Pascal Quignard, Lycophron et Zétès (2010)
Hace ya unos meses apareció en la colección Poésie de Gallimard el último volumen de la serie Dernier Royaume de Pascal Quignard. Como en otras ocasiones, el volumen se compone de dos partes bien diferenciadas. En primer lugar, la traducción del poema alejandrino de Lycophron, Alexandra, que desarrolla la trágica historia de Casandra, profetisa condenada a no ser creída, condenada a decir la verdad, pero en vano; traducción que Quignard emprendió cuando sólo tenía 19 años. Poema oscuro y misterioso, cuyos versos ocuparon los días y las noches del joven Quignard. Luego viene la segunda parte, la de Zétès, fragmentos poéticos y ensayísticos a la manera inconfundible del autor, en la que recuenta o cuenta sobre sí mismo, sobre su relación con la palabra, con los amigos y mentores que estuvieron detrás de la traducción (Paul Celan, Klossowski, entre muchos otros), y con su propia máscara: el heterónimo Zétès. Esta segunda parte se subdivide en ocho pequeños tratados heterogéneos, pero siempre coherentes con el autor y su ritmo, con su tono y su voz.
El poema comienza con un palabra griega que quiere decir: Diré. Y sobre ello, Quignard expresa lo que hay en esta palabra, lo que significa, lo que anuncia, a lo que llama.
El poema viene acompañado del prefacio de 1971 (año de la primera edición de la traducción), y de un postfacio de 2009. Quignard nos cuenta aquí cómo este libro fue escrito sobre una mesa llena de diccionarios heredados de su bisabuelo y de su abuelo. Yo también heredé un Bailly de mi abuelo, que regalé a mi hijo, también dedicado a la literatura griega, como Quignard.
Quignard en el postfacio vuelve a su tema preferido: anorexia y palabra. Y cómo se puede vivir "24 horas sobre 24" en el mundo de los muertos, de las lenguas muertas, de las palabras. Y cómo se puede sentir que la vida es menos vida que ese mundo intangible de las palabras. Mundo de oscuridad y desesperación, mundo de misterio y de dolor, pero decible, mientras que el dolor real, el mundo real es indecible por naturaleza. Y por tanto, inescrutable.
En la segunda parte, Zétès (como Boutès, otro argonauta), se convierte en el personaje principal de la reflexión redundante, siempre circular de Quignard. La segunda parte trata así, del silencio, del anuncio de la mudez, de la máscara, de la persona y habla también de la traducción, de qué significa estar en varias lenguas buscando lo indecible.
Los lectores de Quignard buscamos también saltar, como Boutés o volar como Zétès, hundirnos o tomar vuelo en ese mundo de palabras que hablan anunciando el silencio, la noche que nos precede, el Antaño. El mundo del grito inarticulado, anterior al lenguaje.
Dice Quignard: "Écrire constitue un second parler muet seul capable d’accéder au dire plus vivant.
Écrire déstérilise la parole collective, souffrante, désirriguée, familiale, abstraite, séche. Courante, dans le discurs courant, la langue courante court les rues, s’étiole, se délave, s’assèche, se recroqueville, tombe. Elle tombe sur l’asphalte, ou sur le goudron, ou sur les pavés, aussi sèche, aussi pulvérulente, aussi siccative et fragile qu’une fuille morte..." (p. 147).
La traducción es la tela de araña que construye el traductor para ocultarse y defenderse. Es la piel de ciervo en la que se envuelve para cambiar su olor y su aspecto, para no ser reconocido o devorado: es el antifaz de Perseo. Quignard escuchó, dice, la voz del poema de Lycophron como si fuera la suya propia, como la de un ser antiguo que lo habitó durante un año entero durante 24 horas al día: un poema que le dio la voz que le pertenecía, y a cuya sombra escribió durante los años 1972 a 1979, poemas propios bajo el seudónimo de Zétès, que en griego quiere decir el que busca. Y esta voz es la del castillo interior.
El libro de Zétès está formado por la traducción que hizo Quignard de esos fragmentos atribuidos a otro ¿Se traduce a sí mismo o a otro que lo habitó? No es la primera vez. Quignard se ha ocultado también en Albucius* o tras la matrona romana Apronenia Avitia**.
Esos fragmentos ¿son un ensayo o son poesía? Gallimard los ha editado en su colección Poésie... Quignard el inclasificable.
"Toda traducción es una cabaña de Sainte Colombe, construida bajo una morera, a la que no toca el sol". (p. 149)
Leerlo constituye un viaje peligroso como el de los argonautas, lleno de impresiones indelebles, de historias conocidas o desconocidas. De personajes que reconocemos, de alusiones autobiográficas , de autocitas y sobre todo, de verdad.
"Casandra dice la verdad, mas en vano.
No es la falsedad la que hace el corazón de la literatura, sino la verdad, mas en vano". (p. 162)
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Como todo verdadero amor, el amor a Quignard exige mucho. No fácilmente se van pasando las páginas de sus libros ¿Es la fidelidad del pensamiento la más larga de todas? ¿Es absoluta? Persiste la sensación escalofriante de estar abriendo un alma. Y también la certidumbre de que en el fondo de esa alma hay un espejo: la imagen reflejada es la mía.
Pascal Quignard, Lycophron et Zétès, (Col. Poésie), Gallimard, Paris, 2010.
*Pascal Quignard, Albucius, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2010. (la edición francesa es de 1990, ed. Gallimard).
**Pascal Quignard, Las tablillas de boj de Apronenia Avitia, Espasa-Calpe, Madrid, 2003.
2 comentarios
Gabriela -
Muchos abrazos y muchas gracias por tus siempre gratas visitas.
Fernando Giucich -