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Villa Amalia de Pascal Quignard

Villa Amalia de Pascal Quignard

La última novela de Pascal Quignard, Villa Amalia, es una novela con varios estilos y varios narradores: escueta y detallista, casi objetiva como un informe en algunas de sus partes; poética y reflexiva en otras. Narrada desde fuera y desde dentro por diversos narradores cuya implicación en la trama varía de la primera a la tercera persona.

Es una historia de muerte, renacimiento y muerte otra vez: la de una mujer (Anne Hidden: Ana Escondida, Ana Oculta), que por una razón aparentemente banal abandona su vida, toda su vida. Qué curioso es encontrar en dos escritores tan distantes como Auster y Quignard ese mismo motivo: el abandono de todo, la renuncia a todo: el cataclismo de una vida que en un momento dado no puede seguir siendo. Hay una vida que debe terminar bruscamente, alguien debe buscar otros lugares, despojarse de todo, terminar una biografía (un pasado), para fraguarse un futuro, quizá todavía más doloroso.
La metamorfosis que plantea la huida es cuidadosa y puede darse sólo a partir de un azar: el encuentro entre Anne y un antiguo compañero de la escuela, un paisano bretón. Un ser al que había olvidado completamente y que aparece en el lugar justo y en el momento necesario para que Anne pueda desaparecer de su vida y resurja en otro sitio, sin ataduras, aunque no sin dolor.
Anne es minimalista, como lo es el propio Quignard, y también es música, como él. Su aislamiento debe ser parecido al del autor francés, capaz de publicar seis libros en un año. Volviendo a Auster, que se define como un hombre que escribe, encerrado en una habitación, yo imagino a Quignard del mismo modo: atado a su escritura como al aire que respira. Igualmente, Anne vive atada a su soledad y silenciosa, buscando hogar y encontrándolo; buscando despojar a su música de todo adorno y buscando también despojar su vida de todo lo accesorio, de todo lo que es fútil, transitorio.
Pero la futilidad estará enraizada en la misma vida, que fluye, y que la coloca de nuevo en una situación imposible: la de la pérdida de un ser querido: una niña, un ser con el que Anne se regocija y renace, se comunica, Una niña que media entre Anne y la realidad del sentimiento humano al que nadie puede resistirse. Anne media también entre la niña y el mundo: el mundo de la música, el mundo de las tormentas, el mundo de los cataclismos, hasta que el cataclismo la recoge y se la lleva.
Villa Amalia es una historia de abandonos perennes, el de la muerte, por supuesto, pero también el de los seres que, sabiéndose extraños a casi todo, tienen el valor de abandonar el bullicio y el valor de elegir el silencio y la soledad.


Citas:


* Los que no son dignos de nosotros no nos son fieles. Eso es lo que estaba pensando en el sueño que estaba soñando.
Observamos sentados en nuestros sillones, tumbados en nuestras bañeras, acostados en nuestras camas, a unos seres embotados o ausentes para los que ya no existimos.
No es a ellos a quienes traicionamos al abandonarlos.
Su inercia o sus quejas nos han abandonado antes de que pensáramos en separarnos de ellos.
Cruzó la tercera frontera sin dificultad alguna.

* Zapatos cada vez más manchados de barro, sucios, cenagosos,
llenos de hierbas,
de tanto andar por doquier en la isla. Andaba infatigablemente. Surcaba, se hundía en todos los caminos, bajaba todas las cuestas del volcán cada día.

* Pues la vida entre hombres y mujeres es una perpetua tormenta.
El aire entre sus rostros es más intenso - más hostil y más fulgurante- que entre los árboles o las piedras.
A veces, escasas veces, hermosas veces, el rayo cae de verdad, mata de verdad. Es el amor.
Tal hombre, tal mujer.
Caían hacia atrás. Caían de espaldas.

* En el mundo en que viven las abejas, las obreras cambian de funciones al envejecer. Limpiadoras en los primeros días, luego nodrizas, luego ceríferas durante lo que sería la segunda década de su vida, al final libadoras hasta su muerte. Al envejecer, yo me he vuelto libadora.

* Algo de lo incomunicable se le ha comunicado a esta mujer e ilumina mi vida.

* A final aceptó. Al final se dio cuenta de que en parte él tenía razón. El deseo que el otro tiene de sí mismo inventó un reino cuya desaparición lo llena de dolor.

Pascal Quignard, Villa Amalia, Espasa, Madrid, 2006 (Traducción de Ascensión Cuesta).

2 comentarios

Gabriela Zayas De Lille -

Gracias Petrus. Yo tengo El sexo y el espanto e incluso lo he prestado, pero no he podido acabarlo, porque éste y también La retórica especulativa, son libros para hojearlos ( y ojearlos), muchas veces, meditar mucho en cada una de las secuencias del discurso y detenerse en ellas. Son difíciles de leer y muy ricos en sugerencias e ideas.
Un abrazo y gracias por tu visita.

Petrusdom -

Soy lector adicto de Pascal, y este libro lo tengo en la estantería de mi librería para que se asiente después de comprarlo. Lo cogeré estas vacaciones de Pascual.
Os recomiendo "El sexo y el espanto", Montaigne y Kafka juntos.
Magnífico tu blog!