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Sesiones dobles. Primera sesión: Fresas salvajes, de Ingmar Bergman

Sesiones dobles. Primera sesión: Fresas salvajes,  de Ingmar Bergman

 

Aun cuando me había retirado del blog, acepté el reto lanzado desde Sesiones Dobles para hacer una revisión de estas dos obras del Bergman temprano.
Han pasado los días y no conseguía sentarme a ver las películas. Debo aclarar que cuando yo comencé a ver Bergmans en el cineclub de la Ciudad Universitaria de México (corrían los años de 1966 y 1967), no vi estas películas. Yo comencé por Persona, por Pasión, por Vergüenza, para luego ver El rostro o La noche del Lobo. En otras palabras, comencé por el postre.
Fue ya en Barcelona cuando me topé con el Bergman de El séptimo sello, y su fastuoso blanco y negro me era bien conocido, junto con su mezcla de onirismo y neoexpresionismo que todavía hoy me siguen asombrando.

 Hasta hace poco, no había visto Fresas salvajes. Creo que fue a raíz de un post de Portnoy que me picó la curiosidad por esta obra, que en principio no me había apetecido.

Es una obra oscura, misteriosa, deshilvanada. Creada a partir de la intersección del recuerdo y la realidad, y con el añadido de los sueños. Los sueños que muestran, elocuentemente, la realidad que el profesor nos va detallando pocos segundos antes, cuando, tomando la voz narrativa, nos habla de su misantropía, de su egoísmo, de su carencia de verdaderos afectos.


El profesor Isak Bjork inicia su viaje hacia Lundt para recibir una distinción por su jubileo como médico. Antes, tiene un sueño, o mejor dicho, una pesadilla: el sueño de los relojes me recuerda la leyenda de Félix de Montemar, variante de la de don Juan, cuando el personaje principal contempla su propio entierro. El trasfondo es el mismo: el tiempo vuela, y cuando se detiene (ya no hay manecillas que corren para marcar las horas), ¿qué queda? Tal vez sólo el amargo sabor de la soledad y de la nada.


Y sin embargo, la vida corre pararela a esta convicción pesimista (o tal vez sólo realista de la existencia), y al mismo tiempo que el profesor constata que ha vivido -tal vez equivocadamente-, volcado en su profesión, sin atender a los cariños, aparecen nuevos personajes en su vida, y con ellos, nuevos florecimientos, nuevos amores. Al mismo tiempo que de su memoria emerge el primer amor, Sara, que luego casó con su hermano Siegfried, aparece otra Sara, viva, palpitante, cariñosa, aventurera, que viaja hacia Italia (hacia la luz), con sus dos compañeros, Viktor y Anders. Como la antigua Sara, escoltada por los dos pretendientes, Isak y Siegfried, esta Sara irrumpe en la vida de Isak y se siente ’orgullosa’ de él.


También su nuera, Marianne, antes lejana, a raíz del viaje se encuentra con él. Los resabios de un viejo rencor entre el profesor y su hijo desaparecen, Marianne y el profesor ven nacer o renacer el tímido sentimiento paterno-filial. Marianne y el profesor se ven reflejados en un matrimonio con el tienen un accidente, aunque Marianne apostilla: ’Pero nosotros nos queremos’, refiriéndose a ella y al hijo del profesor, Evald. El profesor evoca también a su esposa, a quien, como Evald a Marianne, trató ’glacialmente’.

De todo toma nota el viejo, mientras se acerca el momento de recibir los honores de la universidad. Y así, la extraña película llega a un dulce final, con el profesor que sonríe desde su cama, quizá deseando ser otro ser después del viaje, un ser más humano, más cariñoso, menos solitario.


Algunos críticos piensan que estos sueños o estos recuerdos aparecen en la obra de Bergman para decirnos que el profesor ya no tiene vida. Yo no lo creo. Creo que los recuerdos, los sueños forman parte de nuestro presente, somos lo que fuimos, no dejamos de ser o de tener un presente por recordar nuestro primer amor, nuestra infancia...

Quizá el profesor, que hace un examen de conciencia que dura lo que su viaje, refleje la mirada protestante de ese Bergman moralista que tanto molesta a algunos; pero creo que todos, llegados a la vejez, vamos trazando ese camino que nos lleva hacia atrás, hacemos balance, vemos con claridad nuestros defectos, nuestras carencias, nuestros errores. Como el profesor, creemos que todavía, quizá...tenemos tiempo...

 

Título español: Fresas Salvajes (Smultronstället). Director y guionista: Ingmar Bergman. Fotografía :Gunnar Fischer. Música: Erik Nordgren. Montaje: Oscar Rosander. Producción: Svensk Filmindustri. Reparto:Victor Sjöstrom, Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Gunnar Björnstrand, Max von Sydow.

Club de Sesiones Dobles:  Sesiones Dobles (Organizador), Books & Films, El diario de Mr. MacGuffin, Sesión doble, Cineahora, El espejo de los sueños, Arte y literatura, El trono de Hatti, La mujer justa, Ojo de buey, Himnem, El lamento de Portnoy, Otros clásicos, La linterna mágica, Mitte, El dia del cazador, Marcovelez.net, Corten!!!, Rulemanes para Telémaco, Cinefilo-Compulsivo, Intramuros, Arricom.

 

 

4 comentarios

Alicia -

Lo realmente bonito de la película es que Isak se da cuenta de su error e intenta cambiar, y nunca es demasiado tarde para ello. Al menos no lo es para su nuera, aunque para su criada parece la cosa mas dudosa

Portnoy -

Es curioso porque la cuestión de la edad es importante. Creo que Fresas salvajes se ve de distinta manera según la edad del espectador. Pero debemos pensar que Bergman tenía 40 años cuando la dirigió... nel mezzo del cammin... tal vez esa sea la edad apropiada para visionarla (o pasada esa invisible barrera, no sé)
De todas formas ¿no encuentras esa reunificaión familiar, esa reconciliación un tanto fría? ¿no te asusta Marianne en el coche diciéndole a Isak lo que piensa sobre él con una encantadora sonrisa en los labios?
Como si fueran extraterrestres.
:-)
Me alegra volver a verte
Un saludo

Gabriela -

Querido Fernando, el sábado publicaré sobre El séptimo sello.
Abrazos.

fgiucich -

Lo más importante es que hayas vuelto. Abrazos.