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Robert Deveraux, conde de Essex: una biografía

Robert Deveraux, conde de Essex: una biografía Me gusta mucho la historia, y la del Renacimiento europeo aún más. De tanto en tanto, encargo algún libro sobre este tema. Hace algún tiempo me llegó Robert, Earl of Essex, An Elizabethan Icarus, que hoy me propongo reseñar. Después del libro de Elizabeth y Essex, escrito por Lytton Strachey, la de Lacey es sin duda la mejor forma de acercarse a este extraño personaje, lleno de encanto y de ambición. El Renacimiento inglés nos ha dado algunas figuras de cortesanos relevantes como Philip Sydney o Lord Essex y en menor medida, el conde de Southampton, inmortalizado por su protegido, William Shakespeare. El libro que me ocupa hoy nos ofrece una biografía detallada del último favorito de la Reina Elizabeth I: Robert Devereaux , conde de Essex ( 1567, Herefordshire-1601, Londres), que fue un caballero hermoso, culto, pero un poco simple, muy renacentista –entre el refinamiento y la barbarie, entre la cultura y la simplicidad de juicio-, impetuoso, narcisista, equivocado en cuanto a una materia tan delicada como el favor de la reina. Una reina tan compleja como imprevisible, cuya atracción senil por el hijastro de su primer amor, Robert Dudley, conde de Leicester, terminó trágicamente. Francis Bacon, quien fue primero su protegido y después su peor enemigo, le escribió: Siempre lamentaré que su Excelencia volase con alas de cera, poniendo a prueba de nuevo el destino de Ícaro.

Robert Deveraux, Earl (conde) Essex nació de la unión de Lettice Knollys (prima de la reina Isabel) y Walter Deveraux, primer conde de Essex. Los Deveraux no pertenecían a la rancia nobleza inglesa, cien años antes del nacimiento de Essex ni siquieran eran vizcondes. Su familia subió como la espuma, al tiempo que crecía la estrella de los Tudor.

 


 

Lettice Knollys fue la segunda esposa de Robert Leicester, el primer amor de Isabel, a quien ella llamaba ‘Mis ojos’. La unión de Leicester y de la reina se hizo imposible desde el momento en que él estaba casado con Amy Robsart. Pero aún más imposible fue cuando enviudó, dado que la muerte de su esposa se dio en extrañas circunstancias. Hubo un juicio, del que Leicester salió indemne, pero la reina de Inglaterra no podía casarse con un hombre que había sido acusado del asesinato de su esposa. Corría el riesgo de que se pensase que ella había sido cómplice y que el juicio había sido una cortina de humo para consumar un matrimonio que, a ojos vistas, ella deseaba.


Viendo que su reina no movía ficha en el tablero, Leicester casó secretamente con Lettice en segundas nupcias, hecho que puso tan furiosa a Elizabeth que le retiró el favor a Leicester durante muchos años. La reina era celosa.

Lettice era la hija mayor de sir Francis Knollys, uno de los principales consejeros de la reina y era nieta de María Bolena, la hermana mayor de Ana, que había sido amante de Enrique VIII antes de que su hermana se casara con el rey, con tan mala fortuna que terminó perdiendo (literalmente) la cabeza por él.

 

 


Cuando Leicester llevó a Essex, su hijastro (muchos creían que en realidad era su hijo), a la corte, sabía lo que hacía: su relación con Elizabeth se había convertido en una amistad amorosa, constante, pero ya no imprescindible para ella. Leicester jugó a su peón, el bello Essex, y naturalmente, dio en la diana.

     

                                


Cuando Isabel lo conoció, Essex tenía pocos años. Ella le dijo que era un hermoso muchacho y siguió llamándolo siempre así, ‘My boy’.

Essex carecía de fortuna. Podríamos decir que era el noble más pobre de Inglaterra. Su padre había perdido enormes sumas de dinero guerreando por Isabel. Guardaba sólo aquellas propiedades imposibles de vender por ley. Lettice había caído en desgracia en la corte isabelina desde su matrimonio (secreto) con Leicester. Ya no tenía influencias ni contactos. Essex se veía así, constreñido por un problema que le acució durante toda su vida: la pobreza. Sólo el favor de la reina le podía dar aquello de lo que carecía: dinero, y con él, poder y gloria.

Leicester, su padrastro, no había sido tan ambicioso porque no había sido tan pobre. Mientras tuvo el favor de la Reina peleó por ella con varia fortuna y obtuvo puestos importantes, pero jamás aspiró a todo, o quizá lo disimuló mejor que su hijastro. Leicester nunca conspiró.

Essex era distinto.

Peleó, con desigual fortuna por su reina en siete expediciones, y en cuatro de ellas como comandante. Reorganizó su servicio secreto, modernizándolo, pues desde los tiempos de Sir FrancisWalsingham (de quien era yerno), las cosas habían cambiado. Fue patrono y protector de Francis Bacon y del poeta Edmund Spencer, uno de los cantores oficiales de Gloriana, y puede que también protegiera a Shakespeare ocasionalmente.

Essex fue también poeta, como todos los de su generación, aunque jamás llegó a tener la fama y la gloria que le tocó disfrutar a Philip Sydney, el príncipe de los poetas ingleses de su tiempo. Sydney se había enamorado locamente de una hermana de Essex, Penélope Deveraux, su musa, quien le inspiró los hermosísimos sonetos seriados recogidos en el volumen Astrophel y Stella. Pero Penélope estaba casada con Lord Rich, de modo que Sydney se contentó con cantar la belleza de ella, su amor y su frustración amorosa en poemas que sólo tienen un parangón en Europa: los sonetos de Garcilaso de la Vega a Elisa. Sydney se casó con Frances Walsingham, hija del consejero de la reina y jefe de su servicio secreto. La bella Francis, al morir Sydney, se casó con Essex.

 

 

 

 

Hoy día tenemos bastantes razones para pensar que Isabel en realidad no llegó nunca a entregarse físicamente a sus favoritos y que sus relaciones con los hombres eran, inevitablemente, ambiguas. Para ella, celosa de su poder absoluto el único esposo era Inglaterra.

¿Por qué razón iba Isabel, que había ‘sacrificado’ su vida a una nación, a entregársela a Essex?

Elizabeth mantuvo siempre una relación entre afectuosa y distante con sus favoritos. Daba y quitaba, jugaba. Jugaba seriamente, pero amaba. Eso no lo podemos dudar.

Y quizá por su edad, (tenía 66 años cuando Essex tenía 18), lo amó y le consintió demasiado. De modo que él no tuvo en cuenta verdaderamente el peligro que corría, hasta que fue demasiado tarde.

Lacey considera que Elizabeth consintió a Essex porque no tenía nada que perder. Sin embargo, yo no lo creo. Sólo cuando Robert Devereaux, conde de Essex, llegó a ser un peligro para su trono, ella actuó.

Los tiempos en que Londres aclamaba a Gloriana habían pasado hacía ya mucho. El reinado se prolongaba demasiado. Elizabeth envejecía dudando, sin tomar jamás una decisión, sin resolver la cuestión irlandesa. Muchos vitoreaban a Essex y veían en él un candidato mucho más atractivo que el católico rey de Escocia, Jacobo, hijo de la católica María Estuardo, a quien Elizabeth había llevado al patíbulo.

Tras la desastrosa campaña de Irlanda, en la que Essex se había empeñado, la relación entre la reina y el favorito se torció definitivamente. Él quiso meter mano en el Consejo, pero tenía demasiados enemigos. Conspiró, llevado por sus impulsos, contra Elizabeth. Entró en Londres esperando que los súbditos se levantaran con él. Pero nadie se movió en Londres. Essex fue conducido a la Torre. Su destino estaba decidido. El juicio fue justo, él mismo lo admitió, y fue condenado a muerte por traición.

Que él llegara tan lejos fue una consecuencia de la generosidad con que ella le trató durante demasiado tiempo.

En cierto modo, ambos cayeron en una trampa. Se deslizaron, poco a poco, hacia un final que a los dos iba a herir mortalmente.

 

Robert Lacey, Robert, Earl of Essex, an Elizabethan Icarus, Phoenix Press, London, 2001.

 

 

10 comentarios

sandy -

Aunque os parezca un poco raro, y seguro no os ocupéis de este tipo de literatura, existe una novela de Victoria Holt, titulada "Mi enemiga, la reina", cuyo hilo argumental se basa en estos personajes.

Carla -

SI yo tambien la he visto y puedo decir que es la mejor de las Historias , contada en el cine , están muy bien los actores y sobre todo ella , tiene el mejor papel de su vida .Es una excelente actriz ,Tambien la recomiendo .

maria eugenia belen -

HE VISTO en CUATRO la pelicula Elisabet Muy buena

Gabriela -

Así es, Elizabeth, es una época rica en interés histórico y culural. Un fuerte abrazo y agradecida por tu visita.

Elizabeth -

estoy totalmente de acuerdo en que la historia de la Reina Isabel es uno de los capítulos mas fascinantes de la historia mundial, resulta demasiado irónico que el reinado caprichoso de su padre Enrique VIII tuviera resultados a mano de su hija Isabel, a pesar de sus deseos de dejar a un heredero varón como rey absoluto, no por nada Isabel I es una de las reinas de inglaterra que gozan con más popularidad a varios siglos de muerta.

Superliza -

Yo tambien me vi la pelicula la reina virgen (Elizabeth I), es estupenda!!!

Gabriela -

Querido Fernando, gracias por tus visitas: es siempre agradable verte por acá. Un beso.

fgiucich -

El mundo isabelino siempre me apasionó y es una de las partes más emocionantes de la historia universal. Abrazos.

Gabriela -

Me la bajé del emule, licántropo. Buenísima.
Un saludo.

licantropunk -

Hace un par de meses ví una serie de televisión, de tan solo dos capítulos, llamada "Elizabeth I", donde la reina era una magnífica Helen Mirren y el papel de Leicester lo encarnaba Jeremy Irons (casi nada). Si no la has visto, te la recomiendo.
Un saludo.