El mono de Lord Rochester, de Graham Greene
A raíz de haber revisado la película El libertino, con Johnny Depp en el papel de John Wilmot, segundo conde de Rochester, poeta satírico y maudit en la época de Carlos II de Inglaterra, me acerqué a esta biografía escrita por Graham Greene.
El mono de Rochester alude a que el poeta libertino, en un gesto de provocación muy suyo, se hizo retratar ofreciendo la corona de laurel a uno de sus monos. Se reía, de este modo, de la Gloria y también de la Poesía.
Carlos II tuvo, en algún momento, esperanzas de que este poeta fuese para su reino un nuevo Spencer. No fue así. Rochester no sólo persistió en su vida licenciosa y en su caída vertiginosa en los vicios y sus consecuencias (sexo, bebida, enfermedades venéreas, tal vez locura), sino que también se dedicó a satirizar salvajemente, en poemas llenos de "inconveniencias", a la sociedad y a la corte de Carlos II y hasta al mismo monarca.
Algunos críticos han sugerido que el Edward Rochester de Charlotte Brontë está basado en John Wilmot, idea que me resulta realmente absurda, porque no hay una sola característica que estos personajes puedan compartir.
John Wilmot fue hijo de un caballero que siempre apoyó a Carlos I (ese rey inglés que fue decapitado públicamente, acusado de traición) y a su hijo Carlos II, en su exilio europeo. De modo que Carlos le concedió el título de conde (Earl), por sus servicios militares. A su tiempo, Wilmot heredó el título, pero no la lealtad de su padre. En la época de la Restauración, Rochester fue el niño mimado de Carlos, quien siempre esperó de él unos frutos que nunca llegaron.
A temprana edad, Rochester inició sus estudios en la universidad de Oxford, y después brilló en la batalla de en la que perdió a uno de sus mejores amigos. Greene considera que éste incidente pudo explicar el tremendo dolor que causó posteriormente ese cinismo militante del que Rochester hizo gala durante todo el resto de su vida.
Greene no sólo nos cuenta esta vida extraña, perdida, en cierto modo, en medio de una Inglaterra permisiva y profundamente amoral, en la que el mismo rey proponía un modelo de libertinaje nunca antes visto, no. Greene traza un fresco de esta sociedad de la Restauración. Y a veces parece sugerir que Rochester, al mismo tiempoq ue abraza sus vicios, también los desprecia.
En la biografía de Greene podemos ver cómo Rochester raptó a una de las herederas más codiciadas de la corte (Elizabeth Malet), con su consentimiento, por supuesto, logrando con ello una esposa hermosa, riquísima y muy cortejada por otros que, con mucho más dinero y prestigio que él, tuvieron que conformarse con mujeres menos espectaculares. Rochester, a pesar de estar endeudado de una manera crónica, no aprovechó las riquezas de su esposa, a la que descuida y engaña, pero a la que no roba (algo es algo). Con ella tuvo varios hijos, a los que escribe cartas llenas de sensatez y buenos consejos.
Parece que, en efecto y aunque pudiera parecer extraño o contradictorio, Rochester fue un buen padre a su modo. Al mismo tiempo, se enamoró perdidamente de una actriz, la señora Elizabeth Barry, que llegó a ser considerada una de las mejores de su tiempo y a la que se dice que él entrenó para que recitara con naturalidad, iniciando así una nueva etapa en la actuación, que hasta entonces era tremendamente artiificiosa.
El libro de Greene no sólo repasa la decadencia en la personalidad de Rochester y de su salud, minada por una sífilis: también cuenta la temporada (novelesca) en la que ejerció de médico ambulante (Doctor Bendo), y las aventuras, que terminaron tragicamente, con un grupo de amigos entre los que se contaban dramaturgos y nobles como el duque de Buckingham o George Etherege, que le hizo protagonista en su obra El hombre a la moda (1676),
La biografía de Greene tardó 40 años en ser publicada a causa de la censura. El personaje era demasiado escandaloso. Sin embargo, Greene nos lo presenta como un pecador cuyo arrepentimiento llegó a tiempo. En efecto, uno de los acontecimientos más destacados de la Restauración fue la retractación pública que hizo Rochester, que murió de sífilis, abrazando la religión que con fanatismo defendía su madre. Muchos de sus poemas, dibujos y papeles fueron destruidos por expreso deseo suyo después de su muerte.
Resulta un poco triste, aunque comprensible, que la obra se haya visto oscurecida por la fama de una vida escandalosa.
Que yo sepa, la obra de Rochester no ha sido traducida al castellano.
Graham Greene, El mono de Lord Rochester, ed. Península, Barcelona, 2007.
2 comentarios
Gabriela -
Abrazos.
Gregorio -
Su seguidor fiel y, por lo tanto, díscolo.