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Cobardía, de Amado Nervo

Cobardía, de Amado Nervo

Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!

¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!

¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza de porte!

 ¡Qué formas bajo el fino tul!... 

Pasó con su madre. Volvió la cabeza:

¡Me clavó muy hondo su mirada azul! 

Quedé como en éxtasis... Con febril premura,

«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par. 

Pero tuve miedo de amar con locura,

de abrir mis heridas, que suelen sangrar

¡Y no obstante toda mi sed de ternura,

cerrando los ojos, la dejé pasar!

Garcilaso de la Vega en Barcelona

Garcilaso de la Vega en Barcelona

Aunque a veces me parece que lo conozco desde siempre, yo conocí a Garcilaso en Barcelona: me lo presentó mi maestro José Manuel Blecua, que recuerdo perfectamente que nos dijo que Garcilaso llegaba a nosotros siempre envuelto en un mar de lágrimas. Y así, con lágrimas, lo he leído, siempre. Jamás he podido sustraerme, a pesar de las muchas lecturas que he hecho de su obra desde entonces, a su poesía. Jamás le he leído mecánicamente, siempre consigue tocarme la fibra, la cuerda de mi alma.

Creo que Garcilaso es uno de los primeros poetas sinceros de la lengua, sincero en el sentido de que no escribe por hobby, no escribe para obtener fama, no escribe por usar la retórica, escribe por necesidad, por dolor, por dar cauce a las angustias de su alma, estragada por un amor prohibido, probablemente imposible, como casi todos los amores que después se hacen literatura. Garcilaso  es sentimiento y es maestría técnica, y la concordancia de su maestría y de la expresividad del alma herida no puede sino dar como resultado una obra inolvidable.

Esta vez he pedido a mis alumnos que analicen cada uno de ellos un soneto distinto, para después editar un pdf como el que hicimos con la Antología de Sant Jordi. Mi propósito es que el año que viene hagamos lo mismo con los sonetos que falten, y así analicemos todos los que escribió.

Los sonetos de Garcilaso no son perfectos, pero tienen ese hálito de dolor incurable, de carne y alma expuesta al dolor, de materia dolorida que llevamos todos dentro, oculto. Al leer a Garcilaso esa herida se muestra, se reabre como una rosa. Bella, embellecida por la palabra. Qué mejor destino para el dolor que la palabra dicha, qué maravillosa transmutación de lo dolorido en fertilidad, en conciencia trascendente. Si no se ama así, no vale la pena amar ¿No es cierto?

 Soneto V

     Escrito ‘stá en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribistes; yo lo leo
tan solo que aun de vos me guardo en esto.
     Es esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
     Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;
     cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo vida,
por vos he de morir, y por vos muero.


Vega, Garcilaso de la, Poesía completa, ed. de Juan Francisco Alcina, Madrid: Espasa-Calpe (col. «Austral», n.º 96), 1999, 6.ª ed.

   
 

El capítulo 7 de Rayuela o de por qué queremos tanto a Julio

El capítulo 7 de Rayuela o de por qué queremos tanto a Julio


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Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

    Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar.

Si hay un escritor que yo haya querido como a uno de mi familia, ése es Julio.

Queremos tanto a Julio…

Sylvia Plath: Canción de amor de la joven loca

Sylvia Plath: Canción de amor de la joven loca

Sylvia Plath nació en Massachusetts el 27 de octubre de 1932.  Se graduó en Literatura en el Smith College y más tarde obtuvo una beca para la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, donde conoció al poeta Ted Hughes, con quien se casó en 1956.

Padeció depresiones constantes y varios intentos de suicidio. Tuvo dos hijos con Hughes, quien la abandonó, incapaz de sobrellevar la convivencia. Su gran dolor se tradujo en poesía. Su padre y el amor edípico fueron sus grandes obsesiones literarias y vitales.

Tras su divorcio en 1963, Sylvia se trasladó a Londres. Carecía de recursos y la depresión se hizo cada vez más honda. Sin dinero ni amigos, para no hablar de amor, escribió.  Creció la sensación de que la muerte era una liberación. El 11 de febrero se mató. Tenía 30 años.

No me gustan los suicidas, pero la poesía de Plath siempre me ha conmovido. Me ha tocado las fibras más intensas. Aunque no podría decir que es una de mis poetas favoritas, muchos de sus poemas están presentes en mi memoria, como éste ¿Quién de nosotros no se ha sentido alguna vez así?

Cierro los ojos y el mundo muere;

Levanto los párpados y nace todo nuevamente.

(Creo que te inventé en mi mente).

Las estrellas salen valseando en azul y rojo,

Sin sentir galopa la negrura:

Cierro los ojos y el mundo muere.

Soñé que me hechizabas en la cama

Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente.

(Creo que te inventé en mi mente).

Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan:

Escapan serafines y soldados de Satán:

Cierro los ojos y el mundo muere.

Imaginé que volverías como dijiste,

Pero crecí y olvidé tu nombre.

(Creo que te inventé en mi mente).

Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti;

Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente.

Cierro los ojos y el mundo muere.

(Creo que te inventé en mi mente).

 

 

 

Su mejor obra es The Colossus and other poems, Vintage, New York, 1998. En español hay algunas buenas Antologías:  la de Visor, Madrid, 2003 o la de Hiperión, Madrid, 2002 (Trad. de Manuel Ramos Chouza). También se han publicado en español sus Diarios y sus Cartas, para quien se interese por su enfermedad y por su historia íntima.

Dos sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz

Dos sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz ESTA TARDE MI BIEN

 

 

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,

 

como en tu rostro y tus acciones vía

 

que con palabras no te persuadía,

 

que el corazón me vieses deseaba;

 

 

y Amor, que mis intentos ayudaba,

 

venció lo que imposible parecía:

 

pues entre el llanto, que el dolor vertía,

 

el corazón deshecho destilaba.

 

 

Baste ya de rigores, mi bien, baste:

 

no te atormenten más celos tiranos,

 

ni el vil recelo tu inquietud contraste

 

 

con sombras necias, con indicios vanos,

 

pues ya en líquido humor viste y tocaste

 

mi corazón deshecho entre tus manos.

 

 

 

DETENTE SOMBRA

 

 

Detente, sombra de mi bien esquivo,

 

imagen del hechizo que más quiero,

 

bella ilusión por quien alegre muero,

 

dulce ficción por quien penosa vivo.

 

 

Si al imán de tus gracias, atractivo,

 

sirve mi pecho de obediente acero,

 

¿para qué me enamoras lisonjero

 

si has de burlarme luego fugitivo?

 

 

Mas blasonar no puedes, satisfecho,

 

de que triunfa de mí tu tiranía:

 

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

 

 

que tu forma fantástica ceñía,

 

poco importa burlar brazos y pecho

 

si te labra prisión mi fantasía.

 

Posteridad

Posteridad

Para Bardamu, del Doke.

 


Non omnis moriar

¡No moriré del todo, amiga mía! 
de mi ondulante espíritu disperso, 
algo en la urna diáfana del verso, 
piadosa guardará la poesía.  
¡No moriré del todo! Cuando herido 
caiga a los golpes del dolor humano, 
ligera tú, del campo entenebrido 
levantarás al moribundo hermano.  
¡Tal vez entonces por la boca inerme 
que muda aspira la infinita calma, 
oigas la voz de todo lo que duerme 
con los ojos abiertos de mi alma!  
Hondos recuerdos de fugaces días, 
ternezas tristes que suspiran solas; 
pálidas, enfermizas alegrías 
sollozando al compás de las violas...  
Todo lo que medroso oculta el hombre 
se escapará vibrante del poeta, 
en áureo ritmo de oración secreta 
que invoque en cada cláusula tu nombre.  
Y acaso adviertas que de modo extraño 
suenan mis versos en tu oído atento, 
y en el cristal, que con mi soplo empaño, 
mires aparecer mi pensamiento.  
Al ver entonces lo que yo soñaba, 
dirás de mi errabunda poesía: 
era triste, vulgar lo que cantaba... 
mas, ¡qué canción tan bella la que oía!  
Y porque alzo en tu recuerdo 
notas del coro universal, vívido y almo; 
y porque brillan lágrimas ignotas 
en el amargo cáliz de mi salmo;  
porque existe la Santa Poesía 
y en ella irradias tú, mientras disperso 
átomo de mi ser esconda el verso, 
¡no moriré del todo, amiga mía!

Manuel Gutiérrez Nájera (México, 1859-1895), Periodista y poeta modernista o romántico, según se quiera ver, fue uno de los poetas que leí de pequeña, junto con Luis G. Urbina o Salvador Díaz Mirón o incluso, Enrique González Martínez. Creo que nunca me he librado de la visión romántica que me imbuyeron esas lecturas (¡ay, Shelley!), a las que vuelvo periódicamente, sin sentirme nunca extraña en ellas.

Una aproximación a los poemas de Meriem Merghad ( I )

Una aproximación a los poemas de Meriem Merghad ( I )

 Cuando escribí sobre el tema de los disturbios en Francia me encontré casualmente con el blog de un joven francés del que desconozco todo, menos su poesía, que me llegó como algo sutil, bello y delicado. Su nombre es Meriem Merghad y me propongo aquí publicar periódicamente alguno de sus poemas.

 Así que ahora que tengo unos momentos de cierta paz, (ya casi termino la corrección de unos trabajos de mis alumnos de bachillerato y dentro de poco comienzo de nuevo con exámenes, ya de fin de trimestre), me he puesto a traducirlo. No es la lengua francesa la que mejor domino y es la primera vez que me atrevo a traducirla. Él no sabe español. Yo no sé si estaría de acuerdo con mi versión de su poesía. He intentado ser lo más literal posible, y conservar el ritmo, el sonido de su música. Ojalá lo haya logrado

Un jour, un seul,

A l’aube des paupières ternies,
le long des chemins qui agonisent,
Vouloir un seul de tes beaux jours.
 Un jour, un seul,
Lorsque l’ombre passe et disparaît, sous les gongs de la torture,
Au-dessus les grandes cités qui s’éternisent,
Ouvrir la fenêtre et voir un monde meilleur.
 Un jour, un seul,
A l’ombre des lumières qui illuminent,
Les trottoirs sales et les poubelles pleines.
 Un jour, un seul,
Être de cette ville, des ces magasins, des ces voitures de sport.
Tendre la main, un appel à la rescousse,
Après les cris du coeur,
La fracture mentale,
Posée là, tout près du parlement; agences pour publicitaires.
 Un jour, un seul,
Paraître et devenir,
Les deux mains dans la poche, l’air de rien.
Sourire au temps qui passe.
 Un jour, un seul,
A l’aube des paupières ternies,
Vouloir un seul de tes beaux jours.
 Un jour, un seul.
 
*   *    *    *    *    *
  Un día, uno solo.
Al amanecer de los párpados empañados,
A lo largo de los caminos que agonizan,
Querer uno solo de tus hermosos días.
 Un día, uno solo,
Bajo la sombra pasa y desaparece, bajo los gongs de la tortura,
Arriba las grandes ciudades que se perpetúan,
Abrir la ventana y ver un mundo mejor.
 Un día, un solo,
A la sombra de las luces que iluminan,
Las aceras sucias y los cubos de basura llenos.
 Un día, uno solo,
Pertenecer a esta ciudad, a estos almacenes, a estos descapotables.
Tender la mano, una llamada de socorro,
Después de los gritos sinceros,
La fractura mental,
Colocada allí, muy cerca del parlamento; agencias para publicitarios.
 Un día, uno solo,
Parecer y pasar a ser,
Las dos manos en el bolsillo, el aire de nada.
Sonreír al tiempo que pasa.
 Un día, uno solo,
Al amanecer de los párpados empañados,
Querer uno solo de tus hermosos dias.
 Un día, uno solo.

 


Si alguno de vosotros ve algún fallo (o muchos fallos), por favor, no dude en decírmelo, le estaré agradecida.

'Ser una casta pequeñez' de Ramón López Velarde.

'Ser una casta pequeñez' de Ramón López Velarde.

Fuérame dado remontar el río
de los años, y en una reconquista
feliz de mi ignorancia, ser de nuevo
la frente limpia y bárbara del niño...

Volver a ser el arrebol, y el húmedo
pétalo, y la llorosa y pulcra infancia
que deja el baño por secarse al sol...
Entonces, con instinto maternal,
me subirías al regazo, para
interrogarme, Amor, si eras querida
hasta el agua inmanente de tu pozo
o hasta el penacho tornadizo y frágil
de tu naranjo en flor.

Yo, sintiéndome bien en la aromática
vecindad de tus hombros y en la limpia
fragancia de tus brazos,
te diría quererte más allá
de las torres gemelas.
Dejarías entonces en la bárbara
novedad de mi frente
el beso inaccesible
a mi experiencia licenciosa y fúnebre.

¿Por qué en la tarde inválida,
cuando los niños pasan por tu reja,
yo no soy una casta pequeñez
en tus manos adictas
y junto a la eficacia de tu boca?

"Liberté" de Paul Eluard

"Liberté" de Paul Eluard Conocí a Paul Eluard (1985-1952) a través de unos libritos publicados por Alberto Corazón, allá en los años 70, Capital del Dolor y Poesía y verdad. Por entonces yo todavía no leía en francés fluidamente. Eluard, comunista, surrealista y gran poeta romántico, me dio mucho. Hijo de un contable y de una costurera, Eluard enferma de tuberculosis: es uno más de los muchos que llegan a la poesía a través de la enfermedad. Conoce a Gala (que después le dejaría por Dalí), y es él quien la bautiza con ese nombre, único válido para la historia del arte. Su poesía es, en relación con su calidad, poco conocida. No importa. Éxito no es sinónimo de verdad y precisamente, de Poesía y verdad extraigo este magnífico poema:

LIBERTÉ

Sur mes cahiers d'écolier
Sur mon pupitre et les arbres
Sur le sable sur la neige
J'écris ton nom

Sur toutes les pages lues
Sur toutes les pages blanches
Pierre sang papier ou cendre
J'écris ton nom

Sur les images dorées
Sur les armes des guerriers
Sur la couronne des rois
J'écris ton nom

Sur la jungle et le désert
Sur les nids sur les genêts
Sur l'écho de mon enfance
J'écris ton nom

Sur les merveilles des nuits
Sur le pain blanc des journées
Sur les saisons fiancées
J'écris ton nom

Sur tous mes chiffons d'azur
Sur l'étang soleil moisi
Sur le lac lune vivante
J'écris ton nom

Sur les champs sur l'horizon
Sur les ailes des oiseaux
Et sur le moulin des ombres
J'écris ton nom

Sur chaque bouffée d'aurore
Sur la mer sur les bateaux
Sur la montagne démente
J'écris ton nom

Sur la mousse des nuages
Sur les sueurs de l'orage
Sur la pluie épaisse et fade
J'écris ton nom

Sur les formes scintillantes
Sur les cloches des couleurs
Sur la vérité physique
J'écris ton nom

Sur les sentiers éveillés
Sur les routes déployées
Sur les places qui débordent
J'écris ton nom

Sur la lampe qui s'allume
Sur la lampe qui s'éteint
Sur mes maisons réunis
J'écris ton nom

Sur le fruit coupé en deux
Dur miroir et de ma chambre
Sur mon lit coquille vide
J'écris ton nom

Sur mon chien gourmand et tendre
Sur ses oreilles dressées
Sur sa patte maladroite
J'écris ton nom

Sur le tremplin de ma porte
Sur les objets familiers
Sur le flot du feu béni
J'écris ton nom

Sur toute chair accordée
Sur le front de mes amis
Sur chaque main qui se tend
J'écris ton nom

Sur la vitre des surprises
Sur les lèvres attentives
Bien au-dessus du silence
J'écris ton nom

Sur mes refuges détruits
Sur mes phares écroulés
Sur les murs de mon ennui
J'écris ton nom

Sur l'absence sans désir
Sur la solitude nue
Sur les marches de la mort
J'écris ton nom

Sur la santé revenue
Sur le risque disparu
Sur l'espoir sans souvenir
J'écris ton nom

Et par le pouvoir d'un mot
Je recommence ma vie
Je suis né pour te connaître
Pour te nommer

Liberté

José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco Algunas veces, me gusta repasar aquellos poemas que me inflamaron el alma con ciertas emociones que podríamos llamar "atávicas", tales como el amor a la patria. Aunque ya sé que en España esta palabra tiene connotaciones de índole fascista, para un mexicano, "Patria" es una palabra sagrada y llena de emoción. Evoca luchas por la justicia que no por fracasadas dejan por ello de ser inmortales. Tierra, desde la cordillera hasta los mares. Árboles, desde el papayo hasta la jacaranda. Olores, el dulce olor de la panadería, como decia López Velarde y humedades de la selva tabasqueña.
En fin, hoy me apetece poner unos breves poemas de José Emilo Pacheco sobre estos temas:

ACELERACIÓN DE LA HISTORIA

Escribo unas palabras
y al mismo tiempo
ya dicen otra cosa
significan
una intención distinta
son ya dóciles
al Carbono 14
Criptogramas
de un pueblo remotísimo
que busca
la escritura en tinieblas.

ALTA TRAICIÓN

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

ÉXODO

En lo alto del día
eres aquel que vuelve
a borrar de la arena la oquedad de su paso;
el miserable héroe que escapó del combate
y apoyado en su escudo mira arder la derrota;
el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo
para que el mar no arroje su cadáver a solas;
el perpetuo exiliado que en el desierto mira
crecer hondas ciudades que en el sol retroceden;
el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto
el que escucha en el alba cantar un gallo y otro
porque las profecías se están cumpliendo: atónito
y sin embargo cierto de haber negado todo;
el que abre la mano
y recibe la noche.

FIN DE SIGLO

«La sangre derramada clama venganza».
Y la venganza no puede engendrar
sino más sangre derramada
¿Quién soy:
el guarda de mi hermano o aquel
a quien adiestraron
para aceptar la muerte de los demás,
no la propia muerte?
¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
a otros por lo que son o piensan?
Pero ¿cómo dejar impunes
la tortura o el genocidio o el matar de hambre?
No quiero nada para mí:
sólo anhelo
lo posible imposible:
un mundo sin víctimas.

Cómo lograrlo no está en mi poder;
escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento
de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo

con el cuenco trémulo de la mano
Mientras escribo llega el crepúsculo
cerca de mí los gritos que no han cesado
no me dejan cerrar los ojos.

INDESEABLE

No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.

José Emilio Pacheco (México, D.F., 1939) es poeta, periodista ensayista y narrador. Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y allí inició sus actividades literarias en la revista Medio Siglo. Dirigió con Carlos Monsiváis el suplemento de la revista Estaciones, fue secretario de redacción de la Revista de la Universidad de México y de México en la Cultura, suplemento de Novedades, así como jefe de redacción de La Cultura en México, suplemento de Siempre.

Asimismo, dirigió la Biblioteca del Estudiante Universitario. Ha sido profesor en varias universidades de los Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Se le han otorgado los premios Magda Donato, Nacional de Poesía, Nacional de Periodismo Literario, el Xavier Villaurrutia, el Malcolm Lowry para trayectoria en el campo del ensayo, Nacional de Lingüística y Literatura, 1992; y en 1996 el Premio José Asunción Silva al mejor libro de poemas en español publicado entre 1990 y 1995.

En Tarde o temprano recopila sus primeros seis libros de poemas: Los elementos de la noche, El reposo del fuego, No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás, Islas a la deriva, Desde entonces, a los que han seguido; Los trabajos del mar, Miro la tierra, Ciudad de la memoria, así como un volumen de versiones poéticas, Aproximaciones.

Es autor de dos novelas, Morirás lejos y Las batallas en el desierto y tres libros de cuentos: La sangre de Medusa, El viento distante y El principio del placer.
Ha editado numerosas antologías como la Antología del modernismo y obras de muchos autores como Federico Gamboa y Salvador Novo. Entre sus traducciones figuran Cómo es de Samuel Beckett, De profundis de Oscar Wilde. Un tranvía llamado deseo de Tennesse Williams, a las que se han sumado en años recientes Cuatro cuartetos de T.S. Eliot y Vidas imaginarias de Marcel Schwob.

Las "Quimeras" de Nerval

Las "Quimeras" de Nerval Nerval es un poeta que amé a los 19 años. Me lo descubrió Tomás Segovia, poeta español exiliado en México, que tenía el don o la maestría de traducir (del italiano, del francés), no sólo la poesía (la letra, sino también el ritmo, que es el espíritu del poema. Así, me recitó muchas veces estos hermosos versos, etéreos, misteriosos. Acaba de publicarse en Galaxia Gutemberg su traducción de la Obra Completa de Nerval.
Su verdadero nombre fue Gérard Labrunie (1808-1855), y se le considera dentro del grupo de los poetas simbolistas franceses. Su universo son los sueños y las alucinaciones, el mundo mitológico y el mundo de la leyenda y el mito. Los surrealistas le veneraron. En sus escritos refleja sus propias experiencias y sueños, revelando las visiones y fantasías que amenazaban constantemente su cordura, como en Aurelia (1853), que aborda los temas del amor perdido y la salvación religiosa. Los relatos incluidos en "Las hijas del fuego" (1854), entre los que destaca Silvia, son extrañas reminiscencias de la juventud y la belleza perdidas. Los sonetos, en alejandrinos franceses de "Las quimeras" (1854) están dominados por la desesperación. Como toda alma sensible no soportaba la vida. Se suicidó un año después de publicar esos poemas. Es uno de los grandes. Uno de los indispensables.

El Desdichado
Je suis le Ténébreux, - le Veuf, - l'Inconsolé,
Le Prince d'Aquitaine à la Tour abolie :
Ma seule Étoile est morte, - et mon luth constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie.

Dans la nuit du Tombeau, Toi qui m'as consolé,
Rends-moi le Pausilippe et la mer d'Italie,
La fleur qui plaisait tant à mon coeur désolé,
Et la treille où le Pampre à la Rose s'allie.

Suis-je Amour ou Phoebus ?... Lusignan ou Biron ?
Mon front est rouge encor du baiser de la Reine;
J'ai rêvé dans la Grotte où nage la Sirène...

Et j'ai deux fois vainqueur traversé l'Achéron:
Modulant tour à tour sur la lyre d'Orphée
Les soupirs de la Sainte et les cris de la Fée.

Myrtho
Je pense à toi, Myrtho, divine enchanteresse,
Au Pausilippe altier, de mille feux brillant,
À ton front inondé des clartés de l'Orient,
Aux raisins noirs mêlés avec l'or de ta tresse.

C'est dans ta coupe aussi que j'avais bu l'ivresse,
Et dans l'éclair furtif de ton oeil souriant,
Quand aux pieds d'lacchus on me voyait priant,
Car la Muse m'a fait l'un des fils de la Grèce.

Je sais pourquoi là-bas le volcan s'est rouvert...
C'est qu'hier tu l'avais touché d'un pied agile,
Et de cendres soudain l'horizon s'est couvert.

Depuis qu'un duc normand brisa tes dieux d'argile,
Toujours, sous les rameaux du laurier de Virgile,
Le pâle hortensia s'unit au myrte vert!

Constantino Cavafis

Constantino Cavafis La ciudad
Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
Y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo los ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".
No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.

"Suave Patria" de Ramón López Velarde

"Suave Patria" de Ramón López Velarde PROEMIO

Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo,
para cortar a la epopeya un gajo.

Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuán
que remaba la Mancha con fusiles.

Diré con una épica sordina:
la patria es impecable y diamantina.

Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste todo entero
al golpe cadencioso de las hachas
y pájaros de oficio carpintero.

Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.

Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.

Patria: un mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio

Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.

Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.

¿Quién, en la noche que asusta a la rana
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los juegos de artificio?

Suave Patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco, sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.

Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se veía
el santo olor de la panadería.

Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera
suave Patria, alacena y pajarera.

Al triste y feliz dices que si,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.

¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas;
oigo lo que se fue, lo que aun no toco,
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida
oh trueno, la ruleta de mi vida.

INTERMEDIO

Cuauhtémoc
Joven abuelo; escúchame loarte
único héroe a la altura del arte.

Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclinase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.

No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio:
tu cabeza desnuda se nos queda
hemisféricamente, de moneda.

Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera , al azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.

SEGUNDO ACTO

Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alumbradas.

Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.

Inaccesible al deshonor, flores;
creeré en ti, mientras una mexicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana
y al estrenar su lujo quede lleno
el país, del aroma del estreno.

Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería.

Tu imagen, el Palacio Nacional
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.

Te dará, frente al hambre y el abús,
un higo San Felipe de Jesús.

Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.

Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.

Si me ahogo en tus julios, a mi baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja:
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.

Quieren morir tu ánima y tu estilo.
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.

Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el Ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es mas feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
¡la carretera alegórica de paja!