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El museo de Sorolla de Madrid y la exposición Sargent-Sorolla

El museo de Sorolla de Madrid y la exposición Sargent-Sorolla

Uno de mis museos favoritos se encuentra en Madrid: es la Casa-Museo de Sorolla. Me gusta por su intimidad, porque parece que vas a sorprender a Sorolla pintando, y a sus hijos pasando, veloces, de una habitación a otra. Aunque sean tan diferentes, me recuerda un poco el Museo de Frida Kahlo de la Calle de Londres, en Coyoacán, tan vivo y tan suyo.
Ahora que he polemizado un poco con Gregorio Luri acerca de Anglada Camarasa, y habiendo salido el tema del decorativismo, no puedo menos que pensar qué pensará mi amigo cibernético de mi amor por Sorolla.
Su luz y la belleza de sus cuadros me producen un placer indefinible, un poco proustiano, de cosa que no he probado ni vivido, que sólo he soñado.
Pasear por los jardines de la casa de Sorolla, libro de Verlaine en mano ¡qué cosa tan decadente y tan bonita! Leyendo, por ejemplo:

Comme la voix d’un mort qui chanterait
Du fond de sa fosse,
Maîtresse, entends monter vers ton retrait
Ma voix aigre et fausse.

Ouvre ton âme et ton oreille au son
De ma mandoline :
Pour toi j’ai fait, pour toi, cette chanson
Cruelle et câline.

Je chanterai tes yeux d’or et d’onyx
Purs de toutes ombres,
Puis le Léthé de ton sein, puis le Styx
De tes cheveux sombres.

Comme la voix d’un mort qui chanterait
Du fond de sa fosse,
Maîtresse, entends monter vers ton retrait
Ma voix aigre et fausse.

Puis je louerai beaucoup, comme il convient,
Cette chair bénie
Dont le parfum opulent me revient
Les nuit d’insomnie.

Et pour finir, je dirai le baiser
De ta lèvre rouge,
Et ta douceur à me martyriser,
- Mon Ange ! - ma Gouge !

Ouvre ton âme et ton oreille au son
De ma mandoline :
Pour toi j’ai fait, pour toi, cette chanson
Cruelle et câline


Imaginar que en la avenida no corren los coches y los autobuses sino las calesas, y que las damas que pasean con sus perritos llevan largos vestidos y vistosos sombreros: sueño decadentista de un pintor que pintó a contracorriente de su tiempo, al margen de las vanguardias, y que sin embargo, triunfó, tal como lo hizo Anglada Camarasa.
También me ha venido a la mente la exposición que se vio en su día en CaixaForum, sobre las coincidencias entre Sorolla y Sargent, pintor decorativista también, y decadentista, esteticista, hoy más conocido porque se ha puesto de moda para ilustrar ediciones de libros decimónicos. La exposición se exhibe ahora en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (de cuya web he tomado las ilustraciones)
A pesar de que puede acusarse a ambos pintores de superficialidad, de esteticismo o de preciosismo, no cabe duda que contemplar sus obras es un placer para nuestro espíritu, ávido de belleza.




Casa-Museo de Sorolla en Madrid
Dirección: General Martínez Campos, 37 28010 - Madrid

Horario:
De martes a sábado: de 9:30 a 15:00 h.
Domingo y festivos: de 10:00 a 15:00 h.
Cerrado: todos los lunes del año, 1 de enero, 1 de mayo, 24, 25 y 31 de diciembre, y dos festivos locales.
Horario ininterrumpido durante todos los miércoles del año de 9:30 a 18:00 h.

Precio de la entrada: 2,40 €
Precio reducido: 1,20 € (para titulares de carné joven, carné de estudiante o los correspondientes internacionales; y para grupos vinculados a instituciones de carácter cultural o educativo, constituidos por 20 o más miembros, previa solicitud)
Entrada gratuita: Domingos, 18 de mayo (Día Internacional de los Museos), 12 de octubre (Fiesta Nacional de España), 6 de diciembre (Día de la Constitución Española)
Acceso gratuito: Menores de 18 años, mayores de 65 años y jubilados
Visita en grupo: La visita en grupo se debe concertar con un mínimo de 15 días de antelación. Atendiendo a la seguridad de las colecciones, cada grupo estará compuesto por un número máximo de 20 personas acompañadas de un responsable


Henry Moore en CaixaForum de Barcelona

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Henry Moore fue uno de los pimeros escultores que admiré. También me gustaba mucho Alexander Calder. A medida que escribo este blog, me doy cuenta de que mis filias se mantienen a lo largo de años, lustros y décadas...
La magnífica exposición que comisiona Anita Feldman, de la Fundación Henry Moore de Leeds, en el incomparable marco del edificio modernista de Josep Puig i Cadafalch, sede de CaixaForum, no ha hecho más que afirmarme en la convicción de que estamos muy cerca Moore y yo y desde hace mucho tiempo. Amo su obra, y me gusta tocarla.

La exposición recoge 160 piezas entre esculturas, dibujos y acuarelas, o técnicas mixtas: 90 esculturas y 70 dibujos. Algunas de las piezas más pequeñas son deliciosas. Los materiales de las piezas escultóricas son muy variados: bronce, alabastro, mármol, madera... Las influencias: el surrealismo, la escultura prehispánica (la ya archimencionada del Chaac Mool, la de los "Judas" mexicanos, incluso la de las estelas mayas), el arte africano, Picasso... son evidentes. Pero también Grecia y Roma y los fenicios. En Moore confluyen el clasicismo y la modernidad y su arte está hecho a partes iguales por el lleno y el vacío, por la materia y el aire que la modela y la atraviesa. Moore nos transmite la noción de que naturaleza y arte se funden. El trabajo y la indolencia de sus figuras yacentes. La majestuosidad de las formas y también su erotismo. Su obra, com toda gran bra, armoniza los contrarios, que en realidad no son sino complementarios.

En la muestra podemos recorrer sus etapas tanto cronológica como temáticamente. Sus intereses humanísticos y políticos se muestran en ella, su renuncia a una escultura oficialista y su apuesta por el humanismo. La mirada que recorre su mundo: el mundo de la Segunda Guerra Mundial, el mundo del fascismo al que rechaza. Vemos lo que Moore adopta y lo que Moore desecha. Es un recorrido por su vida de artista y de hombre. En estas obras se lee su biografía.


Recomiendo calurosamente la visita: CaixaForum, Av, Marqués de Comillas 6-8 (Montjuich). De martes a sábado. De 10 a 20 hrs. Entrada gratuita. Lunes cerrado.

Los tapices de La Dama y el Unicornio del Museo de Cluny

Los tapices de La Dama y el Unicornio del Museo de Cluny

Durante años estuve yendo a París, pasando por delante del Museo de Cluny, sin poder entrar porque estaba en restauración. Por fin, hace unos años, pude verlo. Me gustaron, por encima de todo, dos cosas. Los tapices maravillosos de La Dama y el Unicornio, y el jardín medieval, lleno de plantas medicinales, reconstrucción exacta y hermosísima de esos jardines de farmacéutico que tanta fama dieron a los monjes de estos monasterios medievales. Por cierto que me recordó también la saga libresca y televisiva de Cadfael (escrita por Ellis Peters) y llevada a la pequeña pantalla por la BBC con el excelente actor Derek Jacobi.

Me centraré hoy en los tapices, traduciendo en parte los comentarios que ofrece el Museo.

Los tapices de La Dama y el Unicornio son de origen flamenco (de finales del siglo XV, tejidos en lana y seda) fueron descubiertos por Próspero Merimée en 1841 en el castillo de Boussac,  y entraron en la leyenda inmediatamente gracias a los escritos de George Sand, contratada después para describirlos.

Lo extraordinario es que hayan conservado su color y su textura intactas. Se trata de seis piezas. Cinco de ellas describen los cinco sentidos; la sexta, puede que el sentido oculto o sexto sentido y recibe el nombre de A mon seul désir  y se distingue de las demás no sólo por su tamaño, también por su extraña factura.

 Los animales fantásticos, míticos, el león y el unicornio, llevan las armas que permiten identificar como su dueño al comandante Jean Le Viste, personaje muy cercano al rey Carlos VII, aquel que fuera coronado en Reims tras las victorias de la doncella de Orleáns, Juana de Arco.. Los animales más familiares, los pájaros, las liebres, habitan los fondos de los tapices, otorgándoles un ambiente de sueño feérico.

Le Goût  (El Gusto): león y unicornio encuadran a la dama cuya vista se vuelve hacia el perrillo que la contempla, mientras con la otra mano se dispone a recoger una golosina que le tiende su sirviente.

                        

 

La Vue (la Vista). El unicornio posa sus patas de manera familiar sobre las rodillas de la dama y se contempla en el espejo que ella le presenta.

                      

Le Toucher (El Tacto)

La dama, retratada de una manera soberbia y con absoluta maestría, sostiene en una mano un estandarte, mientras con la otra toca amorosamente el cuerno del unicornio.  

                      

L’Odorat (El Olfato) La Dama teje una corona de flores. Tras ella, aparece de nuevo el cantor que da la clave de esta alegoría. Está en el momento de respirar el perfume de una rosa que ha desgajado de un panel.

                      

L’Ouïe (El Oído). La Dama toca un órgano portátil colocado sobre una mesa recubierta con un tapiz oriental. El león y el Unicornio encuadran la escena y aoparecen como motivos decorativos sobre los montantes del órgano.

                        

    

A mon seul désir,  el sexto tapiz, y el más hermoso de todos (¿Podría ser interpretado como el del sexto sentido?) Es más difícil de comentar. La Dama aparece debajo de una tienda con la inscripción A mon seul désir (¿Sólo por deseo mío? ¿Por mi deseo?)  que da nombre al tapiz; parece desprenderse de su collar para colocarlo en la cajita que le tiende su sirviente. No se sabe si este sexto tapiz es la conclusión o la introducción de la serie de los cinco sentidos, y su significado es enigmático, empezando por el lema que lo preside.

                     

No hay duda de que se trata de una serie de taices suyo encanto es singular, poético. Solo por contemplarlos, vale la pena entrar en el Museo de Arte medieval de Cluny, Los colores son limitados, pero vivaces, bellamente combinados. Las figuras estéticas, hermosas, y desprenden una bella alegoría literaria. La belleza y la imaginación.

                            

A ninguno escapa la relación del unicornio con los placeres, con la sensualidad. Quizá la dama se despoja de su collar como forma de prepararse para el encuentro amoroso.

 

 

 

 

En el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona: Erice-Kiarostami. Correspondències.

En el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona: Erice-Kiarostami. Correspondències. El concepto de museo que ofrece el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona es el nuevo concepto de museo. Más allá de la mostración de obras de fondo (de las que carece), lo que ofrece el CCCB en cada una de sus exposiciones es una experiencia que no se olvida. Se trata de un museo interactivo ( pero no falsamente interactivo, que funcione por oprimir botoncitos, no), didáctico, que expone escenográficamente, que integra ambientes, atmósferas, olores, sensaciones, sonidos. Además, el CCCB ofrece proyecciones, cursos, conferencias y excursiones. Muy ligado a los temas urbanísticos y arquitectónicos, no está desvinculado de otras áreas que frecuentemente no entran en los museos como el cine, los temas políticos y sociales o la antropología urbana.

 

Instalado en el barrio del Raval de Barcelona, se ha convertido, mucho mejor que el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona), en una especie de universidad paralela, incitante y llena de vitalidad. Su exterior ya refleja esa proyección: el edificio moderno y transparente de vidrio refleja el antiguo edificio, con él cierra una plaza invitadora, presidida por una hermosa y antigua escultura de Sant Jordi, patrono de Cataluña. Esa plaza se abre a otra, árida, inmensa y fría que nos lleva al MACBA, para mí el museo más desangelado de la Ciudad Condal.

 

En sus instalaciones he visto algunas de las mejores exposiciones : las de las Ciudades, (inolvidable la Praga de Kafka, con sus inmensos pasillos llenos de archivadores cerrados, teléfonos sonando interminablemente, laberintos burocráticos kafkianos), la de Julio Cortázar (nunca más cercano el cronopio de sus admiradores que en esa sucesión de fotos, de manuscritos, de voces de Julio), o la de la Segunda Guerra Mundial, opresiva, inmensa: cuadros, juguetes bélicos, armamento, sonidos de sirenas, bombas, destrucción...

 

El CCCB ofrece, hasta el 21 de mayo, una estupenda exposición dialogística Erice-Kiarostami. A la entrada, dos vídeos de cada uno de los creadores: ambos miran fijamente a la cámara. Los perfiles del fondo coinciden, los lugares difieren. Tras estos minutos de mirada, ambos dan media vuelta y se van. Tras ellos, vamos. Nos internamos en su diálogo. Los seguimos.  

Comenzamos la visita por el lado de Erice: la escasa obra de este hombre lo convierte en el Salinger de nuestro cine: si obra es escasa, pero invaluable. El tiempo, la luz. La infancia. Obsesiones recurrentes de su obra. Erice dialoga con Kiarostami en estos tres temas principales. Cada uno a su modo, han hecho girar sus obras sobre ellos. Lentitud...puede ser. Necesaria para la reflexión. Soledad. Los cortos de Erice: maestría de los tiempos, lugares secretos, buhardillas, silencios, relojes. Vida rural o tiempo rural, de antes del tiempo, recortada (siempre) sobre un contexto histórico. Sí, tras sus silencios, la historia existe. No es un cineasta abstracto, sino humanista. Y sin embargo, las historias son contadas. Contadas sin retórica, de una manera natural. Tras esta naturalidad, la planificación rigurosa de cada plano. Belleza en blanco y negro o en color.

 

 Los mitos. Las miradas infantiles, llenas de asombro, de reflexión, de seriedad. Un mundo infantil que escapa al tópico. Las cartas que escribe Erice a Kiarostami están llenas de eso: de tiempo y de miradas infantiles, de análisis de la justicia, de toma de posición ante lo justo y lo legal, que no son sinónimos. Valentía infantil sin alharacas. Colores. Pintura. Vuelve Erice al patio de Antonio López y nos muestra a los nietos del pintor, que lo retratan. El niño tiene la mirada de pintor, pero es la nieta pequeña, Aurora, la que capta la atmósfera en esa preciosa acuarela infantil: las nubes negras que se ciernen sobre el cielo de Madrid, la fragilidad del árbol y a la vez, su generosidad, esta vez volcada en flores...Naturalmente, el dibujo y el óleo inconclusos de Antonio López encuentran su lugar en esta muestra. Se nos aparecen en la penumbra absoluta de la madrugada. Poco a poco, una luz que imita la del sol los va iluminando lentamente: como en la película. Poco dura esa luz, mientras el pintor explica qué poco dura la luz que necesita para pintar su membrillero... Estamos dentro de la película, pero en el museo, de pie frente a ambas obras, sentimos la fragilidad de quien se atreve a desafiar el tiempo y la luz. Puestos en el lugar del pintor, comprendemos la imposibilidad de empeño. Y comprendemos por qué los cuadros de Antonio López son cuadros interrumpidos, necesariamente inacabados. Así lo demuestran los siguientes lienzos, mientras oímos los pájaros, o los coches en lo alto del cerro desde donde pinta, durante años, por las mañanas, una panorámica de Madrid, que también deja inacabada. Finalmente, nos situamos en el mismo punto en que se situó el  pintor en medio de la Gran Vía, ese cuadro estremecedor. La ciudad está vacía, estamos en el paso de peatones...poco a poco, a medida que va saliendo el sol, a medida que el cuadro se ilumina, comenzamos a oír el tráfico. Tenemos que marcharnos. En las escenas de El sol del membrillo, de nuevo la bellísima música de Pascal Gaigne nos mueve el alma: cuando el pintor está yacente, contando su sueño...como si estuviera muerto. En otra de las cartas, Erice asiste a la proyección de ¿Dónde está la casa de mi amigo? en una escuela de un pueblo de Extremadura ¿Qué nos transmite Erice aquí? Las caras: los silencios infantiles, la reflexión sobre la justicia en los niños. El estupor y la comprensión. La duda y la certeza sobre las conductas. La identificación, a pesar de la diferencia: lo humano.

Por lo que toca a Kiarostami, vemos, no sólo en sus cartas, su relación con las texturas de la naturaleza. De ahí parte sus silencio. Del paisaje y de la fijación en lo que está más cerca, la vaca, el río, las montañas, los árboles. Colores y texturas. Una de las cartas es la observación casi a microscopio de la actividad que se desarrolla en la vaca, como si fuera un mapa del mundo. Las colinas, los ríos de la vaca, los pastos, que se forman en su piel...los ruidos. Al abrir el plano, todo ya nos resulta familiar. Es una simple vaca. Sin embargo, vista tan de cerca, apreciamos todo un universo. Es un análisis del punto de vista. Una afirmación de que el sujeto para el arte no es importante: es sólo un pretexto para analizar, para acercarnos, para conocer, para re-conocer. la segunda carta, una rama imaginaria del membrillero de Antonio López que sale del patio de su casa, da pie a Kiarostami para contarnos qué ha sido del membrillo. Caído en un río iraní, el membrillo recorre de nuevo texturas, piedras de colores, rápidos y zonas de calma acuática, hasta desembocar, mucho más tarde, en una planicie en donde un ganado repite, mágicamente, los colores de un paisaje casi lunar: sinfonía de ocres, rojos y marrones...Color, forma.

 

 Significativamente, en las dos cartas de Kiarostami no hay personas. Son las cosas las protagonistas. Mientras que en Erice son las personas las protagonistas. Diálogo y divergencias. Después, dos salas plagadas de fotografías del iraní: nieves, paisajes, montañas...belleza de la naturaleza y también desolación de la naturaleza. Y una instalación. Un falso bosque sin hojas en medio de espejos, por el que nos perdemos. Proyección de nuestra propia soledad al infinito, por los cuatro lados. Tiempo y soledad.   

 

 

 

El catálogo incluye textos de Miguel Marías, Jordi Balló, Alain Bergala, José Saborit, Alberto Elena, Dominique Païni, Núria Aidelman, Charles Tesson, Víctor Erice, y las filmografías de ambos cineastas, más una excelente colección gráfica. Editado por el CCCB-Diputación de Barcelona-Obra Social de Caja Madrid, en Barcelona, 2006, y en varias lenguas. De ahí he extraído las fotos que acompañan esta superficial reseña de la exposición.