Bodas homosexuales
Decía Ernesto Sábato que la humanidad no había progresado. Lo decía porque en verdad el arte actual no está más desarrollado hoy que en la época helenística, la tecnología mata más personas ¿Es eso progreso? Hoy se tortura con electroshocks ¿Es eso progreso? ¿Se ama mejor hoy? ¿Somos mejores personas? Su respuesta es negativa.
Pero existen ciertas cosas que sí han mejorado. Nuestra perspectiva es hoy más clara respecto a los derechos humanos, aunque se sigan violando, o incluso se violen más, porque hay más tecnología, más instrumentos represivos, más herramientas del Mal.
Yo, que soy optimista, me quiero referir hoy a un progreso. La nueva ley del matrimonio homosexual aprobada en España hace unos días, en medio de grandes polémicas.
Amar como amaron Ovidio. Alejandro Magno, César, Safo, y más recientemente García Lorca o Cernuda Hoy ese amor que no osa decir su nombre como decía Lord Alfred Douglas en su famoso soneto, por fin puede decir su nombre en España.
El amor no conoce límites ni tampoco es más o menos perecedero si el objeto es un ser humano de otro sexo o del propio. El amor: esa cosa sutil, evanescente y dura, dolorosa, feliz. El amor, esa contradicción que hace que combatamos contra nosotros mismos no tiene sexo, no tiene raza, no tiene lenguaje o los habla todos
Me alegra mucho que por fin el amor homosexual adquiera la misma categoría social y de derecho que tiene el otro amor. Porque los homosexuales son personas, personas como los heterosexuales, se enamoran, se casan, desean tener hijos, formar familias. Y como los heterosexuales tienen también derecho a equivocarse, a separarse, a divorciarse, a discutir la custodia de los hijos Ellos y ellas son tan personas, tan ciudadanos como nosotros. Pagan sus impuestos, leen, viajan, sufren, lloran, su sangre es roja (me recuerdo a Shylock) y sus heridas sangran como las nuestras.
Injustamente, desde los tiempos en que amor era palabra dedicada a las relaciones entre hombres, en la época griega el nombre amor dejó de estar relacionado con ellos. Y se habló de pecado, de enfermedad o de lujuria.
Por eso, hoy creo que hemos progresado un poquito, señor Sábato. Hemos dado un pasito a favor de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad de los hombres y de las mujeres: de todos.
Y me felicito, me alegro y me siento mejor.
Pero existen ciertas cosas que sí han mejorado. Nuestra perspectiva es hoy más clara respecto a los derechos humanos, aunque se sigan violando, o incluso se violen más, porque hay más tecnología, más instrumentos represivos, más herramientas del Mal.
Yo, que soy optimista, me quiero referir hoy a un progreso. La nueva ley del matrimonio homosexual aprobada en España hace unos días, en medio de grandes polémicas.
Amar como amaron Ovidio. Alejandro Magno, César, Safo, y más recientemente García Lorca o Cernuda Hoy ese amor que no osa decir su nombre como decía Lord Alfred Douglas en su famoso soneto, por fin puede decir su nombre en España.
El amor no conoce límites ni tampoco es más o menos perecedero si el objeto es un ser humano de otro sexo o del propio. El amor: esa cosa sutil, evanescente y dura, dolorosa, feliz. El amor, esa contradicción que hace que combatamos contra nosotros mismos no tiene sexo, no tiene raza, no tiene lenguaje o los habla todos
Me alegra mucho que por fin el amor homosexual adquiera la misma categoría social y de derecho que tiene el otro amor. Porque los homosexuales son personas, personas como los heterosexuales, se enamoran, se casan, desean tener hijos, formar familias. Y como los heterosexuales tienen también derecho a equivocarse, a separarse, a divorciarse, a discutir la custodia de los hijos Ellos y ellas son tan personas, tan ciudadanos como nosotros. Pagan sus impuestos, leen, viajan, sufren, lloran, su sangre es roja (me recuerdo a Shylock) y sus heridas sangran como las nuestras.
Injustamente, desde los tiempos en que amor era palabra dedicada a las relaciones entre hombres, en la época griega el nombre amor dejó de estar relacionado con ellos. Y se habló de pecado, de enfermedad o de lujuria.
Por eso, hoy creo que hemos progresado un poquito, señor Sábato. Hemos dado un pasito a favor de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad de los hombres y de las mujeres: de todos.
Y me felicito, me alegro y me siento mejor.
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