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Grados de la castellanización indígena ( 3 )

Grados de la castellanización indígena ( 3 )

 Parece que los indios que vivieron reunidos a la fuerza en las congregas o repartimientos urbanos estuvieron menos castellanizados que los que vivían como peones  en las zonas mineras o ganaderas de la periferia o del interior. Este hecho, que podría parecer paradójico, se explica mejor si pensamos que en las zonas urbanas el papel social de la cada clase estaba rígidamente codificado, y esto fue especialmente así en la capital de la colonia, donde el protocolo social era inamovible. Los indios ‘urbanos’ no tenían más contacto con los españoles que su trabajo, y las órdenes se daban a través de intérpretes: la relación del explotado con el explotador es casi siempre muda. 

Los indios tenían terminantemente prohibido vestir como españoles o llevar una sola de las prendas que éstos llevaban, no podían ir más que a pie por la scale de la ciudad, no tenían libertad para pasear por todas las calles, sino que su trayecto estaba limitado a la zona donde vivían y trabajaban en los barrios indígenas asignados.. Razonablemente, los indios, como las otras razas y castas existentes, tendían a formar círculos cerrados entre sus propios hermanos de raza, sin nunca mezclarse con las otras que ocupaban su territorio, de manera que en Nueva España,  todos los grupos raciales eran endogámicos no sólo en lo sexual sino también en lo social. La lengua castellana no les era necesaria para comunicarse, puesto que no se comunicaban más que con sus iguales. 

En cambio, en zonas mineras o ganaderas del norte o del sureste de la  colonia, los indios  podían tener caballos ( cosa terminantemente prohibida en la ciudad), lo que les daba una mayor libertad de tránsito, y se relacionaban con aventureros españoles, con viajeros  a los que no les importaba trabar relación con los indios, creándose así una mayor interrelación racial. Sin embargo, la castellanización se dio por contacto y no por ser enseñado o transmitido de una manera sistemática.  

Es verdad que se fundaron escasos colegios para los hijos de la nobleza india. Por ejemplo, el colegio de Santiago Tlatelolco fue creado para acoger niños de la nobleza indígena, la mayoría huérfanos por razones obvias, aunque excepcionalmente se admitió a niños indios de origen plebeyo. Sin embargo, el castellano no fue asignatura de estos colegios hasta finales del siglo XVIII, precisamente a instancias de Lorenzana.  En cuanto a la necesidad de que los alcaldes y regidores indios supieran castellano, sólo se legisló sobre ello  hasta el año 1690, fecha ya muy tardía, cuando esta forma de gobierno municipal estaba ya prácticamente agonizante, precisamente por la escasísisma población indígena que quedaba viva y en ningún caso se establecía un sistema educativo para conseguir que esto así ocurriese.

El rey, en 1691, volvió a expedir Cédula ordenando la castellanización indígena, pero es evidente que su aplicación se hizo muy fragmentaria y precariamente. 

En el norte del virreinato, en lo que después se llamó ‘las Provincias Internas’ (el territorio de Sinaloa, Sonora, Nueva Vizcaya, Nuevo León, Nuevo Santander y Texas), la castellanización de los indios fue nula o insignificante  por tratarse de terrenos habitados por los llamados ‘indios bravos’ o ‘ chichimecas’, que se sustrajeron a la dominación durante siglos y que fueron finalmente masacrados o repartidos en la última etapa de la colonización, que se llevó a cabo en ya en los finales del XVII y principios del XVIII. El único contacto que estas tribus nómadas tuvieron con españoles se limitaba a los ataques a que los sometían: los españoles estaban dispersos por un puñado de presidios (fuertes) diseminados por el extensísimo territorio y eran presa fácil de los ataques de estos indios, que también aniquilaban las misiones que algunos frailes evangelizadores erigían trabajosamente en la soledad de la inmensa región. 

Los indios ‘bravos’: apaches, comanches y todos aquellos que los españoles llamaron genéricamente ‘chichimecas’ (que quiere decir ‘bárbaros’), eran tratados con la máxima dureza en caso de ser capturados por los españoles: eran enviados, encadenados, a zonas muy alejadas de sus lugares de origen (preferentemente al sur del Virreinato), separando concienzudamente a las familias. La mayoría moría durante las largas caminatas que eran forzados a efectuar para llegar a su destino. Por supuesto, su castellanización era un problema que no preocupaba a sus captores.

2 comentarios

Gabriela -

Te quedo muy agradecida y nos seguiremos leyendo con frecuencia. Un cordial saludo.

Felipe -

Gabriela:
Muchas gracias por enlazarme. Rápidamente he visto tu bitácora y tengo que felicitarte. Tocas temas que me interesan muchísimo y lo haces con rigor. Enhorabuena.
Por supuesto que yo también te he enlazado y aprovechando el viaje, te he votado en 20Minutos.
Como ya te tengo cerca, iré entrando con frecuencia.
Hasta pronto.
Felipe