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El coronel Chabert, un hombre que murió dos veces

El coronel Chabert, un hombre que murió dos veces

Balzac describió en esta nouvelle la tragedia de un hombre que tuvo que morir dos veces. Una, en Eylau, en una carga del victorioso ejército de Napoleón y otra en la época de la Restauración, cuando su esposa le niega y le pide que vuelva a desaparecer entre las sombras.

El coronel Jacint Chabert es uno de los héroes napoleónicos y es dado por muerto erróneamente en esa singular batalla. Herido en la cabeza y enterrado en una fosa común, sale de ella sin saber cómo, y tarda diez largos años en volver a París. Enfermo, depauperado y casi loco, Chabert envía cartas a su esposa, pero ésta ha contraído ventajoso matrimonio, ha multiplicado la herencia recibida tras la ’muerte’ de Chabert y no desea saber nada de éste.

Solamente un hombre es capaz de escuchar al muerto vivo: el procurador Derville. Ellos, hombres de honor, deben enfrentarse en desigual batalla contra la ambición, la avaricia y la frialdad de la condesa (primero condesa Chabert y después condesa Férraud), que con uñas y dientes, como una hiena, defenderá su matrimonio con su segundo esposo, que ansía el nombramiento de Par del reino en el nuevo régimen. Con él defiende su ascensión social, su familia y su estatus.

Ningún escritor ha tenido, como Balzac, la fuerza dramática para contar esta historia cortante como el filo de un sable. Batalla moral en la que Chabert triunfa a pesar de perderlo todo: amor, fama, razón, salud, posición, nombre. 

La obra fue llevada al cine por Yves Angelo (fotografo de Tous les matins du monde), con Gérard Depardieu, Fanny Ardant, André Dussollier y Fabrice Luchini en los papeles principales (Francia ,1994). La peli cambia ligeramente el final de la nouvelle, concediendo a Chabert una justa revancha, orquestada por el procurador. Sin embargo, pienso que este final, en cierto modo más justo y más sentimental, quita fuerza y horror a lo que plantea Balzac en una obra en la que el tema es precisamente la radical injusticia de la vida y la terrible maldad de muchos seres humanos capaces de mezquindades y traiciones tan humanas como deplorables.

 Chabert le dice a su esposa - a la que, sin embargo, ama-, en una escena clave de la novela: "Doy gracias al azar que nos ha separado". 

August Strindberg escribió una vez que tras leer por diez años la obra de Balzac, salía convertido en otro hombre. No hay duda de ello. Balzac es una forma de vida.

"En estos momentos, corazón, fibras, nervios, fisonomía, alma y cuerpo, todo,hasta los poros, se estremecen. La vida parece no ser ya nuestra; se sale de nuestro ser, se comunica como un contagio y se transmite con la mirada, con el acento de la voz, con el gesto, imponiendo nuestra voluntad á los demás. El veterano se estremeció al oír aquella primera palabra, aquel primero, aquel terrible: «¡Señor!» Pero es que también dicha palabra encerraba un reproche, un ruego, un perdón, una esperanza, una desesperación, una interrogación, una respuesta."

Honoré de Balzac, El coronel Chabert, ed. Valdemar, Madrid, 1996. (Traducción de Mauro Fernández Alonso).

 

 

 

 

 

Philippe Claudel: Almas grises y La nieta del señor Linh

Philippe Claudel: Almas grises y La nieta del señor Linh

Llevo semanas queriendo ver la peli de Philippe Claudel, Hace mucho que te quiero, porque me interesa el cine francés y porque me gusta mucho Kristin Scott-Thomas, a pesar de que reconozco que no es una Duse, ni siquiera una Judi Dench. He visto otras cosas por puro azar, como Hellboy II, el ejército dorado (qué grande es Guillermo del Toro, y que universo el suyo tan lleno de barroca y tremenda belleza) y Dejad de quererme (un drama previsible pero no por ello menos atractivo). En fin, que no he podido ver la peli de Claudel, y en cambio, he leído dos de sus novelas. Y aquí es cuando la cosa se pone buena.

 

Comencé por La nieta del señor Linh porque es más breve, aunque es posterior a Almas grises. Se trata de una nouvelle cuyo terreno es la metáfora. No hay lugares concretos o más bien dicho, reconocibles o nombrados de los que proceden los personajes o a los que se dirigen, y en los que se asientan para después, morir. Pero podemos pensar que el señor Linh procede de aquel lugar llamado Indochina, que padeció bajo el colonialismo francés hasta que llego el otro gran Imperio y emprendió aquella guerra espantosa cuya memoria parece que yace en la zona cero del World Trade Center. Guerras injustas (si hubiera guerras justas) e ilegales, en las que el Imperio de vez en cuando se mete para sacar mucho dinero, sin importarle las víctimas. (Debo aclarar que este rollo no se deprende en absoluto del libro de Claudel: es enteramente de mi cosecha). Sigo: el anciano señor Linh puede que desembarque en Francia, aunque no sabemos muy bien dónde, entre otras cosas porque él no sabe dónde, donde está. Llega (adondequiera que sea),  con su exigua carga: una nieta que es todo lo que le queda de su país. Niña callada y paciente, que nunca llora ni pide nada, pero que le acompaña en sus soledades, en su desconcierto.

Linh no entiende la lengua en la que le hablan los otros, no sabe dónde se encuentra ni qué hacer en ese sitio, excepto recordar. Su aislamiento no se ve paliado por el hecho de que convive con otras familias que proceden, como él, de ese territorio devastado que les ha obligado a huir. La soledad de Linh, la mudez de su pena sólo podrá ser comprendida o compartida por otro ser igualmente solo y aislado: un jubilado que ha perdido a sus esposa y que carece de un ancla en esta vida. Sin comprenderse lingüísticamente, Linh y Bark se hablan, se acompañan en el banco, en los paseos, en la taberna. Para ellos, el único asidero en este mundo es el otro, y el puente que une esas dos soledades es la niña: la nieta de Linh, a quien el señor Bark ha traído un regalo: un lindo vestidito, como de fiesta.

La nouvelle, como todas las obras delicadas y hermosas ( y tristes), dice mucho más que lo que escrito por Claudel. El discurso no contiene todo lo que dice el autor. Va mucho más allá. La nieta del señor Linh es una miniatura delicada y trémula, emocionante. Lo que una vez fue fuerza es hoy vulnerabilidad y sin embargo alguien, algún día, inesperadamente, puede ser que entienda lo que se oculta en ese reducto del ser que es lo más íntimo nuestro y que no puede ser dicho nunca, a nadie: lo perdido. El silencio de la pequeña es una metáfora de eso que se fue, quién sabe cuándo ni cómo, dejándonos con la vida que nos queda después del naufragio.


Premio Renaudot, Finalista del premio de los Libreros franceses y de la revista Lire en 2003, Almas grises es más compleja estructuralmente, que La nieta..., pero su tema es similar: trata de lo perdido. Y la muerte, también, es una omnipresencia. El narrador es un participante: un policía que nos narrará (aparentemente), un ’caso’ mal resuelto o no resuelto: el del asesinato de una hermosa niña de 10 años en un pueblo de la provincia francesa, en tiempos de la Primera Guerra Mundial.

La atmósfera del libro me recuerda poderosamente las películas de Chabrol. Estamos en esa provincia francesa, aparentemente segura y confiada, aparentemente sana y respetable, en la que lo más espantoso crece, larvado, a la vista de todos, pero oculto a la vez, hasta que estalla.

La delicadeza del trazo de Claudel persiste. Pero hay aquí algo muy venenoso, muy perverso, a la vez que sutil. La malicia. La soledad de la joven y hermosa maestra, enamorada de un muchacho que está en el frente y la soledad del viudo que accede a alquilarle aquella casita...

Los personajes, con sus meandros interiores y sus tristezas, con sus melancólicos silencios, me retrotraen (es le problema de ser tan vieja, que una cosa te lleva a otra), a aquella Mouchette del gran Bresson que ahora han reeditado en DVD y que es tan hermosa como terrible). Esa atmósfera, también terrible de la novela de Claudel, trasciende lo policial del ’caso’, y también lo psicológico, para llevarnos a dar un paseo por las almas. En efecto: almas grises, tristes, sucias a veces, de los habitantes del pueblo francés que sirve de escenario (en el sentido francés del término -el guión- y en el sentido español de la palabra), y nos inunda de melancolía, a la vez que concebimos su historia como posible, como verosímil, como real. Qué terrible carga la nuestra: lo humano, qué cosa insondable y dolorosa.

 

Philippe Claudel, La nieta del Señor Linh, ed. Salamandra, Barcelona, 2008 (7ª ed.), Traducción de José Antonio Soriano Marco.

                                 Almas Grises, ed. Salamandra, Barcelona, 2005 (traducción de José Antonio Soriano Marco.

 

 

 

 

 

Mal de escuela, de Daniel Pennac

Mal de escuela, de Daniel Pennac

Hace unos días, mientras iba a la panadería, me crucé con tres cicistas. Uno de ellos se detuvo y pude reconocer a un ex-alumno, Nos saludamos y al detenerse también el padre y el hermano, fui presentada con estas palabras: " Es Gabriela, mi antigua profesora de castellano". El padre me dio la mano mientras me decía -¡Muchas felicidades! Le pregunté ¿Por qué, felicidades? --Porque, a pesar de que le hizo usted trabajar mucho, mi hijo la tiene en un gran concepto.

Tener en gran concepto al otro: los profesores a alumnos; los alumnos a profesores. Saber que quien te enseña está de tu lado, "aunque te haga trabajar mucho". Qué alegrías da esta profesión. No cambiaría estas alegrías por todo el oro del mundo.

El libro de Pennac nos habla de esto: de la alegría de enseñar y de aprender. De salir del pozo, de ser rescatado de la nada por alguien, en un momento dado. De que alguien rescata al que todos parecen condenar. Hay una evolución, hay un cambio, hay una salida, hay un disfrute. Más allá de los obstáculos, de los problemas, de los dolores, de las luchas contra la ignorancia o contra la propia torpeza hay un lugar donde misteriosamente, el milagro ocurre. Y es este milagro el que nos relata Pennac, a veces en primera persona (él fue uno de los "salvados"), otras en tercera. 

¿Y cuál es el secreto de esta profesión? Mirar. Mirar a los ojos del otro, saber ver la persona, no el estereotipo, no la máscara. Saber mirar y estirar la mano. Hablar mirando a los ojos. Exigir, entonces. Sacar del pozo. Finalmente, amar. De una manera no sentimentaloide, sino de verdad. Ser feliz en ese trabajo. Comprender su incomparable nobleza. Estar orgulloso/a, de mí, de ti, de mis chicos, de mis chicas. Yo ilumino sus vidas con el conocimiento, con el placer de aprender: pero ellos también iluminan la mía. Estamos en paz: nos lo debemos todo. 

Es el mensaje de Pennac. Optimista, realista. El de uno que está en el ajo. Qué cansada estaba de oír, leer y ver tantas opiniones de gente que nada tiene que ver con la escuela. Gracias, Pennac, no das lecciones. Cada uno sabe su cuento. Gracias por contarme el tuyo. Yo también creo en esto. Y mis chicos/as me lo confirman: esto funciona si uno quiere que funcione. Estamos en el mismo barco. Y hay mar, y hay puerto, aunque tengamos que atravesar las tempestades.

 

Daniel Pennac, Mal de escuela, Mondadori, Barcelona, 2008 (Traducción de  Manuel Serrat Crespo). Premio Renaudot (Francia), 2007.

 

 

 

Boutès, de Pascal Quignard

Boutès, de Pascal Quignard

El último libro de Quignard, Boutès, me ha llegado por correo hace unas dos semanas. Desde entonces, entro y salgo de sus páginas. Estoy dentro y fuera. Me aíslo en él y en él, nado. Me zambullo, como el protagonista, en su mar.

El último libro de Quignard tiene su origen en un libro muy anterior, Terraza en Roma (Terrasse à Rome), reeditado recientemente en español por Espasa-Calpe (2008, aunque originalmente salió en Gallimard, 2000). Aquí leemos: Aristóteles de Estagira: ’ Al igual que el nadador que se zambulle desde lo alto de una roca no puede dener su impulso antes de hundirse en el agua, el hombre iracundo no puede detener su furia’. ( p. 79).

Boutès trata de la música y de un hombre que se zambulle, sin temor, para escuchar la música prohibida de las sirenas. Boutès  (o Butes, según lo llaman en español), es el argonauta que salta del barco en busca de esos sonidos que llevan a la muerte. De esa música pre-civilizada emitida por los seres con cabeza de pájaro y senos de mujer, para luchar contra los cuales, Ulises se hace atar al mástil. Boutès es el poeta, es el impulsivo, es el que se zambulle para morir, ahogado en la espuma de Afrodita.

Anecdóticamente, el libro cuenta, entre otras muchas historias la de Orfeo, quien toca su música para acallar la de las Sirenas y así escapar de su fantasmagórico hechizo, de su condena a muerte. De entre todos los remeros sólo Boutès, desoye a Orfeo y se lanza en busca de esa música sirenaria, sin importarle la muerte que le espera. Pero el libro también cuenta historias antiguas de Alcibiades, de Catón, de Apolonio de Rodas, de Safo, de Licofrón, de Séneca... Y al final, una pequeña, delicada confesión biográfica. Aunque toda la obra de Quignard no es más que esa música antigua y esa lengua antigua, aprendidas preconscientemente de los antepasados músicos, de los antepasados filólogos.

Como siempre en Quignard, es el lenguaje el que nos lleva a ese mundo sonoro, musical, lírico y al mismo tiempo espantoso y apocalíptico que es el dominio de lo prelinguístico. Misterio y sombra de lo que tal vez somos pero no conoceremos porque no tenemos las palabras para decirlo. Pero tenemos el ritmo y en él no nos dormimos:vivimos y soñamos, aprendemos, valsamos. Nadamos, nos zambullimos, dejamos de ser, por un momento, nos elevamos. 

No sé cuándo será posible leer este libro hermoso y terrible de Quignard en español. Yo me adentro en sus páginas armada de todos mis instrumentos y antenas. Yo también, como Boutès, me zambullo. Al leer una y otra vez cómo salta Boutès del barco, salto también, con él, como el nadador de Paestum. Me tiro sobre la tierra vacía como el hombre muerto de Lascaux, me adentro en el vacío que me separa del agua que me lleva a las sirenas con los clavadistas de la Quebrada.

 Y una vez más me dejo llevar por el subir y bajar de las olas del ritmo de esta prosa que amo por encima de cualquier otra. Asciendo y desciendo. Me empapo de sus riitmos, a ratos lacónico:

* "¿Qué tiene el valor de entregarse totalmente al mundo de la tristeza? La música". (p.20).

* "¿Qué es la música? La danza.

O ¿qué es la danza? El deseo de elevarse de una manera inaprensible.

Me acerco al secreto.

¿Qué es la música originaria? El deseo de tirarse al agua." (p.26). 

* "Qué alma no vuela en pleno día? ¿Quién está muerto?¿Quién come? ¿Quién canta? ¿Quién es el invitado en este mundo? ¿Quién acoge? Quién parte?" (p. 44).

 

A ratos desbocado, imparable, Quignard inunda de palabras esta silenciosa lectura. Llama a mis sentidos y a mis recuerdos prenatales, prelingüísticos, musicales, abismales, acuáticos y sombríos.

"La musique commence par murmurer à la oreille de celui qui l’aime et qui s’approche du chant qui l’enveloppe, où il consent à perdre son identité et son langage: Souvenez-vous, un jour, jadis, on a perdu ce qu’on aimait. Souvenez-vous qu’un jour vous avez tout perdu de tout ce qui était aimé. Souvenez-vous qu’il est infiniment triste de perdre ce qu’on aime". (p. 79).

 El libro está primorosamente editado.

 

 

Pascal Quignard, Boutès, Galilée, Paris, 2008. 88 p. 

 

(La traducción de estos fragmentos es mía). La imagen es la del ’Nadador’ de Paestum.

 

 

 

Homenaje a Alejandro Aura

Homenaje a Alejandro Aura

Sueño

Sueño

Anoche soñé que estaba atrapada en la fuente de Diana Cazadora (que está en la ciudad de México, mi ciudad). No llegó a ser un sueño angustioso pero sí fue kafkiano.
Se aceptan interpretaciones.

:-)


El amante del volcán, de Susan Sontag

Cuando yo era una adolescente sesentayochera, admiré profundamente a Susan Sontag. Hoy, varias décadas después, me gusta redescubrirla y me complace observar que la Sontag merecía ser uno de mis iconos.
Cuando un libro como éste cae en mis manos, pienso en la verdadera esencia de la literatura. Lenguaje y Pensamiento, pero también Pasión, Belleza. La emoción no es más que un derivado. Esto es lo que produce un libro como éste.

La historia de Emma Hamilton y de Lord Nelson es, como toda historia amorosa, un lugar común de sentimientos, encuentros y desencuentros, separaciones y dolor. La muerte de uno de los amantes y la decadencia del superviviente pueden estar hundidos en la vulgaridad más absoluta o ser elevados a las alturas de, digamos, un Romeo y Julieta shakespiriano. En realidad la historia, la formulación narrativa pueden llegar a ser perfectamente irrelevantes. Lo que eleva todo esto es el estilo y el estilo es, señores y señoras, una cosa que uno no sabría definir pero que sabe percibir perfectamente.

En la historia de Emma y Nelson hay otros personajes. Y éstos han sido casi siempre secundarios: Sir William Hamilton, que en la novela de Sontag es llamado El Cavaliere, Charles, su sobrino y primer amor de Emma. Catherine, la primera esposa del Cavaliere o Frances, la esposa de Nelson. Pero también el rey la reina de Nápoles, Tolo, el guía que acompaña a Hamilton en sus ascensiones al Vesubio, o Jack, el mono que adopta el coleccionista.

Sontag divide su libro en cuatro partes, en las que el personaje principal, a pesar de todo, es el Cavaliere, y en el que el paisaje principal es, sin duda, el Vesubio.

En la primera parte, El Cavaliere y Catherine (su primera esposa), presiden la acción y la emoción: un amor no dicho, silenciado (casi diría secreto), precisamente porque es un amor conyugal (¡y entre dos ingleses!), interrumpido inoportunamente por la muerte de la dama. El Cavaliere conoce entonces el amargo sabor de una soledad antes anhelada y ahora temida. Catherine habría conocido la ternura y la admiración gracias a otro de los sobrinos de él: William Beckford, un homosexual que cae fascinado a los pies de la mujer madura, de la extraordinaria compositora y ejecutante, de la sensible madonna de 42 años. El muchacho vuelve a Inglaterra (¿He dicho ya que toda la historia inicial transcurre en Nápoles, donde Hamilton es embajador de su Graciosa Majestad Jorge III? No, no lo he dicho, pensando que todos los que me leéis habéis visto la película de Vivien Leigh y Laurence Olivier y estáis en antecedentes de la historia: perdonadme).

Toda esta primera parte de la obra de Sontag es indispensable y es profunda y es poco narrativa y muy psicológica y descriptiva. En suma: es pura literatura, puro lenguaje y pensamiento. Una parte que me ha llenado de satisfacción. El Cavaliere es un coleccionista de arte: ésa es su pasión; sus colecciones y la belleza de sus objetos llenan su vida y llenan las páginas de Sontag. Una narradora visible, que comenta desde su momento histórico los avatares de la vida de este hombre, explorador, coleccionista, científico... tan alejado del Nueva York de Sontag de finales del siglo XX, y sin embargo, elegido por ella como sujeto de su propia exploración por quién sabe qué mecanismos. El primer libro termina cuando El Cavaliere, tras largos años de soledad y viudez, recibe en su casa a la antigua amante de su sobrino Charles: Emma. la belleza de 21 años que va a cambiar su vida (y la de Nelson, más adelante).

El proceso de aprendizaje de Emma en Nápoles, al lado del Cavaliere, conmueve y emociona. Es la historia mil veces repetida de Pigmalión y Galatea, pero ella es entusiasta: no lo hace por obligación. Emma amará a William y querrá agradarlo, sí, pero sentirá sinceramente que ama el saber, las lenguas que aprenderá, los cantos, la música, la danza, la literatura, la poesía....

En la segunda parte de la obra asistimos al encuentro de los tres personajes: el Cavaliere, Emma y Nelson. Impresionado por su belleza, y tras varios encuentros y habiendo pasado bastantes años desde el primero, el almirante se enamora de la bella, no tanto por su belleza como por su ternura, al mismo tiempo que se siente muy ligado al Cavaliere. Los tres forman una alianza feliz, un trío de personas excepcionalmente unidas por la admiración y el afecto. En esta segunda parte Sontag, sin soltar el discurso reflexivo sobre la naturaleza del coleccionista : el Cavaliere colecciona obras de arte, incluida Emma; Emma colecciona cualidades y conocimientos, ya que su humilde origen y escasa instrucción la llevan a desear la sabiduría y Nelson, glorias y heroicidades). Es una historia extraña, el gran escándalo del XVIII. Una historia de amor y también de lealtad (ya que no de fidelidad) entre tres seres excepcionales.

Pero también se nos cuenta la historia del siglo XVIII, de la Revolución Francesa y de su influencia sobre la política mediterránea y más concretamente, sobre el papel que Nápoles jugó en esa guerra; trata sobre Napoleón y Nelson, sobre Francia e Inglaterra luchando por el predominio marítimo y político. Un siglo tan rico en acontecimientos como extraño, contradictorio, cuna de nuestra modernidad.

La tercera y cuarta parte vienen narradas por los propios protagonistas en primera persona: el Cavaliere y Catherine, la madre de Emma, la propia Emma y la revolucionaria napolitana Eleonora Fonseca.
El cambiante punto de vista sobre las cosas, sobre los hechos, agrega una riqueza al relato que al fin queda convertido en un estroboscopio.

La sociedad nunca estuvo a la altura de esta historia ni de estos personajes. Todo amor es un insulto para ella, y éste no fue una excepción.

La belleza, la inteligencia, el valor, la erudición, la cultura: los tres protagonistas reunían todas estas cualidades. Cuando Hamilton murió, Emma tenía a Nelson. Pero cuando Nelson murió, Emma quedó a merced de un destino de decadencia, alcohol, pobreza y olvido. Y sin embargo, el legado es grande. La obra pictórica inspirada por ella, la literatura generada...No, no fue en vano. Esta mujer, nos dice Sontag, no sólo se limitó a sacar partido de su belleza, también aprendió, fue inteligente, participó en política, creó sus cuadros dramáticos (sus "Actitudes"). No sólo fue una modelo excepcional, fue una coautora de sus representaciones. Y fue cálida, cariñosa, amorosa y leal.

Sontag no degrada la historia al puro romanticismo, no. La enuncia en toda su complejidad y riqueza. La sitúa en el momento histórico, en el lugar. El Vesubio, que preside toda la primera parte es una metáfora que trasciende toda la novela y la recorre: el volcán que arroja fuego y lava tras extraños periodos de aparente serenidad. La belleza del lenguaje o la crudeza. Sontag está allí y no se oculta. Investiga y muestra todo el terror de la revolución en Nápoles y todo el terror de la represión de esa revolución, así como el papel que en ella tuvieron la reina, Nelson, Hamilton y Emma.

Del mismo modo que me gustan las películas lentas, debo admitir que me gustan también estas historias con muchas facetas, con misterios que se desvelan muy lentamente, con personajes que no entregan del todo sus secretos, con narradores que van y vienen, atentos a su quehacer, descorriendo el velo poquito a poco, apenas, atendiendo cuidadosamente a las palabras, pero sin descuidar los ademanes, a veces muy reservados, de los personajes, ahí, en el escenario. Entonces yo me dejo llevar, yo salgo de mí tal como dice Quignard: abandono mi cuerpo y mi tiempo y mi circunstancia, y me introduzco, fascinada, en el libro.

Además, la edición es realmente bonita para lo que estamos acostumbrados en libros de bolsillo, con bellas ilustraciones y tapas y contratapas doradas.

Susan Sontag, El amante del volcán, ed. Punto de lectura-Biblioteca de Bolsillo, 2000 (traducción de Marta Pesarrodona).

Aunque completamente distinta de esta novela, la película de Alexander Korda, "That Hamilton woman", con Vivien Leigh y Laurence Olivier, es muy recomendable. Ella está maravillosa.



Calamaro cantó en BCN 03/09/08

Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster

Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster

El 2 de septiembre, primer día de su distribución, recogí en mi librería (Celler de Llibres), mi ejemplar de la última novela de Paul Auster. Desafortunadamente, esta vez me parece que el neoyorquino no ha conseguido trascender las palabras para crear un mundo (o dos, ya que son dos las historias que se nos cuentan).

Ya nos había dejado una vez una historia abandonada y a su personaje encerrado en un bunker (en Brooklyn Follies), y con esa misma frivolidad, el soñador de historias de Un hombre en la oscuridad abandona a su suerte a Brick. Eso no está bien. Los personajes no son muñecos que sin más ni más se abandonan cuando al novelista o al soñador les da la gana. Eso sólo puede hacerse si uno no cree en su fábula, y si uno no cree en su fábula ¿para que plasmarla? ¿para que escribir? Eso es jugar con el lector de mala manera y el lector (o en este caso, la lectora), se cabrea. No vengas a mí inventando una historia sin consecuencias: no tengo tiempo para esto. Si quieres que me entregue a tu literatura, chaval, empéñate hasta el fondo en ella, pero no me marees con jueguecitos que no van más allá de una historieta prescindible que además se acaba cuando te aburres, sin razón y sin sentimiento.

Finalmente, la historia ’marco’, por así decirlo, es decir, la historia del soñador-creador de la historia burdamente conclusa de Brick, es vulgar y corriente. No toco carne alguna aquí, no late ningún corazón por ningún lado: no me viven entre los brazos ni August, ni Sonia, ni Katya, ni Miriam.

Me sabe mal decirlo, pero creo que Auster no debió dar esta novela a la imprenta. Simplemente, no vale lo que cuesta.


Paul Auster, Un hombre en la oscuridad, ed. Anagrama, Barcelona, 2008. (Traducción de Benito Gómez Ibáñez).

La Praga de Kafka, de Klaus Wagenbach

La Praga de Kafka, de Klaus Wagenbach



Wagenbach es uno de los mejores especialistas en Kafka y en este minúsculo librito condensa ( y muy bien), lo que sabe, para que podamos emprender un periplo por la ciudad a la que estuvo tan ligado el extraordinario señor K. El librito se divide en varias partes. Como introducción, una historia breve de lo que fue la que hoy día es capital checa: su cosmopolitismo, sus nacionalismos, su división entre germanos y checos, sus contradicciones; una biografía mínima pero exhaustiva de Kafka, punteada con fragmentos de su obra, especialmente de la Carta al Padre en la que hace hincapié en las frustradas expectativas paternas sobre su futuro. En otro capítulo, Wagenbach nos habla de las casas en las que residió Kafka, y en cuáles escribió qué cosas. Los periodos de calma o de ruido que alejaban o llamaban a las musas, y nos cuenta si aún se hallan en pie o ya han sido demolidas. Cuándo, con quién, cómo fueron alquiladas. Las casas de los escritores, siempre conmovedoras: en ellas laten los esfuerzos de la creación. Otro capítulo está destinado a describir e ilustrar las escuelas primaria, secundaria, la universidad...así como los lugares en que trabajó Franz Kafka: Las Assicurazioni Generali, La Academia Mercantil, la Mutua de Seguros y Accidentes Laborales...Wagenbach nos introduce en los sentimientos de terror o de tedio que presidían sus días en esos lugares amenazantes en los que el joven Kafka iba desmenuzando las propiedades y características del Gran Destructor. Finalmente, en esta guía de la Praga de Kafka, Wagenbach nos describe itinerarios afines, placenteros o utilitarios, que ocuparon a Kafka y que podemos seguir en nuestra visita a la ciudad.

Se trata de un pequeño volumen muy ilustrativo para viajar in mente o realmente a la Praga de Kafka. Trae mapas, ilustraciones de la época y una preciosa selección de textos.

Klaus Wagenbach, La Praga de Kafka , Guía de viajes y de lectura, ed. Península, Barcelona, 2008, Col. Quinteto. Traducción de Javier Orduña.



Una lectora nada común, de Alan Bennett

Una lectora nada común, de Alan Bennett

En la literatura en lengua inglesa es muy común la sátira. Un subgénero que entre nosotros no es muy popular. Alan Bennett nos deleita con esta nouvelle encantadora, en donde la carga satírica y crítica de la obra apunta al punto de flotación de un mundo (el nuestro), regido por personas cuya cultura es casi igual a cero, y cuya curiosidad intelectual deja mucho que desear. También trata, como muchos han señalado, de la propiedad subversiva y destructora de la literatura, puesto que nada escapa a su análisis y todo análisis desmonta tópicos, desmonta medias verdades, desmonta convenciones absurdas y va fulminando y haciendo explotar nuestras falacias vestidas de pura apariencia, vacías, en realidad, de sustancia, especialmente de sustancia gris. Bennett también se ríe del fetichismo literario: los autores no se parecen a sus obras: son tremendamente aburridos...

La reina Isabel II de Inglaterra, por accidente, entra en una humilde biblioteca móvil que se estaciona todos los miércoles al lado del palacio. Al principio recelosa, poco a poco le va cogiendo el gusto a la lectura. Ha participado como actuante en muchos de los acontecimientos más importantes del siglo XX, pero nunca ha analizado ninguno. Ha conocido a los hombres y mujeres más significativos de ese siglo, pero no les ha dicho nada que no haya sido neutralizado y tamizado por el protocolo. Tampoco ha escuchado de ellos nada que no fuese pactado previamente. Más todavía, en sus muchas reuniones con gente del pueblo, no ha intercambiado más que frases hechas sobre el tiempo, las cosechas o las particularidades de la zona. Nunca ha tenido hobbies. No debe mostrar preferencias. No debe decir nada que pueda ofender a otros. Es una reina y a la vez una secuestrada. El protocolo lo preside todo, y la viste con un traje transparente tras el cual no se adivina nunca su cuerpo desnudo. Mucho menos, su mente.

La obrita se lee de un tirón y dice más de lo que parece. Diversión, deleite y reflexión: un buen cocktail.


Alan Bennett, Una lectora nada común, ed. Anagrama, Barcelona, 2008 (2ª ed). Traducción de Jaime Zulaika.




Evelyn Waugh, Retorno a Brideshead

Evelyn Waugh, Retorno a Brideshead

Estaría descubriendo el Mediterráneo si comienzo esta reseñita diciendo que Retorno a Brideshead es una de las novelas más importantes de la postguerra. Compleja, fascinante, profunda, decadente y bellamente escrita, Retorno a Brideshead nos habla de un mundo cuando este mundo está ya desapareciendo, barrido por la destrucción, la guerra, la indiferencia y el vacío.

Sería difícil determinar de qué trata Retorno a Brideshead. Algunos hablarían del tema de la religión, puesto que se narra la vida de un puñado de católicos ingleses cuya estirpe se pierde en la noche de los tiempos y cuyo telón de fondo es, precisamente, la residencia que aparece en el título. Las nociones de culpa y de pecado penden, omnipresentes, en todas y cada una de las acciones de todos (de lord y lady Marchmain y sus cuatro hijos: Brideshead, Juia, Sebastian y Cordelia Flyte) y tiñen sombríamente la muerte del padre, lord Marchmain, quien se apartó de la religión para vivir su vida en Venecia, acompañado de su amante, Cara.

Pero también trata de la historia de dos amores: los que Charles Ryder, narrador y personaje principal de esta obra coral, siente en dos etapas de su vida por los dos hermanos Flyte, Sebastian y Julia. EL primero es el amor adolescente, un poco gamberro, solitario, romántico, excluyente, un amor que se aparta de la sociedad y que se vive entre borracheras y travesuras escolares en Oxford, Londres, Venecia y Brideshead. El amor de Charles y Sebastian es un amor de fulgor, en el que se adivina la tragedia del eterno insatisfecho que es Sebastian, que jamás logra encontrar un sentido a su vida, y que termina sus días, según sabemos después, como hermano lego en un lejano monasterio en el norte de África. Sebastian es un ángel caído, pero siempre un ángel. Un ser bueno, al que el alcohol no logra desprender de su aura.

Charles nos lleva, con sus memorias (pues el libro todo no es más que un largo flashback proyectado hacia su pasado), hasta Julia Flyte , un amor de madurez. Sorprende la frialdad que existe entre Charles y su esposa tras dos años de estancia del ahora pintor en América Latina. En el trasatlántico que los transporta a Inglaterra, Charles reencuentra a Julia, también casada infelizmente. Surge un amor que durará dos años. Intenso, total. Y roto por la culpa, por el pecado católico. Tal vez por la misma vida, que huye, pasa, y se lleva todo por delante.

No es casual que la reminiscencia de Charles concluya con el regreso de lord Marchmain a su casa natal. Se cierra un ciclo que nunca volverá a abrirse. El esplendor de Brideshead no volverá a brillar. La casa quedará desierta hasta que la ocupen los ejércitos ingleses en la reserva y Charles vuelva a ese lugar, Brideshead, y nos narre la extraordinaria historia de sus habitantes. Los Flyte se habían dispersado ya: todo acaba. Todas esas vidas finalizan o transcurren con un fracaso estrepitoso, una soledad inexpugnable, un dolor sordo, bien guardado, una muerte.

Qué novela, qué historia, qué personajes, qué escenarios, qué lenguaje. Lo exquisito no excluye lo grandioso. Si no la habéis leído, os la recomiendo como lectura indispensable.

P.D.

Por cierto que esta obra fue llevada a la televisión en 1981 -y es una de esas series míticas de la BBC-, con Jeremy Irons, Anthony Andrews, Diana Quick, Laurence Olivier, John Gielgud y otros grandes actores, en once capítulos. No es baladí. La televisión es la única que puede llevar a buen puerto la traslación a la pantalla de grandes obras cómo ésta. En dos horas, una película, por excelente que sea, no puede dar cuenta de la complejidad narrativa de novelas así. Os dejo una muestra de lo que fue la serie con este documental conmemorativo (Primera parte de cinco):


Evelyn Waugh, Retorno a Brideshead, ed. Tusquets, Barcelona, 2005 (5ª ed). Traducción de Caroline Phipps. Bonita edición y nada cara (menos de ocho euros).


Anna Gavalda: escritura curativa

Anna Gavalda: escritura curativa


A veces leo lentamente y otras veces, devoro. Debo confesar que he devorado las dos novelas de Gavalda que han caído en mis manos: Juntos, nada más, y La amaba. Mi amigo Gonzalo me ha prestado ya una tercera: El consuelo, que está en lista de espera, aguardando a que termine la lectura de Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh, que tengo ahora en las manos.
Los libros sirven para muchas cosas, para evadirnos, para pensar, para entretenernos, para sufrir con ellos. Y los de Gavalda sirven para consolar. Son libros en los que los personajes, solitarios y de alguna manera, exiliados del mundo, se abren y se entregan a otros para dar, para amar (de muchas formas). Las heridas que no se consiguen curar en solitario pueden ser paliadas en compañía de otros. la hipótesis es arriesgada en un mundo como el nuestro, cínico y escéptico. pero la literatura de Gavalda no escapa por la vía fácil de la cursilería. Tal vez sea irrealista, pero es delicadamente medicinal.
La amaba es una nouvelle que consiste, básicamente, en un intercambio de confidencias secretas entre un suegro y la nuera que acaba de ser abandonada por su hijo. Un diálogo en el que se relata una experiencia: "La amaba y..."
Una estructura simple, una historia tal vez previsible, pero llena de encanto y de emoción.
En Juntos, nada más ( con la que Claude Berri hizo una película también muy hermosa, con Audrey Tatou, y ahora en DVD), Gavalda nos enfrenta a tres personajes y una ancianita: una chica anoréxica y desesperada, pero con un don, un aristócrata venido a menos, tartamudo y compasivo, un chef basto y dolorido, que se hace cargo, con la ayuda de los otros dos, de la anciana Pauline... Una historia hermosa, una estructura narrativa sencilla. Literatura de sentimientos, pero no sentimental. La recomiendo calurosamente.


Anna Gavalda, Juntos, nada más, ed. Seix-Barral, Barcelona, 2004.
La amaba, ed. Seix-Barral, Barcelona, 2007 (5ª impresión).
El consuelo, ed. Seix-Barral, Barcelona, 2008.

(Todos ellos, traducidos por Isabel González Gallarza).

Hugh Laurie vuelve con Dr House

Soy fan de Laurie desde que vi, hace años, la mítica serie Jeeves & Wooster, basada en las novelas satíricas de P.G. Wodehouse (editadas en español por Anagrama). Su compañero era el gran Stephen Fry. Ambos bordaban esos excéntricos y adorables personajes. Luego, Hugh Laurie apareció en algunos capítulos de esa otra obra maestra de las series que fue Black Adder (La víbora negra), de Rowan Atkinson. Una serie en la que satiriza magistralmente la historia de Inglaterra y en la que tuvieron papeles relevantes el ya mencionado Laurie, Miranda Richardson, Brian Cox, Stephen Fry, etc.

Su Dr. House lo ha catapultado a la fama internacional, cuando para muchos ya era evidente que Laurie es uno de los grandes comediantes de nuestro tiempo ( y un excelente músico también).
Y aunque en esta época veraniega me entretengo leyendo sobre un tipo muy gracioso que no sabe pelar una patata a los 40 años y que se confiesa Rodríguez (pero no de su mujer ¡ sino de su madre! ), me hace falta mi HOUSE.
Aquí os dejo la promo de este quinto año de existencia de la serie:


Alejandro Aura con las musas

Alejandro Aura con las musas

Alejandro Aura, poeta, actor y autor teatral mexicano se fue con las musas un día de agosto, en Madrid. Nos deja sus palabras y su poesía, que no es poco.
¡Maestro, hasta siempre!


Éste es su poema final:

DESPEDIDA

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.


El hombre del salto, de Don DeLillo

El hombre del salto, de Don DeLillo


"(...) El estrépito permanecía en el aire, el fragor del derrumbe. Esto era el mundo ahora. El humo y la ceniza venían rodando por las calles, doblando las esquinas, arremolinándose en las esquinas, sísmicas oleadas de humo, con destellos de papel de oficina, folios normales con el borde cortante, pasando en vuelo rasante, revoloteando, cosas no de este mundo en el fúnebre cobertor de la mañana..."

La obra (no sé si llamarla ’novela’), de DeLillo comienza con un mundo de súbito transformado en infierno: Keith baja las escaleras de una de las dos torres gemelas un 11 de septiembre. ve una camisa flotando en el aire chamuscado y huracanado. Una camisa que flota. Es una imagen que flotará también a todo lo largo de la obra. Igual que la figura del hombre del salto que le da nombre a la obra. Un hombre fue fotografiado mientras caía. Otro hombre, quizá superviviente del desastre, imita su caída durante meses, cayendo, con sólo la ayuda de un arnés, de los más diversos lugares, siempre repentinamente, siempre emulando, con su performance, ese minuto agónico en el que el hombre del salto verdadero huyó de una muerte de fuego y humo para enfrentarse a otra muerte inminente, cuando chocara con el suelo. Pero por un minuto, Ícaro, por un minuto ángel de luz, por un minuto grácil acróbata.

Esta obra no es un reportaje. Es un testimonio de vidas rotas, de vidas postapocalípticas pero silenciosas, vidas comunes, sin sentido, como otras vidas antes y después del 11-S. La prosa de Don DeLillo es seca, es escarpada y es hermosa. Hermosa como un desierto americano, inacabable y feroz.

Los personajes, meros muñecos: Keith, Lianne, Justin: esa familia rehecha aparentemente tras el desastre, pero en realidad desnucleada desde antes, durante y después del hecho. Nina y su amante, probable terrorista alemán en su juventud, pero ser enigmático, que abandona la escena sin explicar su porqué. La madre, el padre de Lianne, el suicidio de uno y la decadencia de la otra, otrora hermosa, inteligente mujer. El Alzheimer como dato, no sólo periférico, porque qué es el Alzheimer sino un olvido y una desmemoria, tal vez providencial, de la tragedia de la vida. Y por tanto se puede sonreír, incluso reír, y escribir, sí, escribir las memorias que se quedan como pedazos o retazos de esa camisa al viento que vio volar Keith ese día.

Historias fragmentadas, contertulios de poker, Cheng, Ramsey en su silla, abatido por al avión, muerto aunque no muerto todavía, cuando Keith intenta salvarlo. El Corán y la iglesia. los guerrilleros islámicos muertos, los mártires de sus creencias, las víctimas. Otro mundo nació o se reveló ese día. Y DeLillo no lo evoca en vano.

Un libro magnífico. Una prosa que dice tanto de nuestro tiempo como esa fotografía del hombre del salto, a la vez espanto y belleza.

Don Delillo, El hombre del salto, Barcelona, Seix-Barral, 2007 (Traducción de Ramón Buenaventura).


Amor y paciencia:mi bromelia

Amor y paciencia:mi bromelia



Hace varios años, compré esta bromelia florecida. Al cabo de un tiempo, la inflorecencia cayó y nacieron dos hijuelos. Llevo años regándolos y pensaba que no florecerían, cuando ¡oh sorpresa! hace unos días vi que asomaban tímidamente unas plumitas rosas. La hija de la bromelia ha florecido (y falta la otra).

Estoy muy contenta.

Felices los normales, de Roberto Fernández Retamar

Felices los normales, de Roberto Fernández Retamar


De chica, leí este poema en una antología creo que de Gabriel Zaid, y me enganché a la poesía del poeta cubano Roberto Fernández Retamar. Me sigue pareciendo un gran poema.


Felices los normales, esos seres extraños,
los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida.
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
los satisfechos, los gordos, los lindos,
los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
los flautistas acompañados por ratones,
los vendedores y sus compradores,
los caballeros ligeramente sobrehumanos,
los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos.
Los delicados, los sensatos, los finos,
los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.


(La imagen es de Wifredo Lam)

Cumpleaños de Salvador Allende

Hoy, Salvador Allende cumple 100 años. Cuando murió, lo lloré como a un miembro de mi familia, como a Julio, y sigue formando parte de mi imaginario personal: hombres como él reivindican a la raza humana. Aquí os dejo parte de su legado ético: sus últimas palabras.






El Carmen 51 de Catulo

El Carmen 51 de Catulo

No es ningún misterio que me encanta la poesía de Catulo. Os dejo este poema, el 51:

Catulli Carmina
Carmen LI
Ille mi par esse deo uidetur,

ille, si fas est, superare diuos,

qui sedens aduersus identidem te
    
spectat et audit
dulce ridentem, misero quod omnis

eripit sensus mihi: nam simul te,

Lesbia, aspexi, nihil est super mi

lingua sed torpet, tenuis sub artus

flamma demanat, sonitu suopte

tintinant aures, gemina et teguntur
    
lumina nocte.

Otium, Catulle, tibi molestum est:

otio exsultas nimium que gestis:

otium et reges prius et beatas
    
perdidit urbes.

Que es igual a un dios me parece aquel

(y que supera a los dioses, si es lícito)

que sentado frente a ti, sin cesar,  
 
observa y escucha cómo 
ríes con dulzor,
lo que me arrebata  
los sentidos, mísero:
Lesbia, 
en cuanto te veo, ya no me queda 
 
ni un hilo de voz, 
la lengua se torna torpe,
y a manar 
comienza una llama bajo mis miembros;

me zumban los oídos y una noche 
 
doble cubre mis ojos.

El ocio, Catulo, te es muy molesto;

en el ocio te exaltas e impacientas.

El ocio ya perdió antes muchos reyes 
 
y ciudades felices.


(La traducción es de Francisco José Martínez Morán)