presencia ideológica en las obras no las descalifica. Recordemos, por ejemplo, las novelas de tesis de Galdós, o las nivolas de Unamuno; obviamente, las de Jane Austen, incluso más presente como narradora que Mme de Staël o Mme de LaFayette.
Toda persona que ame la literatura francesa debe tomar muy en cuenta a Mme de Staël; si no es posible leerla en francés, pues en traducciones, aunque su obra narrativa no está traducida, sólo lo están sus ensayos.
Madame de Staël, Trois nouvelles, Folio-Gallimard (Col. Femmes de lettres, ed. Martine Reid, Barcelona, 2009.**
*La traducción libre es mía, pido perdón por los fallos.
**No es un error, la edición está impresa en Barcelona, como otras de Folio-Gallimard.