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Philippe Claudel: Almas grises y La nieta del señor Linh

Philippe Claudel: Almas grises y La nieta del señor Linh

Llevo semanas queriendo ver la peli de Philippe Claudel, Hace mucho que te quiero, porque me interesa el cine francés y porque me gusta mucho Kristin Scott-Thomas, a pesar de que reconozco que no es una Duse, ni siquiera una Judi Dench. He visto otras cosas por puro azar, como Hellboy II, el ejército dorado (qué grande es Guillermo del Toro, y que universo el suyo tan lleno de barroca y tremenda belleza) y Dejad de quererme (un drama previsible pero no por ello menos atractivo). En fin, que no he podido ver la peli de Claudel, y en cambio, he leído dos de sus novelas. Y aquí es cuando la cosa se pone buena.

 

Comencé por La nieta del señor Linh porque es más breve, aunque es posterior a Almas grises. Se trata de una nouvelle cuyo terreno es la metáfora. No hay lugares concretos o más bien dicho, reconocibles o nombrados de los que proceden los personajes o a los que se dirigen, y en los que se asientan para después, morir. Pero podemos pensar que el señor Linh procede de aquel lugar llamado Indochina, que padeció bajo el colonialismo francés hasta que llego el otro gran Imperio y emprendió aquella guerra espantosa cuya memoria parece que yace en la zona cero del World Trade Center. Guerras injustas (si hubiera guerras justas) e ilegales, en las que el Imperio de vez en cuando se mete para sacar mucho dinero, sin importarle las víctimas. (Debo aclarar que este rollo no se deprende en absoluto del libro de Claudel: es enteramente de mi cosecha). Sigo: el anciano señor Linh puede que desembarque en Francia, aunque no sabemos muy bien dónde, entre otras cosas porque él no sabe dónde, donde está. Llega (adondequiera que sea),  con su exigua carga: una nieta que es todo lo que le queda de su país. Niña callada y paciente, que nunca llora ni pide nada, pero que le acompaña en sus soledades, en su desconcierto.

Linh no entiende la lengua en la que le hablan los otros, no sabe dónde se encuentra ni qué hacer en ese sitio, excepto recordar. Su aislamiento no se ve paliado por el hecho de que convive con otras familias que proceden, como él, de ese territorio devastado que les ha obligado a huir. La soledad de Linh, la mudez de su pena sólo podrá ser comprendida o compartida por otro ser igualmente solo y aislado: un jubilado que ha perdido a sus esposa y que carece de un ancla en esta vida. Sin comprenderse lingüísticamente, Linh y Bark se hablan, se acompañan en el banco, en los paseos, en la taberna. Para ellos, el único asidero en este mundo es el otro, y el puente que une esas dos soledades es la niña: la nieta de Linh, a quien el señor Bark ha traído un regalo: un lindo vestidito, como de fiesta.

La nouvelle, como todas las obras delicadas y hermosas ( y tristes), dice mucho más que lo que escrito por Claudel. El discurso no contiene todo lo que dice el autor. Va mucho más allá. La nieta del señor Linh es una miniatura delicada y trémula, emocionante. Lo que una vez fue fuerza es hoy vulnerabilidad y sin embargo alguien, algún día, inesperadamente, puede ser que entienda lo que se oculta en ese reducto del ser que es lo más íntimo nuestro y que no puede ser dicho nunca, a nadie: lo perdido. El silencio de la pequeña es una metáfora de eso que se fue, quién sabe cuándo ni cómo, dejándonos con la vida que nos queda después del naufragio.


Premio Renaudot, Finalista del premio de los Libreros franceses y de la revista Lire en 2003, Almas grises es más compleja estructuralmente, que La nieta..., pero su tema es similar: trata de lo perdido. Y la muerte, también, es una omnipresencia. El narrador es un participante: un policía que nos narrará (aparentemente), un ’caso’ mal resuelto o no resuelto: el del asesinato de una hermosa niña de 10 años en un pueblo de la provincia francesa, en tiempos de la Primera Guerra Mundial.

La atmósfera del libro me recuerda poderosamente las películas de Chabrol. Estamos en esa provincia francesa, aparentemente segura y confiada, aparentemente sana y respetable, en la que lo más espantoso crece, larvado, a la vista de todos, pero oculto a la vez, hasta que estalla.

La delicadeza del trazo de Claudel persiste. Pero hay aquí algo muy venenoso, muy perverso, a la vez que sutil. La malicia. La soledad de la joven y hermosa maestra, enamorada de un muchacho que está en el frente y la soledad del viudo que accede a alquilarle aquella casita...

Los personajes, con sus meandros interiores y sus tristezas, con sus melancólicos silencios, me retrotraen (es le problema de ser tan vieja, que una cosa te lleva a otra), a aquella Mouchette del gran Bresson que ahora han reeditado en DVD y que es tan hermosa como terrible). Esa atmósfera, también terrible de la novela de Claudel, trasciende lo policial del ’caso’, y también lo psicológico, para llevarnos a dar un paseo por las almas. En efecto: almas grises, tristes, sucias a veces, de los habitantes del pueblo francés que sirve de escenario (en el sentido francés del término -el guión- y en el sentido español de la palabra), y nos inunda de melancolía, a la vez que concebimos su historia como posible, como verosímil, como real. Qué terrible carga la nuestra: lo humano, qué cosa insondable y dolorosa.

 

Philippe Claudel, La nieta del Señor Linh, ed. Salamandra, Barcelona, 2008 (7ª ed.), Traducción de José Antonio Soriano Marco.

                                 Almas Grises, ed. Salamandra, Barcelona, 2005 (traducción de José Antonio Soriano Marco.

 

 

 

 

 

4 comentarios

Elisa -

Gracias por la sugerencia. Hace tiempo que te quiero, aunque quizá un poco demasiado melodramática, me gustó mucho y Kristin está soberbia. También disfruté de Hellboy II. Es agradable encontrar coincidencias.
Aunque no suelo dejar comentarios, sigo tu blog desde hace tiempo, es una fuente inagotable de sugerencias.

isabelbarcelo -

Sigue creciendo mi lista de lecturas pendientes. No sé si luego me gustarán, pero desde luego tu las haces aparecer muy sugestivas. Muchos besos, querida amiga.

fgiucich -

Como siempre, uuna excelente sugerencia. Que andes bien, amiga. Abrazos.

Gregorio Luri -

Veo, con satisfacción, que vuelves a darnos nuestras dosis necesarias de arte y literatura. Lo que no puede ser es que nos envicies y luego desaparezcas, dejándonos sin proveedores fiables.
Un abrazo.
Por cierto, me tienes que contar algo del dictado.