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Rolando Villazón en el Gran Teatre del Liceu

 

En enero de 2008, el tenor mexicano Rolando Villazón pisó de nuevo el escenario del Gran Teatro del Liceu en Barcelona. Fue un concierto que no podremos olvidar. El Liceu ha prohijado a Villazón. La entrega del cantante (en esa y otras ocasiones) y de su público me recordó de inmediato la conexión única que se establecía  con la Caballé, en illo tempore. Rolando es, como algunos cantantes del pasado, un ser carismático, que va más allá de su arte para comunicar emociones. No es sólo un tenor. Es un artista. Y un artista que va más allá de arte va hacia el centro del ser. Del suyo y del de los otros. Eso explica que a pesar de sus problemas vocales (dos operaciones, dos largas interrupciones en su carrera, muchas cancelaciones), cuando se anunció que volvería a cantar en Barcelona, se agotaron las entradas. Al segundo día de salir a la venta ya no quedaba ninguna buena. Rolando vuelve en abril de 2011 y tiene el Liceu vendido enterito desde, por lo menos, el 15 de julio. 

Resulta curioso y sintomático observar que ni Violeta Urmana, ni el gran contratenor Andreas Scholl ni el tenor ’de moda’ Jonas Kaufmann hayan conseguido la misma respuesta del público. Invita a reflexionar. Sobretodo lo de Kaufmann, que canta en octubre de este año y todavía tiene por vender más de la mitad de las entradas. Me resulta misterioso observar que nadie, por los pagos de los blogs de ópera, se haya parado a analizar este dato: es más, que este dato haya sido conscientemente silenciado. Villazón está en crisis vocal, Kaufmann está en su apogeo. Así pues, ¿cómo se explica que el mexicano haya conseguido el lleno en julio para su concierto de abril de 2011 y el alemán no haya vendido ni la mitad del aforo para el suyo de octubre de este mismo año?

Villazón tiene tantos detractores, tantos son los que parece que esperan con morbosidad o cierto deleite malsano que fracase, que resulta confortante ver que sigue teniendo el mismo gancho que en sus mejores momentos. Y esto se explica porque Villazón es más que un tenor, más que un cantante, como he dicho arriba. Es un alma que sale de sí misma para entregar su arte y en ese acto se empeña él mismo. El riesgo que corre al entregarlo no es un esfuerzo vano ni le sale gratis al artista. En esa entrega va implícita la pérdida de algo de sí mismo que habla a los otros. Esa entrega consigue decir algo de ellos a esos que escuchan, algo que no saben, que intuyen, algo que él probablemente tampoco sepa, pero que da. Algo silenciado pero presente, algo misterioso, pero concreto, existente. En esa comunicación entre artista y público, algo muy hondo se da y algo se transmuta en quienes le escuchan. Ese algo que nos da el artista con mayúsculas es una revelación para el que lo recibe: es humanidad, lucha, fracaso, dolor, alegría melancólica, y es indecible.

La emoción estética requiere una entrega por parte de quien la propone y por parte de quien está decidido a recibirla. La unión entre el artista y el público es una especie de unión mística que surge de la percepción y no del análisis. La música, entre todas las artes, es la más abstracta, la más mística de todas. Es la que es anterior a la palabra, la que está por encima de ella. Por eso cabe en ella la más grande emoción. Quignard* nos dice que la rotundidad de la emoción que la música nos ofrece es sólo comparable a la de aquel nadador de Paestum que se sumerge en las aguas para morir, abandonándose completamente, sin reservas, a las aguas. La música no es la nota musical: es el agua. Lo insondable que espera al nadador suicida.

Villazón es ese nadador. Y por eso, porque su Arte se encara con la muerte, se sumerge en el abismo, se entrega del todo: por eso su Liceu está lleno desde el 15 de julio, y el de los otros, no. 

 

 

* "La musique commence par murmurer à la oreille de celui qui l’aime et qui s’approche du chant qui l’enveloppe, où il consent à perdre son identité et son langage: Souvenez-vous, un jour, jadis, on a perdu ce qu’on aimait. Souvenez-vous qu’un jour vous avez tout perdu de tout ce qui était aimé. Souvenez-vous qu’il est infiniment triste de perdre ce qu’on aime". (Pascal Quignar, Boutès, p. 79).

 


5 comentarios

Gabriela -

¡Qué bueno que te gustó, Fer, y qué bueno que se note que fue escrita con el alma, jeje!
Abrazos.

Gabriela Zayas De Lille -

Gracias, Fer. Me alegra que te haya gustado.
Abrazos.

El 18 de agosto de 2010 00:25, Blogia <
arteyliteratura.2010081701....@email.blogia.net









































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Fernando Giucich -

Una crónica escrita con el alma. Buenísima!!! Abrazos.

Gabriela -

Un poema muy bien traído, Teresa. 'Inocencia desnuda', dice Salinas. Es la imagen perfecta de 'eso' que se siente latir, indefinible, en la entrega de Rolando.
Abrazos.

teresa -

Precioso post dedicado a Rolando, Gabriela. Me ha resultado curioso volver a ver el video que yo misma hice, hace casi dos años. No recordaba esa frase que puse al final, y que sigue totalmente vigente: "El Liceu és casa teva, Rolando". El próximo 3 de abril volveremos a demostrarlo, él en el escenario, su público delante.

Respecto a tu bella metáfora del nadador, me ha recordado enseguida uno de mis poemas preferidos de Pedro Salinas que, aunque en femenino, habla de una figura que nada contra la oscuridad. Como tu blog es también de literatura, me atrevo a ponerlo, aunque ocupe mucho espacio.

Nadadora de noche, nadadora
entre olas y tinieblas.
Brazos blancos hundiéndose, naciendo,
con su ritmo
regido por designios ignorados,
avanzas
contra la doble resistencia sorda
de oscuridad y mar, de mundo oscuro.
Al naufragar el día,
tú, pasajera
de travesías por abril y mayo,
te quisiste salvar, te estás salvando,
de la resignación, no de la muerte.
Si te rompen las olas, desbravadas,
hecho su asombro espuma,
arrepentidas ya de su milicia,
cuando tú les ofreces, como un pacto,
tu fuerte pecho virgen.
Se te rompen
las densas ondas anchas de la noche
contra ese afán de claridad que buscas,
brazada por brazada, y que levanta
un espumar altísimo en el cielo;
espumas de luceros, sí, de estrellas,
que te salpica el rostro
con un tumulto de constelaciones,
de mundos. Desafía
mares de siglos, siglos de tinieblas,
tu inocencia desnuda.
Y el rítmico ejercicio de tu cuerpo
soporta, empuja, salva
mucho más que tu carne. Así tu triunfo
tu fin será, y al cabo, traspasadas
el mar, la noche, las conformidades,
del otro lado ya del mundo negro,
en la playa del día que alborea,
morirás en la aurora que ganaste.

Pedro Salinas (La voz a ti debida)