Blogia
arteyliteratura

La soledad sin fondo del doctorando

La soledad sin fondo del doctorando Para Loriana

Una amiga reciente, que sufre en la soledad su perplejidad acuciante frente a un ordenador que espera devorar ansioso Documento Word tras Documento Word, que finalmente culmine en suficientes Documentos Word para quedar estructurados como tesis, como Summa, me ha recordado mi larguísimo calvario o periplo como doctoranda-en-proceso-de-escribir-una-tesis. Y aquí paso al recuerdo que figura en los temas de este apartado de mi blog.
¡Tuve tantas dudas! Primero iba a dedicarme a la Lírica Popular con Margit Frenk, pero Frenk se fue a dar clases a Harvard. En El Colegio de México-CELL (Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios), donde cursé los tres años de estudios, me dejó al cargo de Yvette Jiménez de Báez. Pero yo tenía dudas, dudas de que se pudiese tratar la Literatura oral como la escrita, sin tomar en cuenta el contexto, la antropolgía que sustenta esas creaciones, tal como hacían el El Colegio. Así que cambié los derroteros de mi investigación. Había estado buscando a un amigo de Juan Meléndez Valdés, poeta español del siglo XVIII, que se había ido a Guadalajara de México como Magistral de la Catedral ( y a quien Meléndez había dedicado la Epístola a Gaspar González de Candamo), para escribir un artículo. Y de pronto me vi envuelta en una serie de lecturas que me llevaron a plantearme que el género de la Oratoria Sagrada (con tantas implicaciones ideológicas, de manipulación informativa, etc), había estado completamente olvidado, aunque es difícil encontrar otro género literario más abundante por aquellos años. Me gustó la idea de un estudio interdisciplinar: ideología y literatura. Total, ya con una beca del Instituto de Cooperación Hispano-Mexicano, volví a España, dispuesta a encontrar las raíces de esa Ilustración novohispana en España. González de Candamo iba a ser mi personaje. Pero claro, me lié. Incluí finalmente dos predicadores más: Beristáin de Souza y Aguiar y Zeijas, y tuve que hablar del sincretismo, del guadalupanismo mexicano, de la alta jerarquía eclesiástica mexicana, de Alexander de Humboldt...en fin. Traté de trazar un fresco coherente de la época y del lugar y de la peculiar Ilustración española y de la Novohispana, aún más ignorada.
Para no hacer el cuento largo, padecí 6 años solitarios frente a mi tesis. La padecí y la gocé, investigando cuando y cuánto podía (en Salamanca, en Oviedo, en León, en Madrid, incluso en Tarragona), escribiendo una y otra vez algunos capítulos. Y sin ayuda de un ordenador: a máquina, heroicamente ¡Qué pesadilla! A la vez, era orgásmico cuando encontraba algún documento desconocido, que solamente a mí me importaba encontrar. Mi director de tesis fue Joaquín Marco que, aunque sabe un montón de Ilustración Española, no sabe nada absolutamente de Nueva España, ni de su historia del XVIII, ni de la iglesia mexicana, ni ...tampoco estaba interesado en leer lo que yo iba escribiendo. Sospecho que leía la primera página como mucho. Aún así, me sobrellevó con algunas entrevistas, pero claro, nunca pudo aportarme nada, excepto ánimos y una frase "No es una tesis de Estado"...porque yo tardaba tanto en escribirla... y es que nadie sabe más que uno mismo de su tesis de doctorado. Nadie conoce mejor que un mismo sus fallos, sus lagunas, sus errores y sus taras. Sólo uno, uno mismo, sabe qué falta y dónde, y de ahí que yo, tercamente, tratase de mejorarla, escribiendo incansable, o reescribiendo, aún más desvalida, una y otra vez, hasta que me parecía que los capítulos estaban bien escritos. Pero después, la estructura general... Un capítulo puede estar bien, pero lo importante es la estructura general.
¿A quién le importa, se preguntarán ustedes, la Oratoria Sagrada en Nueva España de 1770 a 1816? Pues a mí, joder, a mí me importaba. Con la tesis terminada fui a México, no para entegarla en El Colegio, porque no me valía la pena hacer los trámites ahí (yo ya estaba establecida en Barcelona y aparte de haber estudiado en la Universidad Central de Barcelona la licenciatura, había hecho la convalidación los estudios de El Colegio y algún que otro curso de doctorado más). No. Llevé la tesis terminada a la única persona que sabía que sabía sobre mi tema: Antonio Alatorre.
Estuve un mes en México. Antonio me dijo: "No voy a leerla completa (¡eran 500 páginas!), pero le haré algunas calitas". Pero la leyó completa. Y la corrigió completa. Es la única persona, incluyendo al jurado que me dio el Cum Laude en 1990, estoy segura, que la leyó de principio a fin. Jamás le agradeceré bastante sus correcciones, sus aportaciones, sus críticas y sus elogios.
Una vez de vuelta en Barcelona, la pasé en limpio, tomando en cuenta todo lo que me había dicho Antonio, y la presenté ante un jurado compuesto por mi "director de Tesis", Joaquín Marco, Sergio Beser y José Manuel Blecua Jr. de la UAB, Sebastián Serrano, de Lingüística, Y Carlos Vaíllo y Luis Izquierdo de Literatura. Beser y Serrano se la leyeron bastante como para poder aportar cosas y salir del trance. Vaillo también. Izquierdo pasó, lo mismo que mi director de tesis, diciendo lo bien que estaba y blablabla. Y Blecua fue siempre amable, como es, y me dio ánimos. Una hora y media y ya era doctora, tras seis años de esfuerzos.
¿Valió la pena? Objetivamente, no. No valió la pena, porque para dar clases en un Instituto de Secundaria y Bachillerato no se necesita un doctorado. Es más: diría: me sobra ese doctorado, reniego de él.
Pero personalmente, sí valió la pena ¿Cómo olvidar la excitación al entrar en los archivos, abrir los folios polvorientos, oler el picante tufo de la tinta vieja de más de dos siglos?, el placer de leer aquello que nadie nunca ha leído antes, la documentación, y la bibliografía moderna de Historia, de Sociología, de Historia de la Iglesia, de Retórica y Póética, las obras literarias de los autores contemporáneos... todo eso valió la pena. Y luchar contra uno mismo, para escribir un discurso coherente, bien estructurado, nuevo. Documentado, pero no aburrido. Descubrir un mundo y darle un sentido, aunque sólo sea para uno mismo.
Sí: valió la pena.

8 comentarios

Gabriela -

Sí, a mí también me lo parece, que unas cosas se comunican con otras para formar un todo orgánico y vibrante que es la "cultura" o el interés por las cosas de la vida en general. Lo opuesto a la indiferencia.
Un beso, Loriana ¿Ya te escribí eh? Ayer me despisté.

Loriana -

Orfa, tengo que confesar que ésta, aunque sea de doctorado, es mi primera tesis pues en la licenciatura no tuve que hacerla (sí, Ex-A-Tec, ay) y en la maestría sólo tuve que hacer una tesina. Así que creeme que en el fondo estamos en las mismas. Pese a ser borrega salvaje (esa es la 'mascota' del Tec, para los que no son de allá), jamás he estado en Monterrey (estudié en el DeFectuoso) y me he quedado con las ganas. A ver si a la próxima me animo.
Esa anarquía que te gusta, Gabriela, ese saltar de disciplina en disciplina, unir, crear puentes es algo que me fascina y que también tenemos en común. Jamás me entenderé con los economistas cuantitativos ni otros puritanos afines, qué le vamos a hacer. Mejor, es más divertido.
Me gusta mucho que ese mismo salto, de los recuerdos al cine a tu familia, esté en este blog. Qué mejor que imprimirle ese toque tutti frutti que enriquece, teje, comunica y une, finalmente.

Gabriela -

Hola a todos: Loriana me recordó, como dice Orfa, "allá donde vivía"... y aquellos subidones. Por circunstancias de la vida, léase amor, me quedé por estas tierras catalanas. Lo que he conservado es la quemazón de aprender y aprender y aprender, aunque como soy un poco anarquista vaya de la Ceca a la Meca sin ton ni son, o sea, del cine a la literatura y de la literatura a la música y anexas.
Este blog me está permitiendo sacar a la luz esas pasiones y el "feedback" me estimula en el sentido de que me despierta cosas dormidas, que están ahí, latiendo.
Gracias a todos y besos.
Orfa, no te apures, yo ya soy viejita y hasta los 40 no me doctoré ¡te juro que hasta entonces fui licenciada! Un día te cuento lo de la literatura oral y todo lo que me pasó con ella en el Colemex.
Emejota: sí, es hermoso dar clases porque, aunque no creo en la inocencia, sí creo en la virginidad de las almas porque la he visto de cerca. Y es hermoso cuando se consigue imprimir en algunas, no ya el conocimiento, sino la curiosidad por conocer o por leer y oír, el placer del espíritu, o sea, la llama eterna. La belleza pasa, pero la inteligencia y la sensibilidad no hacen sino crecer, como bien saben tú y tu abuelita. Además estar con ellos me anima porque me reconozco mucho. No creas que los veo desde arriba. Sé que ellos también me dan una barbaridad.
Y Magda: yo también me siento enriquecida con la amistad de Loriana, que te debo, y la tuya también.
Besos.

Orfa -

Pues entre puro doctor, yo aquí soy la novatota, muy atorada en mi tesita (chequen el diminutivo) de licenciatira, apenas, la estoy haciendo sobre oralidad y literatura regiomontanas. Ay, Monterrey, allá en el rancho grande, allá donde vivía.
Ya vi que Gaby ya ha andado también en asuntos de oralidad, qué padre y pues a seguirle que el aprendizaje nunca nos sobra.
Abrazos.
Orfa

Loriana -

¡Ahora sí! Ya estoy aquí como quería desde anoche, :-)). Lo primero, me alegro muchísimo de que mis peripecias doctorales te hayan hecho recordar asimismo las tuyas. Muchísimas gracias por haberme dedicado este recuento tuyo.
Una lucha con uno mismo, sí, justo es eso lo que estoy pasando a diario. De luchar día a día para avanzar unas páginas más, a veces sólo unos párrafos; de ver que muchos de tus compañeros de la universidad están en puestos directivos y una hace malabares con las becas; de que no falte quien te lo recuerde; de preguntarte si todo esto vale la pena. Pero siempre llego a la conclusión de que todo esto vale la pena. Que éste es un ascenso a un 8000 en solitario, pero que servirá para toda la vida. Para uno, es algo para uno. Esto del doctorado es una cosa de locos, pero ya iniciado el camino y pese a todo, no faltan las ganas de recorrelo entero.

Gracias también a ti, Magda por tus palabras, :-)). Y, sí, Gabriela, muchos, muchos sopes, ja, ja. Llegará el día para festejar, eso seguro.

Un beso y abrazo enorme a las dos.

Ah! Y de acuerdísimo con emejotaese, que no lo ha podido decir mejor.

emejotaese -

Yo no he vivido una experiencia semejante pero comprendo muy bien lo que dices al final y que te lleva a decir que sí mereció la pena. A pesar de los grandes esfuerzos y dificultades tiene que ser apasionante.

¿Así que eres profesora en un Instituto de Secundaria y Ballicherato? Pues entonces mereces toda mi admiración. Soy de la opinión que pocas tareas hay tan hermosas (y duras) como la de contribuir a la formación de un ser humano a esas edades. Ánimo con el comienzo de curso :)

Un abrazo.

Gabriela -

¡Yo ya puedo decir que aporto media docena de sopes por cabeza!
Besos, Magda.

Magda -

Querida Gabriela, me da mucho gusto que Loriana te haya caido tan bien. Para mi Loriana es una persona muy cercana, le tengo fraternal cariño, ya nos conocemos desde hace tiempo (en mi anterior blog) y en este tiempo la considero una bella persona además de una estimada amiga. Parece mentira que a través del espacio se encuentren tan valiosas amistades (también como te he hallado a ti).
Ahora, no te imaginas como te entiendo, hacer una tesis de doctorado es como parir chayotes :( Yo terminé casi muerta, fue una experiencia dolorosa, el primer año fue ESPANTOSO. No tienes tiempo para nada, te tiemblan las piernas cada vez que vas a presentar lo que escribiste, y etc., etc., etc. Pero sí, bien señalas: vale mucho la pena.
¡Iremos a la fiesta cuando Loriana se gradue!!
:)))