La frontera, de Pascal Quignard
El señor de Oeiras replicó que no había sido su intención herirlo, pero que desde hacía algún tiempo, le había parecido que su vida no era tan diferente de la vida de las tinieblas y que los rasgos de su rostro revelaban penas que se asemejaban a aquellas que, es de suponer, se padecen en los infiernos.
Como soy un poco obsesiva, hago ciclos. Tuve mi ciclo de música para clavecín, mi ciclo de música isabelina, mi ciclo operístico ( y dentro de éste, mi ciclos Wagner, mi ciclo Puccini), mi ciclo Paul Celan, mi ciclo Rilke, mi ciclo Thomas Bernhard, Mi ciclo Balzac, mi ciclo Paul Auster (un poco como Portnoy), que ahora está en su ciclo Faulkner, lo único que él es más organizado)...No sigo para no cansaros en exceso: ahora estoy en mi ciclo Pascal Quignard.
Así que después de leer su Georges de La Tour y de postear sobre ello (sazonándolo con mis propias ideotas), me apetece hablaros de esta leyenda recogida en La Frontera, que no sé si es cierta o inventada (no he podido situarla en el omnisapiente Google), y que paso a comentar.
En cuanto comencé la lectura supe que andaba en los dominios de las leyendas del tipo Corazón comido -ésa que habla de una mujer castigada por su marido a comer el corazón asado de su amante tras conocer sus traición-, tan amadas por la tradición francesa.
Leyenda que luego resurgió en versión light cuando se rumoreaba que Margot de Valois llevaba siempre encima un cinturón del que colgaban los corazones disecados de sus amantes muertos y que contribuyó a su fama europea como mujer extraordinariamente hermosa: la más hermosa de su tiempo, cosa que no confirman sus retratos.
Aparte del Corazón comido, encuentro referencia literaria a la leyenda narrada en La Frontera en la verdadera historia, narrada por el propio protagonista, de la Historia Calamitatum ( o sea, la de Pedro Abelardo), ya que el tema se anuncia o se propone desde el comienzo: se trata de una castración.
La joven de Alcobaça había tenido también un compañero de juegos del que ser había encariñado; se llamaba Afonso y era el hijo del intendente de la Casa de Colares. Cuando Luisa cumplió trece años a Afonso, en una capea, le había aplastado las glándulas de los genitales un toro que le había pisado salvajemente el vientre (...) Luisa de Alcobaça se precipitó, fue corriendo hasta una carreta que había ahí y en la que habían tendido el cuerpo de Afonso, quien todavía daba alaridos. Hacía tanto calor en la carreta que la habían cubierto con un cañizo. La joven estrechó contra su pecho a su amigo mientras el barbero le hacía una incisión en uno de los testículos y extraía la glándula (p. 14).
Pero en la narración de Qugnard este castigo infamante, no sólo físico sino moral, viene envuelto en una historia con caracteres vodevilescos y escatológicos.
La primera visión que el protagonista tiene de los encantos íntimos de la dama se da mientras ella hace sus necesidades en el jardín de Palacio. Después viene el despecho por la elección de un joven marido más atractivo que él, la cuidadosa puesta en escena de un engaño que Molière habría aprobado, la ingenuidad de los jóvenes esposos, opuesta a la fría plasmación de la venganza del amante despechado; la escena de caza, el jabalí ( el toro ha estado presente en la primera historia, la que nos da la pista de lo que vendrá), y el asesinato del marido, crimen perfecto, con la consiguiente seducción de la joven viuda, la confesión: él mismo, el señor de Jaume, confiando demasiado en sí mismo, se delata y ello propicia la venganza de ella. Truculencia pura. Nouvelle renacentista, Chaucer más Petronio más Bandello: accidentes, camas que se convierten en trampas, engaños. Apariencia en contra de realidad. Conclusión: dolor y muerte. Traición. La perpetuación de la venganza o de la historia legendaria a través de los azules azulejos del paraíso residencial del mejor amigo del señor de Jaume, Mascarenhas, a pesar de la prohibición del rey de recordar la terrible historia.
La materia, siempre lo he dicho, es lo de menos. Lo importante es el lenguaje. Sobre qué mediocres novelitas italianas arma el señor Shakespeare su Romeo y Julieta o su Otelo (o Cervantes sus Novelas Ejemplares ).
Lo que importa en Quignard es lo que no nos dice. Y el cómo no lo dice. El tatuaje del pubis de la dama: la cifra de todo su misterio.
La brutalidad al lado de lo sublime. Salvajismo y refinamiento. Sangre, excrementos y libaciones y amores que nacen, viven y no mueren. Toros y jabalíes, Hombres y mujeres apasionados o distraidos. Jardines de sueño, donde se reúne el universo todo o toda la belleza del mundo y donde todo puede ocurrir, especialmente lo más espantoso. O un pequeño tratado del amor en la Europa del siglo XVII.
Pascal Quignard, La Frontera, trad. y postfacio de Ascensión Cuesta, Editorial Funambulista, 2005.
La leyenda del castellano de Coucy (ed. de Isabel de Riquer), Alianza Editorial, 2002.
2 comentarios
Gabriela -
miriam j.alquicira -
pero realmente me parece super interesante. y la cual encontre por mera coincidencia, ya ves que dicen que lo mejor dela vida sucedepor una coincidencia.
esto nos permite conocer aun mas cosas almenos ami que estoy incursionando eneste medio por lo cual te pediria sino te es molesto hacerme el honor de visitar mi pagina, apenas empece a escribir en ella pero me gustaria que me dieras tu punto de vista y mas aun, saber que mefalta.
gracias mil de antemano,
mi blog es
http://miquiztli74.blogspot.com