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Claude Chabrol ( I ), Madame Bovary (1991)

 

 

No me gustan las necrológicas de artistas. Los artistas no mueren nunca del todo, y este tópico es de una realidad apabullante. Chabrol ha dejado en herencia dos docenas de títulos indispensables para entender nuestro mundo y nuestra psicología. Ha sido capaz de retratar, no sólo a la pequeña burguesía de la provincia francesa, sino a todos nosotros. 

De mi particular panteón de los cineastas franceses, he comentado aquí películas de Maurice Pialat y de François Truffaut. También amo al Rohmer íntimo y colorista, así como al Patrice Leconte preciosista y romántico.

Recalaré esta semana en algunas películas de Chabrol, como pequeño homenaje al cineasta recientemente desaparecido. Comenzaré por su Madame Bovary de 1991.

La musa que ilumina muchas de sus obras (Isabelle Huppert),  no es como las de Truffaut (Isabelle Adjani o Fanny Ardant), una mujer de belleza o de presencia extraordinaria, no: Huppert es pecosa, pequeña, físicamente casi insignificante. Pero desde su aparición en aquella gloriosa película de Claude Goretta, La encajera, Huppert ha tenido y tiene y sostiene el cetro del cine francés (con permiso de Jeanne Moreau, claro está). La mirada de Huppert lo dice todo. Y su sumisión a los directores que la usan como vehículo de sus historias es total, tal como ella misma cuenta refiriéndose a Haeneke. Ella, dice, hace todo lo que ellos le piden. Y le piden, ni más ni menos que encarne a los personajes; literalmente, que los haga carne, que los viva con total naturalidad para que podamos comprenderlos. Y ella lo hace, así de fácil: coser y cantar. Madre mía, qué actriz. Y ahí nos encontramos con un pedazo de realidad desnuda, de la que no podemos apartar la vista. Me encanta la paradoja de que el cine, el cine que es un arte (es decir, un artificio), nos revele la verdad. Nos diga lo que ocultamos, lo que no queremos ver. Cruda o sutil, ahí está la verdad, o al menos una verdad que no podemos eludir: en el celuloide.

Cuando Flaubert escribió su Madame Bovary, por la que fue llevado a los tribunales, declaró que no era él el creador de semejante adúltera y suicida, sino la sociedad francesa de provincias con su mezquindad y su hipocresía. Recordemos que después, el autor fue declarado inocente. La sociedad, representada por los jueces, asumía así su culpa, su mezquindad, su hipocresía asesina. La obra ha sido llevada al cine muchas veces, pero sólo Chabrol ha sabido desentrañar la verdad profunda de todo cuanto acontece en esa obra, en esa vida. Su Bovary es la crónica de esa sociedad hipócrita, mezquina, aburrida y sexista, que lleva a esa quijotesca mujer a su perdición. Como la Isidora Rufete de Galdós (La desheredada es una obra inexplicablemente olvidada por los cineastas españoles), Emma Bovary sueña a través de la literatura romántica con otra vida. Una vida de pasiones y de ascensión social. Y convierte su vida, no en una gran novela romántica, sino en un folletín que transcurre entre engaños, empeños y vejaciones hasta su suicidio. La obra de Flaubert no es un folletín, por supuesto, pero sí lo es la vida de Emma que, engañada por su imaginación, intenta primero con el pobre Charles, luego con León y finalmente con Rodolphe, salir de la mediocridad que la rodea, vivir el gran amor, la gran ascensión, sólo para probar el amargo sabor del fracaso repetido hasta llegar a la destrucción de todos sus sueños, materiales e inmateriales.

Chabrol nos entrega a su Emma en un retrato integral, y con su pincel realista nos entrega, asimismo, el hastío que la domina, la rebeldía que la sustenta, la esperanza que la lleva adelante, el dolor y el miedo que la desesperan. Y el entorno de Emma se devela ante nuestros ojos en las interminables horas de su frustrada historia.

En la literatura y en el cine es muy difícil casar lo individual con lo colectivo. Flaubert y su intérprete, Claude Chabrol, lo consiguen en esta obra.

 

Madame Bovary (Francia, 1991), Dirección y guión: Claude Chabrol sobre la novela homónima de Gustave Flaubert; Música, Mathieu Chabrol; Fotografía, Jean Rabien; Vestuario, Corinne Jorry;  Reparto: Isabelle Huppert, Jean-François Balmer, Christophe Malavoy, Lucas Belvaux, Jean Yanne, Christianne Milazzoli, Thomas Chabrol.

7 comentarios

Luis -

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Antonio Borges -

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Fair -

Visión fatalista la de Flaubert, por cierto. Interesante texto ,toma ya

salutes

Gabriela -

Oui, Fer!!!
:))

fgiucich -

Una pelìcula inolvidable y un justo homenaje. Abrazos.

Gabriela -

Gracias por leerme, Elisa, yo creo que la peli no te decepcionará.
Saludos.

Elisa -

Qué buena reseña, Gabriela, he leído la novela, pero no he visto la película y tu texto me ha despertado el apetito. Tener tan buen gusto como tú tienes y ser capaz de transmitirlo así es un auténtico don. Gracias.