Lola Álvarez Bravo, la primera fotógrafa profesional mexicana
"Busco la esencia de los seres y de las cosas".
El libro de Poniatowska que reseñé hace poco me llevó de la mano hasta la revisión de la obra de esta mujer extraordinaria que fue Lola Álvarez Bravo; en sus inicios, discípula de Edward Weston (por delegación, ya que no llegó a conocerlo durante su estancia en México), y de Tina Modotti, junto a la que creció su amor por ese nuevo arte del siglo XX que es la fotografía. Entre Weston, Modotti, Cartier-Bresson y Manuel Álvarez Bravo, la obra de Lola se mantiene en igualdad de categoría y de calidad plástica y expresiva.
La editorial Turner publica, en colaboración con el Fondo de Cultura Económica, este cuidado libro sobre la vida y la obra de la primera fotógrafa profesional mexicana. Las fotografías a toda página, editadas con primor y gran calidad gráfica. El libro cuenta con un estudio muy interesante sobra la vida y la obra de esta mujer.
Lola Álvarez Bravo había nacido en una familia de la burguesía jaliciense, en Lagos de Moreno, allá por el año de 1907. Fue la primera mujer de otro gran fotógrafo: Manuel Álvarez Bravo, cuya obra también puede ser encontrada en España (Könemann, en edición trilingüe -inglés, francés y alemán-, Nueva York, 1997). Primero en colaboración estrecha con su marido y luego sola, Lola se forjó un nombre y una vida propia; creó y vivió intensamente.
La fotografía de Lola tiene un carácter específico, un estilo personal. Es una fotografía que no descuida el encuadre ni la composición, pero que está abierta a todas las posibilidades de la realidad. Realidad ante la que la fotógrafa reacciona de dos maneras: reflejándola y recreándola con el uso del collage. Lola es una fotógrafa osada, carnal, emotiva.
Me encantan sus desnudos, su autorretrato, así como sus retratos indígenas, como el que aparece en la portada del libro, en la que se aprecia esa capacidad para reflejar la sutileza de la piel y la impasibilidad del gesto misterioso del sujeto.
Lola no se pierde con el psicologismo, sino que muestra al sujeto en contemplación. La mirada no es invasiva sino cómplice. No hay voyeurismo sino participación, espacio común de mirada y mirado.
Lola no es una fotógrafa rural, como lo es Rulfo, testigo de un mundo atávico, extraño, onírico, pasado en su intemporalidad, mitificado, estático, detenido en el tiempo por su Leica. El mundo de Lola es un mundo que ya es contemporáneo, un mundo dentro del tiempo que le tocó vivir, un mundo reconocible, cercano.
En la efervescencia cultural del México de los años veinte, posteriores a la Revolución Mexicana y hasta su muerte en 1993, Lola evoluciona, crece, siempre atenta. En medio de esa clase intelectual internacional e internacionalista que se refugia en México o que pasa por México, su obra sigue siendo un referente no ya de mexicanidad, sino de contemporaneidad. Apartada de la lucha feminista, ella esgrime su profesión y su femeneidad sin sobresaltos: naturalmente. Como ha de ser.
Más allá del estetiicismo que se puede achacar a otros fotógrafos (Weston, Manuel), las fotografías de Lola interrogan a la vida en todas sus manifestaciones privadas y públicas. La vida, multiforme, queda en su cámara, ante nuestros ojos, no sin intervención de la belleza, pero no buscándola frenéticamente, sino encontrándola, haciéndola suya a través de la lente. La fotografía de Lola se reconoce como suya en todas sus etapas.
En nuestro tiempo ya es imposible entender el arte sin la fotografía.
Elizabeth Ferrer, Lola Álvarez Bravo, Fondo de Cultura Económica-Ed. Turner (Presentación de Douglas R. Nickel, traducción española de Pedro Serrano), México-Madrid, 2006.
3 comentarios
Gabriela -
Ángel, hola. Bueno, ya reseñé (en el link de este mismo artículo), la biografía de Tina Modotti, escrita por Elena Poniatowska. Ahí también doy la ficha del libro que el FCE le dedicó hace dos décadas a su fotografía (de Mildred Constantine). Pero Tina no es mexicana, es italo-americana y no me parece bien 'apropiárnosla':Un abrazote.
angel -
fgiucich -