El contorno del abismo.Vida y Leyenda de Leopoldo María Panero
de J. Benito Fernández, Tusquets (col. Andanzas),1999. Con un prólogo de Antonio Martínez Sarrión.
Llegué a la lectura de este libro con retraso, porque mi relación con Leopoldo María Panero es ambigua. Por una parte, reconozco en él al gran poeta. Por otra, su temática me resulta difícil de digerir, antiestética, sucia. Lo considero un autor irregular, capaz de escribir el mejor verso y el poema más deleznable. Pero lo mismo pasa con Picasso o con cualquier creador importante. A la postre, resulta que lo que sobrevive es mucho menos de lo esperado. Unos cuantos poemas de una obra ingente. Unos cuantos cuadros del pintor más prolífico del siglo XX. No hablo del valor comercial o del mercado, hablo de la calidad de la obra.
Esta biografía, basada en hechos narrados puramente desde el exterior, no exégetica, tiene ventajas y desventajas. La ventaja es que no es cursi ni apologética. La desventaja es que tienes la sensación de ir siguiendo los pasos de un muñeco que no llega nunca a encarnarse.
Es evidente que desde El Desencanto, de Jaime Chávarri, los Panero pasaron a categorizarse como arquetipo ¿De qué? Del fracaso, tal vez, de la familia burguesa. La destrozada morfología se hace evidente, pero no la razón de tal destrozo, de tal decadencia. En la biografía, me entero de que hay una parte de la familia con enfermedades mentales. Y está el alcoholismo, quizá heredado, del padre. La violencia, que se intuye aunque no se nombra, forma parte del cuadro. La familia es un monstruo de mil cabezas. Lo verdaderamente llamativo es la ejemplaridad de la persistencia. Persistir en la búsqueda del poema a lo largo de tantos años, en medio de la locura, en medio de la desesperación, en medio de la propia mierda, como dijera Sartre en los años 50. Para mí lo heroico es esa gesta de Leopoldo María Panero: ser poeta, a pesar de estar loco, de ser destructivo y autodestructivo, a pesar de ser drogadicto, borracho, promiscuo, coprolálgico: despojo, pero despojo poético. "No soy un monstruo", dice. Me recuerda la escena de El hombe elefante de Lynch en que John Merrick responde a la furiosa turba: "Soy un hombre". Panero también es un hombre, herido, mutilado y creador. Al fin y al cabo, cada uno en distinta medida somos Gregorio Samsa. Pero no todos tenemos el valor de asumir eso como provocación, como escupitajo, como rebelión, como herida abierta.
A pesar de que lectura de este libro me ha servido, me sirven más sus poemas. No me molesta convenir con Octavio Paz cuando afirma que la única biografía de un poeta es su obra.
Y la obra de Leopoldo María Panero persistirá. La finalidad del arte, me dijo hace mucho Tomás Segovia, no es la belleza, sino la verdad. En la obra de Panero hay verdad, y esa belleza oscura, turbia de la pureza. Vida u Obra.
Más allá de donde
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,
hacer florecer como un reino
la sucia flor de la agonía:
yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte y hacer
de mi cadáver el último poema.
De Last River Together 1980
7 comentarios
Héctor -
En lo más profundo
de lo inmundo.
Masury -
emejota -
Gabriela -
Un saludo cariñoso.
emejotaese -
http://laideadelnorte.blogspot.com/2005/08/locura.html
Enhorabuena por tu bitácora!
Gabriela -
Patricio -
Saludos.