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'De librorum delectu', de Pascal Quignard

'De librorum delectu', de Pascal Quignard

* La lectura sirve para hacer resurgir a aquellos que fueron. Sirve para aproximar lo que no está. Sirve para llamar a quienes están sin voz. Por la lectura sombras y silencios se encuentran. Sirve para que ellas participen en la existencia que los vivos llevan. Como aquellos que viven cerca de nosotros, como aquellos a quienes hemos amado, como aquellos cuyos libros nos conservan los nombres. La lectura de este modo sirve para incluirnos en esa “nada”. Sirve para apropiarnos de quienes ya no son, de ese defecto de aquellos que nos hicieron entre sus piernas, y de ese vacío en nosotros que les corresponde en el acto.

¿El objeto que el escritor hace poco a poco es el mismo que el lector tiene en sus manos? El escritor trabaja en un texto. El lector lee un libro. Una metamorfosis se presenta entre una faz imaginaria y siempre panorámica y un volumen de páginas distintas y no yuxtapuestas. La consagración de la escritura no equivale a la actualización de la lectura. El latín es más preciso. El scriptum se hace liber y un liber se hace lectura. Pero la lectio (que es la enunciación del libro, y éste está en las manos del lector) es una actualidad física, una materialización, un intercambio y una solidaridad violenta, más o menos fácil, que suscita una significación que no preexiste en el “texto” o en la página imaginaria. Es una tensión entre un objeto del cual un cuerpo se ha suprimido y un objeto del cual un cuerpo añade su existencia, la singularidad de su deseo, los medios de su pensamiento, y los sedimentos de su memoria.

Sin duda hay una especie de “lectura que gobierna el texto”, una suerte de “tipografía”, de temporalidad y de espaciamiento que domina la página manual, un fantasma de volumen mudo e inacabado que somete, para quien escribe, el trabajo vivo y cotidiano.

Pero esta misma anticipación no es simétrica. El lector que toma un libro está en la incapacidad de presentir la metamorfosis que le ha otorgado luz (el transporte de la incertidumbre textual y manual en su nitidez tipográfica y física). El lector se desliza de entrada en esta forma que lo domina, que mueve y ritma su mirada, que siente su percepción no sinóptica y lo soborna. Sin duda él puede evocar al que escribió, preguntarse por lo que éste pretendía hacer, etc., pero sólo el liber, el opus es interrogado, y en rigor el scirptum: no la scriptio, no la contingencia y la quimera de la operatio. (Menos aún: pues a pesar de que no tenga la posibilidad, el lector que se prende de un libro no alimenta sin duda el deseo de tocar lo arbitrario de donde éste procede.

Pero estas dos asimetrías son en verdad más o menos indistintas.

*
Esta no coincidencia de la naturaleza del libro (para el autor y el lector), si excluye una definición general, se conforma al mismo tiempo a una función simple, acentúa el interés que nace de la metamorfosis, provoca el enigma que ella propone, desampara en la autonomía particular (dos veces heterónomo en este caso) que de ello resulta, hace surgir de repente la locura que se apodera de algunos hombres.

Plus: Quignard al piano y leyéndose.

 

2 comentarios

fgiucich -

Leer un libro nos da la posibilidad de internarnos en los más remotos lugares , saborear el misterio y robarle al auntor su obra. Abrazos y felicidades.

Isidro Vidal -

Hola Gabriela
Que pases una Feliz Navidad.
Una abrazo.