Claude Chabrol ( 2 ) La Ceremonia (1995)
Chabrol reunió aquí a dos de las mejores actrices francesas a las que utilizó en varias de sus obras: Isabelle Huppert, a quien ya mencionamos en el primer artículo de esta miniserie, y Sandrine Bonnaire, una mujer con tanto talento como capacidad para encarnar personajes que abarcan la más amplia gama de los sentimientos humanos. Los actores que personifican a la familia burguesa son también excelentes, destacando, sobre todo, Jean-Pierre Cassel (padre de ese ’monstruo’ del cine francés actual que es Vincent Cassel) y Virginie Ledoyen en el papel de la hija que, con las mejores intenciones, actúa como la detonante del conflicto.
Chabrol hace aquí una de sus famosas adaptaciones policiacas o de suspense, sobre una obra de Ruth Rendell, una historia que tiene también conexiones con aquella contada en Las criadas de Jean Genet, que a su vez se basó en un crimen real ocurrido en Francia a principios de la década de los 30 y cuyas protagonistas reales fueron las hermanas Papin. La obra de Chabrol nos remite a un ramillete de películas basadas más o menos en la misma fuente: The maids (1975, con dirección de Christopher Mines), con Glenda Jackson y Susanna York o la más reciente Sister, my sister (de 1994, con Jodhi May y Joely Richardson, dirigidas por Nancy Meckler, que aporta una lectura lesbiana del caso).
Chabrol (que escribe el guión al alimón con la psicoanalista y escritora francesa Caroline Eliacheff, con la que colaboró en alguna otra película), como siempre, emprende una tarea que al mismo tiempo define la psicología de las dos protagonistas y el problema de la lucha de clases, que se resuelve en violencia y muerte. A diferencia de las otras películas mencionadas, ésta no muestra a la familia burguesa a cuya casa llega Sophie (Una eficacísima Sandrine Bonnaire), como una familia depredadora o cruel, o tiránica. Todo lo contrario, la familia se muestra considerada con la nueva asistenta, aunque no desinteresadamente, claro. En realidad, las diferencias entre los amos y la asistenta están más allá de la buena o mala voluntad de los amos y de la asistenta: son constitucionales de cada parte. Hay dos ejes principales sobre los que Chabrol subraya la diferencia: uno es la televisión. No sólo la de los amos es grande, con una infinita cantidad de canales, sino que es diferente por los programas que ellos ven. Por ejemplo, la ópera. La televisión de Sophie es pequeña, no tiene más canales que los normales y lo que en ella ve Sophie son los típicos programas llenos de vulgaridad y ejemplo de alienación; ante esa televisión, Sophie se siente fascinada: parece hipnotizada casi.
El segundo eje sobre el que se construye la diferencia entre amos y criada es la cultura de ellos y el analfabetismo de Sophie. La asistenta vive con vergüenza y terror su diferencia. Es una analfabeta secreta, incapaz de mencionar el hecho a nadie. Y esta carencia no sólo la hace sufrir y la coloca en situaciones imposibles, también alienta en ella el odio hacia la familia feliz, cuya originalidad (la mujer aporta un hijo al matrimonio, y el marido una hija, y todos parecen estar integrados perfectamente), la golpea como un insulto.
Pero este odio no afloraría si ella estuviera sola. Chabrol y Eliacheff nos muestran el monstruo de dos cabezas formado por esta mujer joven, callada, tímida, secreta, que se combina con la personalidad extravertida, irónica, provocativa, rebelde de Jeanne (Huppert, como siempre, gloriosa).
En el pasado de ambas mujeres hay un secreto ¿Tal vez cada una ha cometido ya un crimen terrible? Y ambas se fusionan, después de tantearse, de irse revelando poco a poco la una a la otra en escenas de una absoluta perfección formal, cuyos cuidadísimos planos nos llevan a la conclusión de que nada serían la una sin la otra. Juntas serán, en cambio, imbatibles e inexpugnables. La fusión de las dos personalidades lleva a la apoteosis del odio: al crimen. Algo que ya había revelado Capote en su magistral reportaje novelístico, A sangre fría.
Contada con planos magistrales, la división de las clases y la fusión de las dos mujeres resulta a la vez obvia y comprensible, si bien no justificable, por supuesto, La conclusión, inevitable. El desenlace, brutal y característico de Chabrol, no hace concesiones, y ofrece una sorpresa final.
La ceremonia (Francia 1995), Director, Claude Chabrol; Guión, Claude Chabrol y Caroline Eliacheff sobre una novela de Ruth Rendell; Fotografía, Bernard Zitzermann; Música, Mathieu Chabrol; Reparto, Sandrine Bonnaire, Isabelle Huppert, Jacqueline Bisset, Jean Pierre Cassel, Virginie Ledoyen, Valentine Merlet.
2 comentarios
Luis -
Gabriela -
Abrazos.