Paul Auster, Brooklyn Follies (2006)
Mi compañero (y sin embargo, amigo), Jordi Redon, me ha prestado el último libro de Paul Auster, Brooklyn Follies. El dato no es insignificante, por cuanto que Jordi es para mí una de esas personas indispensables y cálidas, que hacen que la vida de uno se detenga por un momento, para sonreír.
Nathan Glass es el narrador del libro, un narrador que, como otros personajes de Auster, detiene su vida cotidiana (un divorcio, una jubilación) y comienza otra. Como siempre en Auster, la soledad es la causa del nuevo movimiento. La interiorización de la vivencia lleva al sujeto a salir de sí, a pensar en los demás, a acercarse a los otros. Como el azar no puede estar ausente, en esa nueva vida aparecerá Tom, el sobrino perdido, hijo de la hermana pequeña de Nathan. Ex estudiante prodigioso, Tom conducirá a Nathan hacia los otros personajes de la novela: Harry el oscuro y el claro, Rufus, Nancy, Joyce, Lucy, Rory…todos ellos con sus historias, en una ramificación típicamente austeriana de las vidas sin fin…unas llevan a otras. Todas son únicas, en todas hay una pérdida, pero en todas, también, hay una redención.
Si hay un motivo narrativo que creo que lastra la narrativa de Auster es la persistencia de las herencias inesperadas. Es un punto consistente en su narrativa, y para mí, un punto flaco. Sin embargo, Auster siempre plantea esa posibilidad como un pilar de los hechos narrados. Hay que tener autonomía económica para hacer cosas. Las cosas entonces ocurren, pueden ocurrir, cuando existe una liberación insospechada.
Los proyectos (en este caso, la creación del Hotel Existencia), pueden ser delirantes, pero en el fondo, son ese proyecto que todos hemos enunciado en nuestro fuero interno. La primera parte de libro, la parte de Tom, fluye con seguridad y tersura narrativas. Los acontecimientos concatenados se suceden, una cosa lleva a la otra, un personaje a otro, una historia a otras historias. Todas, es cierto, como el título indica, muestran ese punto de locura necesario para crear la chispa narrativa. La literatura de Auster no es realista. Afortunadamente, sus personajes sobrevuelan el mundo real, pero no pertenecen a él: lo encarnan casi con total verosimilitud, pero son personajes románticos, no en vano ahí detrás laten los universos de Poe o Dickinson.
Como en la infancia, la repetición de los recursos narrativos es una delicia agregada para el lector de Auster. El estilo, la forma de narrar esas historias cruzadas, ese camino de Auster que conocemos y transitamos nos ofrece un gran placer, un placer ya conocido. Estamos familiarizados con esos personajes, sabemos que están dolidos, heridos, casi muertos de dolor, por la vida, pero también sabemos que van a renacer, que serán capaces de hacer cosas inusuales, que su mundo es un mundo de dolor y soledad, de fracaso y decepciones, pero que van a remontar, van a salir de ésa. Los libros vuelven también a estar en el centro de la narración, son libros que pueblan las estanterías del Attic, libros que lee Tom, libros que lee Nathan; libros que escribe Nathan (para empezar, The Brooklyn Follies: el Libro del desvarío humano)), libros que, al final de la historia, piensa escribir sobre los muertos, para que no se pierda su recuerdo (la idea de Nathan es similar a la del Julien Davenne de La Chambre verte, de Truffaut, esa película gótica y sombría que cuento entre mis preferidas). La importancia de lo escrito, la importancia de las historias en nuestras vidas, la importancia de la imaginación por encima de la realidad, como en esa preciosa historia de la Niña que perdió a su muñeca y Kafka:
(...)Para entonces, la niña ya no echa de menos la muñeca, Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.
La belleza del mundo imaginario, la perfección que se crea a partir de las palabras, la felicidad que convocan las palabras. El placer de vivir, de respirar, de sentir (incluso sufriendo estamos vivos), el triunfo del recuerdo por encima del olvido, de la vida por encima de la muerte, eso son las historias. Dice Nathan Glass:
En general, las vidas se esfuman. Una persona muere y poco a poco todo rastro de su vida desaparece. Un inventor sobrevive en sus invenciones, un arquitecto está presente en sus edificios, pero la mayoría de la gente no deja tras de sí un monumento alguno ni logros duraderos (…) Unos cuantos objetos, algunos documentos, y unas cuantas impresiones causadas a otras personas. Estas últimas siempre tienen historias que contar sobre el muerto, pero las más de las veces se mezclan fechas, se suprimen hechos, se distorsiona cada vez más la verdad, y cuando a esas personas les llega su turno de morir, la mayoría de las historias desaparece con ellas.
Mi idea era la siguiente: crear una empresa que publicara libros sobre los olvidados, rescatar historias, hechos y documentos antes de que desaparecieran para luego darles forma y construir una narración continua, el relato de una vida.
No otra cosa ha hecho el señor Paul Auster, desde que comenzó a publicar. Su empresa nos pertenece a todos.
Paul Auster, Brooklyn Follies, Barcelona, Editorial Anagrama, 2006 (Traducción de Benito Gómez Ibáñez).
3 comentarios
Rain -
Unido todo ello a lo central que es la lectura de Auster, queda algo que no sé cómo definir por lo complejo.
(lo procesaré, escribiendo...)
Sólo puedo decirte que hallar tu blog me resulta significativo. Uno de esos sucesos que se celebran a solas.
Gran salute, Gabriela.
Gabriela -
licantropunk -