Mi abuela, María Aizpuru Álvarez
Mi abuela murió en 1957. Yo la recuerdo confinada en una cama hospitalaria, porque había sufrido una hemiplejia y no sé por qué no utilizó silla de ruedas. Recuerdo sus cabellos entrecanos, sus trenzas y su sentido del humor. Aunque yo era pequeña, la recuerdo siempre jugando o riéndose conmigo. Había sido una mujer de notable belleza (belleza helénica, según descripción de Salvador Prieto Quimper en El Parral de mis recuerdos, que cito de memoria porque en una de tantas mudanzas, lo perdí). Pero además de belleza física y presencia (era una mujer de considerable altura para la época), mi abuela dejó constancia, ejemplo y memoria de sus carácter. Carácter emprendedor, decidido y fuerte que no excluía la dulzura.
Hay un tópico sobre las mujeres norteñas: que son "muy machas". Mi abuela lo era. Ella llevaba las riendas de su casa y decidía. Mi abuelo, al decir de mi mamá, solamente le decía, "Sí, Mari, lo que tú digas". Mi abuelo era un hombre estudioso, alegre, revoltoso, pero que nunca se impuso a su mujer (porque no quiso, no lo sintió necesario, siempre la admiró). Mis abuelos se conocieron en un baile de la "buena sociedad" del pueblo de Parral, en Chihuahua, a finales del siglo XIX. Como he contado en alguna parte, las muchachas entonces no miraban a los hombres de frente: les miraban de reojo, no fueran a pensar que ellas eran unas frescas. Mi abuelo se enamoró de ella fulminantemente y, mientras bailaban, al tomarla del talle, le dijo: "Míreme de frente, míreme bien, porque si le gusto, voy a ser su marido". Mi abuela lo miró y respondió: "Sí me gusta y sí quiero que sea usted mi marido, pero si me hace usted una sola movida chueca se acaba todo, con papeles o sin papeles". Así era ella. El día de su boda mi abuela mira también de frente a la cámara que la retrata. Nada de miradas bajas, puritanas, ñoñas. Estamos en 1898 y esa mirada para mí la define perfectamente.
Mi abuelo era quimíco, biólogo, farmacéutico, y se especializó en bacteriología. Pero también amaba las lenguas clásicas, el griego y el latín, el alemán y el francés. Mi abuela no se quedaba atrás. Era una voraz lectora y hablaba francés e inglés perfectamente. Nunca se limitó a ser la señora de su casa y a cuidar de sus cinco hijos. Fue profesora de piano y de canto. Y con mi abuelo y los hijos, por las noches, organizaban conciertos familiares en los que ella tocaba el piano y cantaba con sus hijos,romanzas o arias o canciones, mientras que mi abuelo tocaba el violín. De todos los hijos, mi madre fue la que salió pianista y terminó la carrera, aunque nunca se lanzó al escenario. Pero todos cantaban muy bien. Mi abuelita tuvo entre sus muchos alumnos, cuando pasó a vivir a Durango con la familia, a una futura "gloria nacional", la contralto Fanny Anitúa, que triunfó en los mejores escenarios europeos y latinoamericanos e hizo una gira con Caruso.
Severa con sus hijos, les inculcó a todos el amor por la ópera, por la música, por la literatura y sobre todo, por el conocimiento y la superación personal. Cuando ya en su vejez sufrió aquella parálisis parcial que le inutilizó el lado derecho, practicó la escritura con la mano izquierda hasta que consiguió recuperar esa bellísima caligrafía que era una seña de su cultura. Llenó con sus "aes" y sus "oes" cuadernos y cuadernos, hasta conseguir el efecto deseado. Esa era mi abuelita.
Le tocaron tiempos difíciles. La Revolución, a la que se oponía mi abuelo que era porfirista, la llevó a diversos exilios: Durango, El Paso, Los Ángeles... hasta que por fin se instalaron en México DF. Nunca se arredró. Fue el puntal necesario para que mi abuelo pudiera dedicar cuatro horas diarias a sus estudios científicos, pero ella no renunció jamás a sus legítimas pasiones: la música y la lectura. Vivió su propia vida. Yo creo que gracias a ella todas las mujeres de mi familia somos tan autosuficientes.
Esos ojos oscuros de largas pestañas de mirada firme me miran siempre, me llevan adelante.
No sé si conoció las teorías feministas: no creo que haya leído a Alexandra Kollontai, pero sí sé que vivió reivindicando, sin estridencias, pero con mucha determinación y tozudez, su derecho a ser ella misma. Buscando y encontrando un sitio propio, sin por ello dejar de ser esposa y madre. Cuando leo las vidas de las Lou Andreas Salomé, Kollontai o Duncan, pienso en ella. Desde su rinconcito chihuahuense ella, para mí, también es una heroína.
Ah, olvidaba deciros que mi abuela cerró su piano para siempre el día que mi abuelito se murió.
Hay un tópico sobre las mujeres norteñas: que son "muy machas". Mi abuela lo era. Ella llevaba las riendas de su casa y decidía. Mi abuelo, al decir de mi mamá, solamente le decía, "Sí, Mari, lo que tú digas". Mi abuelo era un hombre estudioso, alegre, revoltoso, pero que nunca se impuso a su mujer (porque no quiso, no lo sintió necesario, siempre la admiró). Mis abuelos se conocieron en un baile de la "buena sociedad" del pueblo de Parral, en Chihuahua, a finales del siglo XIX. Como he contado en alguna parte, las muchachas entonces no miraban a los hombres de frente: les miraban de reojo, no fueran a pensar que ellas eran unas frescas. Mi abuelo se enamoró de ella fulminantemente y, mientras bailaban, al tomarla del talle, le dijo: "Míreme de frente, míreme bien, porque si le gusto, voy a ser su marido". Mi abuela lo miró y respondió: "Sí me gusta y sí quiero que sea usted mi marido, pero si me hace usted una sola movida chueca se acaba todo, con papeles o sin papeles". Así era ella. El día de su boda mi abuela mira también de frente a la cámara que la retrata. Nada de miradas bajas, puritanas, ñoñas. Estamos en 1898 y esa mirada para mí la define perfectamente.
Mi abuelo era quimíco, biólogo, farmacéutico, y se especializó en bacteriología. Pero también amaba las lenguas clásicas, el griego y el latín, el alemán y el francés. Mi abuela no se quedaba atrás. Era una voraz lectora y hablaba francés e inglés perfectamente. Nunca se limitó a ser la señora de su casa y a cuidar de sus cinco hijos. Fue profesora de piano y de canto. Y con mi abuelo y los hijos, por las noches, organizaban conciertos familiares en los que ella tocaba el piano y cantaba con sus hijos,romanzas o arias o canciones, mientras que mi abuelo tocaba el violín. De todos los hijos, mi madre fue la que salió pianista y terminó la carrera, aunque nunca se lanzó al escenario. Pero todos cantaban muy bien. Mi abuelita tuvo entre sus muchos alumnos, cuando pasó a vivir a Durango con la familia, a una futura "gloria nacional", la contralto Fanny Anitúa, que triunfó en los mejores escenarios europeos y latinoamericanos e hizo una gira con Caruso.
Severa con sus hijos, les inculcó a todos el amor por la ópera, por la música, por la literatura y sobre todo, por el conocimiento y la superación personal. Cuando ya en su vejez sufrió aquella parálisis parcial que le inutilizó el lado derecho, practicó la escritura con la mano izquierda hasta que consiguió recuperar esa bellísima caligrafía que era una seña de su cultura. Llenó con sus "aes" y sus "oes" cuadernos y cuadernos, hasta conseguir el efecto deseado. Esa era mi abuelita.
Le tocaron tiempos difíciles. La Revolución, a la que se oponía mi abuelo que era porfirista, la llevó a diversos exilios: Durango, El Paso, Los Ángeles... hasta que por fin se instalaron en México DF. Nunca se arredró. Fue el puntal necesario para que mi abuelo pudiera dedicar cuatro horas diarias a sus estudios científicos, pero ella no renunció jamás a sus legítimas pasiones: la música y la lectura. Vivió su propia vida. Yo creo que gracias a ella todas las mujeres de mi familia somos tan autosuficientes.
Esos ojos oscuros de largas pestañas de mirada firme me miran siempre, me llevan adelante.
No sé si conoció las teorías feministas: no creo que haya leído a Alexandra Kollontai, pero sí sé que vivió reivindicando, sin estridencias, pero con mucha determinación y tozudez, su derecho a ser ella misma. Buscando y encontrando un sitio propio, sin por ello dejar de ser esposa y madre. Cuando leo las vidas de las Lou Andreas Salomé, Kollontai o Duncan, pienso en ella. Desde su rinconcito chihuahuense ella, para mí, también es una heroína.
Ah, olvidaba deciros que mi abuela cerró su piano para siempre el día que mi abuelito se murió.
19 comentarios
Gabriela -
Gracias a todos por comentar y leerme.
abel -
luar -
Saludos a todos
Gloria del Imperio -
Parral era hermosa con costumbres bellas que la revolucion destruyo y Villa saqueo
Gabriela -
Os he puesto una foro algo más grandecita en reinadegrillos, ya que aquí no me deja. Y en la foto está mi abuelito, que también tuvo mérito.
Besos.
Loriana -
He disfrutado enormemente leyendo sobre esa gran mujer que era tu abuela. Gracias a ti, Gabriela, por hacerla tan cercana por un momento.
PS. Y qué ojos, por favor, qué mirada.
Gabriela -
Orfa, no te creas, una cosa es enfrentarse al mundo pacífico (aunque traicionero) y otra muy distinta a las turbas villistas, que mi abuelito calificaba de "simples bandidos y cuatreros", aunque cuando escriba de él os voy a contar su encuentro personal con Villa. Pero entonces era común que la gente pasara de un lado a otro de la frontera o se alejara y moviera para huir. Eso mismo se puede ver en "Como agua para chocolate".
Orfa -
Qué paradójico que se la pasaba huyendo de la revolución, y tenía toda personalidad de revolucionaria. Me recuerda a un personaje de la película "Las mujeres de mi general", de Pedro Infante. Fantástica tu abuela, qué linda. Esos ejemplos, aún a distancia, a todos nos benefician.
felipe -
un saludo
Gabriela -
Indianguman linda, lo mismo me pasó a mi con la abue de emejota; ya ves, al final haremos una "Habitación verde" (cf. François Truffaut)de recuerdos familiares comunicados y vivenciados entre varios de nosotros a través de los blogs.
María, sé bienvenida y siéntete en tu casa. Muchas gracias por tus palabras.
Magda, mi abuelita dejó una impronta importante en todos nosotros, no sólo a través de ella misma, sino de los recuerdos de sus hijos y del carácter de sus hijas (mi mamá y mi tía). No sé si sería la sangre vasca...
Muchos besos a todos y gracias.
Magda -
¡wow! veo por aqui a Blue y a María!, me alegra que hayan venido a conocer tu precioso blog :)
Besos.
maria guilherme -
Visito por primera vez tu blog y me he encontrado con una história preciosa. Es muy bonito el homenaje que le haces a tu abuela, y el cariño que trasborda. Estoy segura que fue una gran mujere.
un saludo
indianguman -
Un abrazo!
emejota -
Me ha impresionado tb lo de que tu abuela cerró el piano para siempre el día que murió tu abuelo...
Un abrazo fuerte.
Gabriela -
Saludos cordiales.
Fgiucich -
blueunicorn -
Siga escribiendo!
Gabriela -
al menos he podido ponerla.
A ver qué te parece.
Besos.
emejota -
Preciosa historia la de tus abuelos y, desde luego, la contestación de tu abuela a la petición de matrimonio de tu abuelo no tiene desperdicio. Debió ser una mujer ciertamente especial y ahora me explico de dónde puede venir algo de la vitalidad, el entusiasmo y la inteligencia que pones en tus escritos :) Enhorabuena.
Un abrazo