Lecturas
Como habréis notado, llevo más de una semana sin escribir. He tenido mucho trabajo: he estado haciendo un curso de Innovación en TIC-E (Tecologías de la Información y Comunicación en la Enseñanza), en la UPC, gracias a que el Departament d'Ensenyament nos ha admitido, a mi compañero Carles Ferrer y a mí, un proyecto de Innovación e Integración Curricular en el IES donde trabajamos. Después, cosas de organización, reuniones en el Instituto, proyectos atrasados en pdf de mis alumnos que tengo inacabados...
Esto no me ha mantenido lejos de la lectura, aunque sí de la escritura. He releído Veinticuatro horas en la vida de una mujer de Stefan Zweig (Acantilado), que os recomiendo. Se trata de un breve relato (una nouvelle), digno de la precisa perspicacia psicológica y de la maestría descriptiva del escritor austriaco. Está llena de sutileza y de fuerza, a la vez.
Releí también a Blas de Otero en una Antología: Expresión y reunión (Alianza Editorial), porque será una de las lecturas obligatorias del Curso de Segundo de Bachillerato que daré el próximo 2006-2007. Sin que se trate de un poeta al que yo leería por gusto, no dejo de reconocer su maestría, aunque su universo me resulta ajeno y sobre todo, su dramatismo, su tono recitativo o grandilocuente, me aleja de él. Aún así, he disfrutado de la lectura. Hay poetas a los que uno reconoce su calidad desde fuera, objetivamente, sin que por ello uno se sienta implicado en su discurso: éste es uno de ellos. Jamás me emocionará profundamente. Pero es probable que este tipo de poesía sea más adecuada para dar a leer a adolescentes, aunque yo prefiera a José Ángel Valente, a Cernuda o a Pedro Salinas...
Ahora estoy en medio del Suelo virgen de Ivan Turguénev ( o Turguéniev -con estos nombres rusos siempre oscila la ortografía española-, en Cátedra Universales). Me gusta mucho este hombre. Su sutileza, su prosa, elegante y profunda, tras de la que siempre hay una reticencia. Reticencia que es pudor y que es elocuencia al mismo tiempo. Me gustan los escritores que no lo dicen todo, que no son explícitos o expresionistas. Y lo estoy disfrutando. La novela transcurre en la época pre-revolucionaria en Rusia, con los Populistas intentando insuflar rebeldía en las clases esclavizadas del campo y de la ciudad. El personaje central, Nezhdánov, es todo un logro. Pero también quienes lo acompañan en su periplo: Valentina Mijáilovna, Sipiaguin, Ostrodúmov, Paklin, Mashúrina... Como mi amigo Óscar, yo también tengo el alma un poco rusa.
Pasé por la librería a recoger un libro de texto y me traje una versión original y traducción de Who is me/Poeta de las cenizas de Pier Paolo Pasolini (DVD Poesía), de quien ya he escrito algunas veces y a quien siempre vuelvo con renovado placer interés. Me traje también En el trineo de Schopenhauer de Yasmina Reza (Anagrama), autora que me gustó mucho cuando vi en teatro (con Flotats, Carlos Hipólito y el gran - en todos sentidos- Josep Maria Pou), su obra Arte, tan inteligente como divertida, y tan real y al mismo tiempo tan bien construida como artefacto teatral.
Finalmente, me compré a mi inevitable Pascal Quignard, en un pequeño opúsculo cuyo título me sedujo totalmente: El nombre en la punta de la lengua (Arena Libros).
De todas estas lecturas presentes y futuras ya os daré referencia en cuanto pueda.
4 comentarios
fgiucich -
Gabriela -
Gregorio, es que hay momentos en la vida de los pueblos en que no da tiempo para todo...Mis finales de curso suelen ser apoteósicos y aún no termino, pero casi. Me tomo un respiro, tengo muchas ganas de pintar. Me doy cuenta de que mi casa parece un museo de los horrores, que refleja el desorden de los días: libros por todas partes, poemas de mis alumnos esparcidos por el lugar, cajas de ropa de invierno que esperan, impacientes, ser descartadas al trastero. Discos de programas informáticos, carpetas, libros de texto. Hay que conseguir que el caos se repliegue un poco, lo justo para poder hacer más cosas. Otras cosas. Un abrazo.
Gregorio -
locuaz -