Miguel Ángel Maceiras
Iba yo a la primaria de las señoritas Amaro, en San Ángel (El Instituto Colonia Guadalupe), y estaba más sola que la una. Mi mamá no me dejaba ni ir solita al colegio : me llevaba Josefina, que era una india güera (rubia), de pelo chino , afro y ojos verdes y que desplegaba su sex appeal como la miel sobre una tostada mañanera. Yo estaba muy enojada, porque era la más chaparrita de la clase y porque no era guapa guapísima, como mi mamá. Yo heredé la cara de batracio de mi papá y estaba muy triste por eso. Me dediqué a la lectura y a la tele. Me vi todas las películas que pasaban por el canal 4, de Bette Davies, de Errol Flynn: todo el cine de los años 40 y 50. Ahí nacieron mis dos aficiones primordiales: los libros y el cine.
Cuando estaba en quinto de primaria, Miguel Ángel Maceiras me trajo a la casa una luciérnaga en una cajita. Me acordé hoy, porque Alejandro Aura en su blog alude a esas criaturas mágicas. Yo no salía de mi casa, así que no vi a la luciérnaga lucir sus fosforescencias, pero aún así, recuerdo esa cajita como uno de los momentos cumbre de mi existencia infantil.
Miguel Ángel Maceiras era uno de los guapos de la clase, era alto, rubio, un poco macarrilla. Que me llevara la luciérnaga a mi casa (aunque no pasó de la reja: órdenes de mi mamá-celadora), fue un triunfo inesperado, una alegria, un vuelco en el corazón.
¿Qué habrá sido de aquellos compañeros de primaria? De Maceiras, de Leticia Viramontes, de Amelia Martínez, de José Antonio Molina, de Sergio Bátiz, de Andrés Piccini Pérez, de Eugenia Ortiz de Zárate, de Teresita Legazpi o de Cristina Deschamps?
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