Evelyn Waugh, Retorno a Brideshead
Estaría descubriendo el Mediterráneo si comienzo esta reseñita diciendo que Retorno a Brideshead es una de las novelas más importantes de la postguerra. Compleja, fascinante, profunda, decadente y bellamente escrita, Retorno a Brideshead nos habla de un mundo cuando este mundo está ya desapareciendo, barrido por la destrucción, la guerra, la indiferencia y el vacío.
Sería difícil determinar de qué trata Retorno a Brideshead. Algunos hablarían del tema de la religión, puesto que se narra la vida de un puñado de católicos ingleses cuya estirpe se pierde en la noche de los tiempos y cuyo telón de fondo es, precisamente, la residencia que aparece en el título. Las nociones de culpa y de pecado penden, omnipresentes, en todas y cada una de las acciones de todos (de lord y lady Marchmain y sus cuatro hijos: Brideshead, Juia, Sebastian y Cordelia Flyte) y tiñen sombríamente la muerte del padre, lord Marchmain, quien se apartó de la religión para vivir su vida en Venecia, acompañado de su amante, Cara.
Pero también trata de la historia de dos amores: los que Charles Ryder, narrador y personaje principal de esta obra coral, siente en dos etapas de su vida por los dos hermanos Flyte, Sebastian y Julia. EL primero es el amor adolescente, un poco gamberro, solitario, romántico, excluyente, un amor que se aparta de la sociedad y que se vive entre borracheras y travesuras escolares en Oxford, Londres, Venecia y Brideshead. El amor de Charles y Sebastian es un amor de fulgor, en el que se adivina la tragedia del eterno insatisfecho que es Sebastian, que jamás logra encontrar un sentido a su vida, y que termina sus días, según sabemos después, como hermano lego en un lejano monasterio en el norte de África. Sebastian es un ángel caído, pero siempre un ángel. Un ser bueno, al que el alcohol no logra desprender de su aura.
Charles nos lleva, con sus memorias (pues el libro todo no es más que un largo flashback proyectado hacia su pasado), hasta Julia Flyte , un amor de madurez. Sorprende la frialdad que existe entre Charles y su esposa tras dos años de estancia del ahora pintor en América Latina. En el trasatlántico que los transporta a Inglaterra, Charles reencuentra a Julia, también casada infelizmente. Surge un amor que durará dos años. Intenso, total. Y roto por la culpa, por el pecado católico. Tal vez por la misma vida, que huye, pasa, y se lleva todo por delante.
No es casual que la reminiscencia de Charles concluya con el regreso de lord Marchmain a su casa natal. Se cierra un ciclo que nunca volverá a abrirse. El esplendor de Brideshead no volverá a brillar. La casa quedará desierta hasta que la ocupen los ejércitos ingleses en la reserva y Charles vuelva a ese lugar, Brideshead, y nos narre la extraordinaria historia de sus habitantes. Los Flyte se habían dispersado ya: todo acaba. Todas esas vidas finalizan o transcurren con un fracaso estrepitoso, una soledad inexpugnable, un dolor sordo, bien guardado, una muerte.
Qué novela, qué historia, qué personajes, qué escenarios, qué lenguaje. Lo exquisito no excluye lo grandioso. Si no la habéis leído, os la recomiendo como lectura indispensable.
P.D.
Por cierto que esta obra fue llevada a la televisión en 1981 -y es una de esas series míticas de la BBC-, con Jeremy Irons, Anthony Andrews, Diana Quick, Laurence Olivier, John Gielgud y otros grandes actores, en once capítulos. No es baladí. La televisión es la única que puede llevar a buen puerto la traslación a la pantalla de grandes obras cómo ésta. En dos horas, una película, por excelente que sea, no puede dar cuenta de la complejidad narrativa de novelas así. Os dejo una muestra de lo que fue la serie con este documental conmemorativo (Primera parte de cinco):
Evelyn Waugh, Retorno a Brideshead, ed. Tusquets, Barcelona, 2005 (5ª ed). Traducción de Caroline Phipps. Bonita edición y nada cara (menos de ocho euros).
3 comentarios
Gabriela -
Mariana la de los Libros -
Licantropunk -
Saludos.