Suelo Virgen, de Iván Turguénev
Suelo Virgen es la última novela que escribió Iván S. Turguénev. Como supongo que sabéis, en Rusia había dos bandos: los occidentalistas y los eslavófilos. A ninguno gustó el tratamiento que otorga Turguénev aquí a la cuestión política previa que se planteó antes del advenimiento de la Revolución Rusa. La causa que abrazan los protagonistas es la de los llamados Populistas, socialistas utópicos que precedieron a los revolucionarios en el último tercio del siglo XIX. Naturalmente, para leer Suelo Virgen no es necesario conocer los acontecimientos históricos. La novela por sí sola los explica. Turguénev no se casa con nadie, y de ahí que su novela explique muy bien las contradicciones inherentes a todos los implicados.La novela tiene como protagonistas a dos personajes: Nezdhánov, estudiante de 27 años, soñador, poeta (que reniega de sus raptos líricos por considerarlos superfluos y banales dado el momento histórico que le toca vivir), abocado a una causa que tampoco llega a ser para él central. Amargado por su origen (es el bastardo de un noble: ésa su herida incurable), huye de sus amigos populistas para ejercer de profesor para el hijo de un terrateniente liberal. Liberal entre comillas, ya que Sipiaguin, como todos los de su clase es, a pesar de sus convicciones pseudoliberales, un enemigo.El otro protagonista es Solomin. Solomin es el tecnócrata educado en el extranjero, el hombre de acción, el que sin teorías (incomprensibles, por otra parte, para el pueblo), hace: dirige una fábrica, crea una escuela para los hijos de los obreros, trabaja por el cambio progresista, que para Turguénev es la industrialización, la modernización de Rusia.Los Populistas (Markélov, Ostrodúmov, Mashúrina, Paklin, o el propio Nezdhánov), a pesar de luchar por el pueblo, están muy lejos de él. El pueblo, para ellos sigue siendo impenetrable, incomprensible: son los téoricos, los que deben aprender a relacionarse con su sujeto histórico, pero no lo consiguen. En cambio, Solomin es considerado por sus obreros como uno de ellos. Los Populistas son extraños para el pueblo al que intentan liberar (tanto, que incluso son aprehendidos por los propios mujiks), peroSolomin consigue comprender y ser comprendido. La paradoja no es nueva ni está en desuso. Recuerdo que una cosa muy similar le pasó al Comandante Marcos, que describe con sorna cómo los indígenas que él deseaba salvar del capitalismo se mostraban completamente ajenos a su discurso, cómo su vocabulario estaba lejos de reflejar las inquietudes de sus oyentes, cómo, a través de sus muchos años en la selva, tuvo que reeducarse él: que para poder ser comprendido tuvo que comprender, que cambiar. Esa misma incomprensión entre oprimidos y presuntos liberadores se muestra en Selva Virgen. Nezdhánov es un personaje semi-trágico. Lo es porque nunca alcanza a comprender realmente cuál es su finalidad en la vida, para qué está aquí. Incapaz de entregarse al amor o a la lucha, se aparta de todo. Acaba renunciando. Se ilusiona con Marianna, la sobrina de Sipiaguin, que hace esfuerzos increíbles para convertirse en una mujer del pueblo (esfuerzos que oscilan entre la comicidad y el patetismo, ante la mirada incrédula de Tatiana, la verdadera mujer del pueblo que la instruye (en la deseada e improbable metamorfosis : de baríshina a proletaria), pero Marianna sí cree, aunque sea una revolucionaria de salón. Ella también cree amar a Nezdhánov, pero pronto se siente desilusionada, y al mismo tiempo, atraída por Solomin. Como es habitual en Turguénev (quiero referirme a su propia vida sentimental para explicar esta característica de su narrativa), las escenas de amor son inexistentes. Nezdhánov ama a Marianna como Turguénev debió amar a Paulina Viardot: platónicamente, sin fuerzas o sin ánimos o sin valor para entregarse a sus pasiones y por tanto, incapaz de alimentar o de satisfacer las expectativas de Marianna. Ella, sin embargo, leal y pura como es, no dudaría en seguir al lado de Nezdhánov, cerrando los ojos a la atracción que siente por Solomin (y que es correspondida por éste), sacrificando su vida al lado del imperfecto, mutilado anímicamente, Nezdhánov. Nezdhánov, sin embargo, es puro, es honesto, es bueno. Lejos de todos: de Solomin, de Markélov (el revolucionario convencido), de Mashúrina, que le ama secretamente, y lejos incluso de su mejor amigo, con quien se comunica sólo epistolarmente, se apartará de la vida. La novela de Turguénev no hace concesiones ni a la paradoja política-social que se plantea a los pre-revolucionarios populistas, ni a las contradicciones anímicas de Nezdhánov. Una galería de personajes secundarios bien complejos y representativos, cuya descripción no cae jamás en el arquetipo mecánico completa la narración, en la que no sabemos qué plano es más importante: si el íntimo o el histórico, porque ambos se complementan perfectamente y se entrelazan con la maestría de la que sólo son capaces los grandes, los de la talla de Tolstoi, de Stendhal o de Thomas Mann.Como siempre, Turguénev hace gala de su elegante prosa, de su penetración psicológica, de su conocimiento profundo de la patria (o matria) Rusia, pero no se queda ahí. Es un texto perfectamente actual. Y puede suceder hoy, en cualquier sitio.Una gran novela y un placer para cualquier lector.
Iván S. Turguénev, Suelo Virgen, Cátedra (Letras Universales), Madrid, 1992. Traducción y Edición de Manuel de Seabra.
2 comentarios
Gabriela -
Ferre -
Da svidania,
Ferre