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Cambios en la política lingüística de la Nueva España en el siglo XVIII

Cambios en la política lingüística de la Nueva España en el siglo XVIII

El primer impulso evangelizador cedió el paso muy pronto a una segunda etapa de la iglesia en las colonias en la que el clero abandonó definitivamente la aspiración utópica y se replanteó muy seriamente la acción pastoral, cambiándola, mientras que negaba efectividad o valor a los esfuerzos de los primeros evangelizadores. Se quiso creer (prematuramente) que la evangelización estaba concluida y pasó al primer plano la necesidad de establecer la iglesia colonial como institución y aparato de estado. La iglesia colonial comenzó a acumular riquezas en forma de tierras, tributos, patrimonio arquitectónico…Burocratizaron el aparato clerical y la propia labor doctrinal, al tiempo que los cabildos estaban únicamente constituidos por españoles. Hay muchos testimonios de que esta nueva actitud consiguió que los indígenas, que al principio habían creído ver en los frailes a sus únicos valedores, comenzaran a abandonarlos o al menos a verlos como cooperantes del injusto sistema colonial.

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El impulso evangelizador original resurgió fugazmente a finales del siglo XVII y principios del XVIII, cuando la expansión del virreinato hacia el norte inspiró de nuevo  a las órdenes religiosas – especialmente a los franciscanos y jesuitas, poco antes de su expulsión-. La diferente constitución de las tribus indígenas pobladoras del norte y la expulsión de los jesuitas fueron serios reveses de esta segunda evangelización utópica.

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Por todo ello, resulta sorprendente que Lorenzana se queje en su Pastoral V de la pervivencia de las lenguas indígenas en detrimento del castellano en la Colonia, puesto que el propio clero defendió esa pervivencia. Sería sorprendente, si no fuera porque Lorenzana era ya un prelado muy distante del cristianismo franciscano y utopista: era un hombre ilustrado, racionalista y regalista, como correspondía a su momento. Para él, como para otros de sus contemporáneos, el orden civil estaba indisolublemente ligado a la preponderancia de la corona y a sus prerrogativas. El idealismo cristiano de los primeros años de la conquista ya no tenía sentido para él.

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Lorenzana  (y otros ilustrados) se dan cuenta del ‘fracaso’ de la colonización. Hay un sincretismo religioso preocupante, la desconfianza entre indios y párrocos es una realidad, las rebeliones indígenas estallan por todas partes, se descubren focos idolátricos que se creían completamente extinguidos. Todo ello aparece ante los ojos de los ilustrados con meridiana claridad y con una significación: no se ha llevado a cabo la colonización más que superficialmente. La situación es inquietante. Por ello, Lorenzana cree indispensable una nueva ordenación política y administrativa de la colonia y también es necesario castellanizar a los indios para llevar a cabo lo que hoy llamaríamos ‘aculturación’, que no se ha producido. Pero ¿cómo, si los indígenas están excluidos de la vida pública, política, administrativa e intelectual de la colonia?

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No sólo se preocupan los ilustrados por los indígenas: hay otro sector muy presente en todas estas ‘nuevas’ disquisiciones y medidas. Es el de los criollos: preocupa la creciente influencia que los párrocos criollos ejercen sobre los indígenas a través de su conocimiento de los idiomas vernáculos. Esto nos indica que la pugna entre los diferentes estamentos dentro de una misma institución (clero regular contra clero secular) dio paso, en la época que nos ocupa, a una pugna de clase o de casta (clero criollo contra clero español). No olvidemos que años después, en 1810, es el clero criollo el principal motor de la Independencia, hecho que comenzaron a presentir los ilustrados españoles en Nueva España a partir de 1770.

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La población criolla había crecido, mientras que la indígena había padecido una espectacular caída: En 1521, a la llegada de Hernán Cortés, la población de Nueva España se calcula en 25 millones de individuos. Hacia 1650, en una espectacular caída poblacional que se inició con la epidemia de 1576-1579, sólo quedaban un millón trescientos mil indígenas. Algunos investigadores atribuyen a este número un falso incremento, dado que se pudieron incluir también muchos mestizos. En otras palabras, México había perdido en  un siglo y cuarto de conquista y colonización el 94% de su población nativa. 

Hubo muchas razones, sobradamente conocidas para esta terrible, trágica disminución: la sobreexplotación de razas delicadas en trabajos que superaban con mucho s capacidad, la separación de las familis indígenas que se levó a cabo concienzudamente, las guerras, las enfermedades importadas por los españoles, el destrozo de sus civilizaciones en todos sus aspectos.

Recordemos que Juan de Solórzano y Pereira, autor de la Política Indiana, lo atribuyó poco más o menos a la justicia divina, sinq ue dj de mencionar otras razones más 'reales': Miradas las cosas con ojos desapasionados, en muchas partes dieron ocasiones bastantes los indios para ser guerreados y maltratados, o ya por sus bestiales y fieras costumbres, o por los graves excesos y traiciones que cometían e intentaban contra los nuestros (…) En otras, no los han acabado y consumido los españoles sino sus vicios y borracheras, terremotos, graves enfermedades y pestes repetidas de viruelas y otras con que Dios con sus secretos juicios se ha servido de apocarlos.

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En todo caso, el cambio radical tardío en la política lingüística que se da en el último tercio del siglo XVIII en Nueva España se debe tanto al incremento poblacional de los criollos y su creciente influencia sobre los naturales, que se deseaba ( y casi se necesitaba) evitar, como a la caída poblacional de éstos y a los nuevos elementos también inquietantes, que son la subsistencia de las culturas, religiones e ideologías indígenas que poco a poco se van descubriendo, junto con las crecientes rebeliones de los naturales contra sus colonizadores.

Todo esto pone en guardia a las autoridades, tanto civiles como religiosas, y hace necesaria una reconsideración de las bases de la colonización de Nueva España y la asunción de nuevas medidas.

            

2 comentarios

Gabriela -

Fernando, me alegra que te estén gustando estos artículitos, espero seguir la serie. Un abrazo.

fgiucich -

Un pequeño gran texto, amiga. Gracias por la ilustración. Abrazos.