Audiolibros I: Jane Eyre, leída por Lucy Scott
Leer en voz alta siempre ha sido una buena costumbre en mi familia. Leer a otros o que otros te lean. La música de las palabras escritas. Recuerdo que Tomás Segovia me dijo una vez que el poema debe ser, siempre, dicho. Y es cierto: la belleza de la poesía está en su música. Pero también está en la prosa, como bien aseveró Fray Luis de León, diciendo que en ella hay que contar también las sílabas.
La medida de una obra maestra (especialmente de una obra clásica), resulta más clara cuando la leemos en voz alta. Su ritmo, eso que algunos llaman su estilo. Yo me leo a veces, sola. Me leo para escuchar las palabras, especialmente en francés o en inglés. Quiero oír cómo suenan mis obras favoritas; Quignard, Brontë, Montaigne ¡qué bien saben sonar! Por supuesto, Aldana, Garcilaso de la Vega, el propio Segovia, Sor Juana, Quevedo, Cortázar, Borges. Un festín de los sentidos. No sólo el corazón se sabe emocionar, también nuestra mente se emociona, y lo hace respondiendo a la lectura en voz alta como a una sinfonía de Mozart o a una fuga de Bach. Pero ¡ojo! una mala lectura en voz alta es para mí uno de los tormentos más indeseables. Impostación, falta de frescura, presunción en la voz ¡Qué difícil es leer bien en voz alta! Porque implica intimidad y publicidad al mismo tiempo. Un equilibrio de emoción que no puede convertirse en actuación. Sincerarse ante el texto escrito para decirlo con su justo tempo y tono. No es fácil encontrar ese punto.
Estos primeros días de vacaciones los he empleado, como siempre, en buscar lecturas para mis estudiantes del próximo curso, para terminar algunas tareas del Instituto que no había podido concluir antes, para leer, como siempre. Pero en la noche, fatigada, he optado por los audiolibros. Semirecostada en el sofá, con esa luz de las nueve de la noche, luz que se va extinguiendo a veces bruscamente, he dejado que me encante y me seduzca la lectura que Lucy Scott hace de Jane Eyre, la obra que probablemente he leído más veces en mi vida junto con El Quijote o El túnel, una obra a la que su lectura está dotando de una nueva vida, de unos nuevos matices. Toda Jane Eyre está en la lectura de Lucy Scott: su ingenio, su sarcasmo, su tristeza, su extraordinaria descripción del páramo, de los estrechos y fríos dormitorios de Lowood, de los tres pisos de Thornfield con su misterio escondido, con su prisionera. Los diálogos entre Rochester y Jane, esa fantástica habilidad para poner en la mejor prosa inglesa su creciente amor. Leidos, los diálogos de Jane y Rochester se nos muestran engrandecidos. Son literarios, pero no son falsos. Son inspirados y son verdad. Y el ruiseñor que canta en el jardín la noche de la declaración de Rochester o la extraña intervención de la gitana en el salón de la casa, tratando de embaucar a Jane para que hable, para que diga que ama a Rochester adquieren de pronto, peso. El peso de una historia que tiene muchas dimensiones y una de ellas es su perfección formal. Qué ritmo tiene este texto. Hasta ahora, no sabía yo en dónde radicaba su extrema perfección. Está ahí: en el ritmo de la palabra dicha.
Poder escuchar y comprender cada matiz es un privilegio. Sé que me pierdo tanto no pudiendo hacer lo mismo en otras lenguas, como por ejemplo, en alemán. Pero en inglés este placer es todo mío, es un placer que debo a esta lectora maravillosa: Lucy Scott.
Por obra y gracia de internet.
Charlotte Brontë, Jane Eyre, Lectora: Lucy Scott, Great Literary Classics en i-Tunes por sólo 1, 95 euros. (En inglés).
3 comentarios
Emiliano Mallenco -
Los audiobooks nos ayudan también a aprender o reforzar un idioma.
Yo soy adicto a la colección
LIBRIVOX, que recomiendo desde aquí. Yo probé con "Daisy Miller"", de Henry James, y quedé encantado.(http://www.archive.org/details/audio_bookspoetry)
Y hace poco escuché al gran Jaime Sabines leyendo "LENTO, AMARGO ANIMAL" y,claro, en él la palabra dicha nos provoca un remezón.
CORDIALMENTE
Emiliano
(Estoy en www.farolitorojo.blogspot.com
en donde tengo una bitácora de carácter misceláneo)
gabriela -
Abrazos, Fer.
fgiucich -