Contradictio in terminus (La historia de Felicitas Guerrero)
Resulta por lo menos sarcástico llamarse Felicitas y ser muy desdichada. De desdicha trata la historia de esta mujer argentina, nacida de una familia bien de Barracas, Buenos Aires, Felicitas Guerrero (1846-1872). Enamorada de Enrique Ocampo (lejano ascendiente de Victoria y Silvina), y casada a la fuerza a los 16 años con un hombre que tenía por lo menos 40 años más que ella y que mantenía ya una familia (secreta, por supuesto) en Río Grande con cuatro hijos, cuyas edades superaban con mucho la de su adolescente esposa, Felicitas no conoció la felicidad.
Hoy en día estas historias de matrimonios de conveniencia arreglados por los padres en las que se unía a una niña y a un viejo nos parecen muy lejanas. Históricamente, sin embargo, esto sucedió apenas ayer.
A pesar de su resistencia, Felicitas obedeció y se casó con Martín de Álzuaga, uno de los hombres más ricos de su tiempo, estanciero, con quien tuvo dos hijos, muertos en la infancia.
Diez años después del matrimonio, Martín murió, dejándola heredera de una inmensa fortuna y de una cantidad de haciendas. Así fue como la joven Felicitas se convirtió en administradora de sus bienes, y cómo se vio de nuevo lanzada a la ruleta rusa de encontrar nuevo marido, ya que a pesar de estar demostrando que era una mujer de cabeza bien firme, se suponía, se supuso, que necesitaba a un hombre (otra vez), para controlar la fortuna y las propiedades. Enrique Ocampo volvió a aparecer en su vida, pero tempus fugit, la ahora rica viuda no lo vio como lo había visto antes, ni lo eligió, como lo habría elegido antes. Enrique había cambiado, ella también, y libremente, Felicitas quiso casarse esta vez con otro estanciero, Samuel Sáenz Valiente.
Enrique no supo aceptar esta decisión de Felicitas, como antes los otros hombres de su vida tampoco quisieron aceptar sus decisiones.
Es curioso comprobar en esta historia el papel de todos los hombres de su vida: su padre, que la obligó a casarse apenas llegada a la adolescencia con un hombre que le repugnaba; Martín de Álzuaga, que escogió como esposa a una niña menor que todos sus hijos; Enrique, que no supo aceptar su negativa y la mató, disparándole por la espalda para evitar "que fuera de otro": triste concepción de la mujer como objeto que se posee y que es tan contemporánea todavía. Nos queda Samuel, que sinceramente enamorado de la hermosa y rica viuda, a saber cómo habría reaccionado una vez casado con ella. Todos negaron a Felicitas la capacidad de decidir sobre su propia vida, de cometer sus propios errores, de conseguir sus propias victorias.
Y ella se sometió.
La historia se ha convertido en leyenda. Los padres erigieron un templo en honor de su hija muerta. Otra ironía, ya que en el origen de la tragedia estuvo su decisión de casarla con un hombre al que no amaba. En Buenos Aires se cuenta que el fantasma de Felicitas aparece cada año y recorre las capillas de su templo.
Con alguna licencia sobre la verdadera historia, Teresa Constantini relata el drama con realismo, pero sin inspiración. De todos modos, la película es interesante, puesto que el sujeto lo es. Los actores, estupendos.
Felicitas Guerrero, Dir: Teresa Constantini, Reparto: Sabrina Garciarena, Gonzalo Heredia, Antonella Costa, Luis Brandoni, Alejandro Awada, Ana Celentano. (Argentina, 2009).
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Fernando Giucich -
Fernando Giucich -
Gabriela -
Fernando Giucich -