Una novela rusa de Emmanuel Carrère
Antes de leer esta obra, sólo había leído otra de este autor francés, El adversario, reseñada en este blog hace un tiempo. No se le puede negar a Carrère la capacidad de transmitir el horror. Por lo que él mismo cuenta en esta obra autobiográfica, el horror y la locura han estado siempre detrás de su necesidad de escribir. Como todos sabemos, la ficción autobiográfica es un oxymoron cuya vigencia nos trae reminiscencias muy antiguas. Creer o no en la "veracidad" de lo narrado viene a ser un subtópico metaliterario en el que no voy a entrar. Ficción o verdad, lo que se narra tiene que tener carne y sangre. Y esta obra las tiene.
Hay un entrecruzamiento de historias, así como de puntos de vista. Las principales son tres: la desaparición de un soldado húngaro tras la Segunda Guerra Mundial, recluido durante 53 años en un psiquiátrico ruso es la que sirve como punto de partida de toda la narración, puesto que lleva a Carrère a Rusia varias veces. Su familia proviene de ahí, de Georgia, y el ruso para Carrère es a la vez una lengua perdida y una conquista que a lo largo de la novela se revelará imposible.
Como en un cuento infantil terrorífico, esas tres veces, esos tres viajes, marcan la introducción a una sociedad desconocida en un pueblo miserable, perdido de Rusia, el desarrollo de esa relación en el segundo viaje, y finalmente, el desenlace, que no es otro que un crimen: el de una mujer joven y su hijito y un misterio: el de su asesino. Estos viajes lo llevan a contar y a intentar desvelar la verdad de un secreto: la desaparición de su abuelo materno, también ruso. Secreto que ha devastado a la familia entera durante tres generaciones y que atormenta al escritor-personaje. La tercera historia es la de la crisis de su relación amorosa con Sophie, su amante de entonces; de todas, ésta es la más doliente, puesto que en ella, Carrère se muestra en toda su fealdad interior: como un ser manipulador, celoso, posesivo, sexista y clasista, que atormenta hasta lo indecible y destruye a su pareja, al tiempo que se destruye a sí mismo.
Son historias complejas perfectamente contadas. El tono es sincero y cruel. No hay concesiones. El lector o la lectora a ratos quisiera soltar el libro, lleno de dolor, maldad, soledad y miseria, pero no puede. Y en eso la obra es profundamente rusa, profundamente dostoievskiana, e incluso, nabokoviana.
Lo intelectual queda concientemente fuera de este libro egocéntrico, desnudo de toda racionalidad.
En medio de la desolación no hay esperanza. Gran libro. Peligroso y letal.
Un triunfo del Carrère escritor, que no comparte el hombre, si todo lo que cuenta es en verdad, verdad.
Emmanuel Carrère, Una novela rusa, Anagrama, Barcelona, 2008 (Trad. de Jaime Zulaika).
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