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Esperando a los bárbaros, de J.M. Coetzee y nosotros

Esperando a los bárbaros, de J.M. Coetzee y nosotros

Hoy que se paralizan vuelos cada dos por tres porque una pasajera lleva una crema “sospechosa” (y se comprueba después que es una crema limpiadora), que un ataque de claustrofobia de una pasajera hace que los servicios especiales de USA ocupen las pistas y por poco no sacan los tanques; hoy que las madres de bebés hayan de probar en presencia de las autoridades el líquido contenido en los biberones de sus hijos, y hoy que se desvían vuelos por “actitudes sospechosas” manteniendo un alto nivel de alerta en la mitad de los aeropuertos europeos, he recordado a J.M.Coetzee y su famoso libro Esperando a los bárbaros. Hace ya mucho tiempo que lo leí. Tanto, que ni siquiera conservo el ejemplar y he bajado a mi librería a comprarme otro. Vale la pena recordar que Coetzee escribió esta novela alegórica en una Sudáfrica paranoica y racista, en la que el apartheid era una forma de vida sancionada por la comunidad internacional. En la que los derechos de ciertos humanos (los nativos, por cierto, de ese inmensa tierra), eran sometidos a un régimen de esclavitud, segregación, tortura y crueldad extrema que podría, por sí solo, llenar todas las páginas de una Historia de la infamia no escrita por Borges.
La paranoia social, el miedo, la negación del otro a través de su destrucción, constituyen los ejes de esta novela. El otro, que nunca llega a tener rostro ni nombre. Incluso para el protagonista, un hombre bueno, que no aprueba las represiones de los del Tercer Departamento, ellos, los otros, no llegan a encarnarse. Duerme al lado de una chica durante cinco meses, la lava, la masajea, trata de aliviar las secuelas de la tortura a la que ha sido sometida (no por él, sino por los soldados), y sin embargo, no recuerda su cara, no sabe quién es ella.

Parecía haber siempre una neblina diseminándose desde su mirada vacía, una vaguedad que se apoderaba totalmente de ella. Fijo la vista en la oscuridad, esperando que surja una imagen; pero el único recuerdo en que puedo apoyarme completamente es el de mis manos llenas de aceite deslizándose por sus rodillas, sus pantorrillas, sus tobillos.

El protagonista, Administrador de ese territorio de frontera indeterminado, acaba naturalmente, siendo apresado y torturado por los mismos que han apresado y torturado a los bárbaros, acusado de traición.

Y es cierto que traiciona al Imperio, en la medida en que se permite cuestionar y rechazar sus métodos.
Obligado por ese deber íntimo, es sometido a la deshumanización constante a través del maltrato y se convierte en una sombra, un ser apenas humano, que sólo está pendiente de comer, de defecar, de caminar por la sombra cuando le es permitido.

Alguien me da un empujón y empiezo a balancearme de un lado a otro describiendo un arco a treinta centímetros del suelo como una vieja y enorme polilla cogida por las alas, gritando, clamando.
Prorrumpen en risas.

Pero los civilizados, los occidentales, los europeos invasores, los del Imperio, no se libran del miedo que estos bárbaros les provocan.
Su miedo hace que la vida del enclave civilizado transcurra como en una pesadilla. Una pesadilla de rumores, de expectativas aterradoras, de inseguridades profundas:

Los bárbaros salen de noche. Antes de que oscurezca hay que recoger la última cabra, atrancar las puertas y apostar un centinela en cada atalaya para dar las horas. Dicen que los bárbaros merodean por los alrededores durante toda la noche, resueltos a asesinar y saquear. Los niños ven en sueños cómo se abren las contraventanas y cómo los rostros feroces de los bárbaros les dirigen miradas aviesas. “¡Han llegado los bárbaros!”, gritan los niños, y no hay quien los tranquilice. Desaparece ropa tendida y comida de las despensas, por muy herméticamente cerradas que estén. Dicen que los bárbaros han excavado un túnel bajo las murallas; que entran y salen a placer y cogen lo que quieren; que nadie está seguro ya. Los campesinos todavía labran sus campos, pero salen en grupo, nunca solos. Trabajan sin ilusión: dicen que los bárbaros aguardan tan solo a que hayan sembrado para volver a anegar los campos.


17 de agosto de 2006: El vuelo 923 de United Airlines que cubría la ruta de Londres a Washington fue ayer desviado a Boston donde tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia. Aunque inicialmente se barajó la existencia de terroristas a bordo, finalmente resultó ser una pasajera que sufrió un ataque de claustrofobia. La ansiedad provocó que la mujer de 60 años mantuviera un altercado con la tripulación. El capitán del avión, que transportaba 82 pasajeros y 12 tripulantes, declaró entonces una emergencia de seguridad. El vuelo aterrizó sin incidentes en el aeropuerto Logan International de Boston después de ser escoltado por aviones de combate, según confirmó Amy von Walter, portavoz de la Administración de Seguridad en el Transporte de EE UU.

18 de agosto de 2006: Una terminal del aeropuerto Tri-State de Virginia Occidental (EEUU) fue evacuada después de que un perro adiestrado reaccionase ante una botella llena de un líquido sospechoso en el bolso de una pasajera, que resultó ser una crema limpiadora del cutis, según informó la Oficina Federal de Investigaciones (FBI).

La mujer propietaria del equipaje de mano en el que se halló el líquido fue detenida por la policía para ser interrogada, informó el director del aeropuerto, Larry Salyers, en declaraciones a la cadena de televisión "CNN".

La mujer, que iba a embarcarse en un vuelo a Charlotte (Carolina del Norte), nació en 1978 y es oriunda de Jackson (Michigan), según Salyers.
El servicio de vuelos comerciales fue interrumpido, y unas cien personas tuvieron que ser evacuadas de la terminal.

23 de agosto de 2006: La tripulación informó al piloto del comportamiento extraño de algunos de los 149 pasajeros al advertir que usaban el móvil, según informa la cadena Fox.

El fin de semana pasado quedó en evidencia el sistema de alerta terrorista en Holanda, después de que la oficina del Coordinador Nacional de Lucha contra el Terrorismo fuera informado tarde de la presencia de un sospechoso de portar una bomba en un festival de música, aunque finalmente todo resultó ser una falsa alarma.

24 de agosto de 2006: LONDRES.- Otro de los sospechosos detenidos en relación con una supuesta conspiración para derribar aviones en vuelo desde el Reino Unido a EEUU fue liberado anoche sin cargos, según confirmó Scotland Yard.

Según la nueva legislación antiterrorista británica, en vigor desde este año, las fuerzas del orden disponen de un plazo máximo de 28 días, desde el momento de la detención, para interrogar a los sospechosos.

(Las noticias están tomadas de la edición digital de los periódicos El Mundo y Cinco días)


J. M Coetzee, Esperando a los bárbaros, (Traducción de Concha Manella y Luis Martínez Victorio), Debolsillo, Barcelona, 2004.


6 comentarios

María -

Me interesa mucho utilizar los textos expuestos de "Esperando a los bárbaros" para un documento en el que trabajamos un grupo de profesores. El documento es para la Consejería de educación de la Junta de Andalucía. ¿Es posible? ¿Tendría problemas con el Copyright? Gracias si me puedes ayudar.

fgiucich -

Acabo de regresar de un viaje y he podido comprobar que la paranoia está instalada, apenas uno ingresa a un aereopuerto. Abrazos

Gabriela -

Gracias por tu visita, Daniel, bienvenido y espero que vuelvas. Un saludo cordial.

Daniel Quinn -

Acabo de descubrir tu blog, Gabriela, y me parece fantástico. Me gustan mucho tus comentarios sobre Auster (compartimos admiración). En cuanto a "Esperando a los bárbaros", es estremecedora y tiene la virtud de las grandes obras: admitir infinitas relecturas aplicables a cualquier contexto y coyuntura.
Saludos!!

Gabriela -

Iba a incluir el poema, Gregorio, pero no quise alargar tanto el post. Un abrazo.

Gregorio -

Me has lanzado, Gabriela, sobre mi viejo amigo Konstantino Kavafis, para releer su poema titulado, precisamente, "Esperando a los bárbaros". Y gracias a ti ha cobrado, de repente, un sentido nuevo. La gran literatura está viva porque siempre nos dice qué es lo que nos pasa.