El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez
Releer la novela que a Gabriel García Márquez y a mí nos parece su mejor obra, al anochecer, mientras que por las mañanas me dedico a la narrativa femenina del XIX inglés, puede sonar esquizofrénico pero ¿a quién le importa? El mundo de los lectores es así de contradictorio y conflictivo.
¡Cómo he disfrutado! He pasado las mañanas en los páramos de Yorkshire, escuchando a Catherine Earnshow llamar a Heatchcliff con desesperación, mientras que por las noches he paseado por esa ciudad colombiana agobiante de calor, en la que el río resulta ser el mejor camino para un amor eterno, un amor que sobrevivió a su propia hecatombe con la singular obsesión de Florentino Ariza por la esquiva. cambiante, extraordinaria Fermina Deza. Todas las tardes, desde que volvió de Europa, he acompañado al doctor Juvenal Urbino en sus visitas médicas, y me he rendido por fin a los encantos de la señorita Lynch anhelando que Fermina no oliera las ropas del doctor y no descubriera su secreto. He jugado al ajedrez con Jeremiah de Saint-Amour y he ido y venido con las ciento cuarenta y tres cartas que Florentino Ariza escribió durante un año a Fermina tras la muerte de su marido. He temido que ella quemase las cartas sin leerlas. Me he alegrado de que no lo hubiese hecho, y de que, tras cierto tiempo, esas cartas obtuvieran una respuesta. He visitado con ella la hacienda de Hildebranda Sánchez, me he escondido en los lavabos con las primas a fumar los cigarrillos prohibidos, y he buscando con la vista los extintos manatíes en esa travesía que acabaría siendo perpetua, una travesía de toda la vida, de todo el tiempo que nos queda en este mundo. hasta encontrar al último de todos, abrazado a la madre en aquel rincón del río que también lleva los cadáveres de los muertos del cólera.
No sin un guiño del Plan, he descubierto que Florentino llegó a tener negocios con Joseph Conrad casi cuando (en otro momento), revisaba la obra de Patrice Chéreau, Gabrielle (2005), basada en un relato de Conrad (El retorno) con Isabelle Huppert y Pascal Greggory. Y he encontrado en la película francesa un matrimonio que pudo ser similar al del doctor y Fermina, pero por supuesto sin el incidente adúltero.
Con cuánto amor, con cuánta exacerbada enajenación vive el lector en unos cuantos días ese relato que abarca más de medio siglo de obsesión y de locura, y con cuánta curiosidad vemos a Florentino en brazos de todas esas amantes que no pudieron sustituir el perfume evanescente de Fermina en su alma. Qué pena nos da Escolástica, qué lágrimas vertemos por el inocente y turbio amor de la niña América Vicuña, verdadero antecedente de la niña adorada de Memoria de mis putas tristes . Todo libro nace mucho antes de ser escrito y América está aquí prefigurando aquella adolescente dormida de la nouvelle de 2004*.
Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera. Mi edición es de La Casa de las Américas, Cuba, 1986, pero naturalmente, hay otras mucho más recientes, como Barcelona, Mondadori, 2008.
* Gabriel García Márquez, Memoria de mis putas tristes, Barcelona, Mondadori, 2004.
6 comentarios
Paco -
Ana -
Un abrazo. Ana
Gabriela -
Abrazos, Fer.
fgiucich -
Gabriela -
Antonio -