Amado Nervo
Amado Nervo nació en Tepic, Nayarit en 1870.
En su juventud quiso ordenarse sacerdote, y aunque lo religioso como tema y vivencia estuvo muy presente en su vida y en su obra, muy pronto se sintió atraído por los variados estímulos de la vida mundana y se dedicó al periodismo, las relaciones diplomáticas, los viajes, los amores y la poesía. Su iniciación estética fue marcada por la influencia ineludible de Manuel Gutiérrez Nájera y de los grupos de poetas que se congregaban alrededor de «La Revista Azul» y la «Revista moderna», en cuyas páginas se desbordaba todo el ímpetu del Modernismo americano, del cual Nervo fue destacado representante. Poeta en verso y prosa, hoy puede parecer cursi y probablemente lo sea, pero la música de sus poemas continúa encantando un corazón sensible de lector.
Entre el conjunto de su creación, se destacan sus libros «Serenidad», «Elevación», «Plenitud» y «La amada inmóvil».
Falleció en Montevideo, Uruguay, en 1919, y su cadáver fue recibido en México con una apoteósico fervor, sólo comparable al de los franceses a la muerte de Hugo.
De pequeña me aprendí sus poemas tanto en verso como en prosa. Y au puedo recitar algunos, como estos que selecciono aquí, homenajeando en ellos mi propia infancia literaria:
GRATIA PLENA
Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era "llena de gracia", como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como Margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar,
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
!Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!
EN PAZ
Artifex vitae, artifex sui
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
En su juventud quiso ordenarse sacerdote, y aunque lo religioso como tema y vivencia estuvo muy presente en su vida y en su obra, muy pronto se sintió atraído por los variados estímulos de la vida mundana y se dedicó al periodismo, las relaciones diplomáticas, los viajes, los amores y la poesía. Su iniciación estética fue marcada por la influencia ineludible de Manuel Gutiérrez Nájera y de los grupos de poetas que se congregaban alrededor de «La Revista Azul» y la «Revista moderna», en cuyas páginas se desbordaba todo el ímpetu del Modernismo americano, del cual Nervo fue destacado representante. Poeta en verso y prosa, hoy puede parecer cursi y probablemente lo sea, pero la música de sus poemas continúa encantando un corazón sensible de lector.
Entre el conjunto de su creación, se destacan sus libros «Serenidad», «Elevación», «Plenitud» y «La amada inmóvil».
Falleció en Montevideo, Uruguay, en 1919, y su cadáver fue recibido en México con una apoteósico fervor, sólo comparable al de los franceses a la muerte de Hugo.
De pequeña me aprendí sus poemas tanto en verso como en prosa. Y au puedo recitar algunos, como estos que selecciono aquí, homenajeando en ellos mi propia infancia literaria:
GRATIA PLENA
Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era "llena de gracia", como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como Margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar,
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
!Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!
EN PAZ
Artifex vitae, artifex sui
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
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