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"El sueño erótico en la literatura española" de Antonio Alatorre

"El sueño erótico en la literatura española" de Antonio Alatorre Fondo de Cultura Económica, 2003.

Por Gabriela Zayas

El libro de recoge una parte de su inmenso conocimiento de la literatura aúlica española, en forma de comentarios no eruditos, de puntos de vista que enriquecen la lectura, sin caer jamás en la pedantería (que Alatorre detesta). Es como pasear con él por esa florida selva de la poesía. Señalando, iluminando y comentando para gozar con la lectura.
Nada de notas eruditas, pero sí mucho amor. Amor por esas palabras inmortales, ciñéndose al prolífico tema del ensueño amoroso en conexión con la tortura amorosa o la ausencia de la dama. Como él mismo señala, el español no distingue entre el sueño del dormir y el sueño del soñar: una limitación lingüística, sin duda, comparable a la de la carencia de una palabra que designe la distinción “nouvelle/roman”. A cambio, tenemos la distinción “ser/estar”. No quiero hacer digresiones.
El libro de Alatorre nace de la experiencia de unos seminarios impartidos durante mucho tiempo en La UNAM, en los que el poema no es un cadáver que se disecciona (ni siquiera un cadáver exquisito), sino un cuerpo vivo que requere atención y mucho amor. Una cosa viva y vivificadora que para ser sentida no necesita conocimiento erudito, sino únicamente afición, atención, amor.
Él mismo nos cuenta cómo muchos de sus alumnos han descubierto en sus seminarios, poemas antes "analizados", pero nunca antes "leídos", captados y sentidos verdaderamente. Yo coincido en todo esto con él. Yo también pienso que la lectura ha de ser atenta, pero no ha de estar lastrada por el aparato erudito o el frío filológico. Pienso que el poema debe hablar al lector a través de los mismos canales que la pintura o la música: sensorialmente.
Alatorre comienza el periplo amoroso-poético con un poeta judaico: Sem Tob y unas deliciosas miniaturas, para seguir por la senda de la poesía cancioneril, Garcisánchez de Badajoz , deteniéndose en un hermoso poema que no desmerecería en la refinada poesía italiana. Sigue con Castillejos, a quien con brevedad sitúa perfectamente: en dos párrafos deshace Alatorre la etiqueta injusta que siempre se le ha ido colocando por inercia o por ignorancia.
Por supuesto, las páginas dedicadas a la “Imitatio”, a la influencia clásica o a la de Dante y Petrarca, pero también Sannazaro y Della Casa, son especialmente delicadas y llenas de hermosísimos sonetos originales o no (este concepto, como bien recuerda el maestro, es inoperante en la época) y nos adentra en el sueño del deseo: poseer es imposible, y por ello se hace necesaria la poesía, que con el arte suple la realidad (cruda, agria), por la imaginación, rica, feraz, dichosa.
A veces las glosas que a lo largo del libro va haciendo Alatorre, me recuerdan su forma de hablar: coloquial, aguda y humorística, como cuando comenta el soneto cervantino que dice:

…de par en par del alma abrí las puertas
Y dejé entrar al sueño por los ojos,
Con premisas de gloria y gusto ciertas:

Gocé, durmiendo, cuatro mil despojos
(Que los conté sin que faltase alguno)
De gustos que acudieron a manojos.

“O sea – comenta Alatorre- Yo he tenido exactamente 4000 sueños eróticos maravillosos (pero no ando haciendo sonetos sobre eso). La burla es también autoburla. Por algo en la lista de damas inventada por los poetas está Galatea”.

Hermosos son el capítulo dedicado a Garcilaso y sus comentaristas, el de Sor Juana y su amor por el conocimiento (creo que Alatorre es el único que ha comprendido y repetido que Sor Juana es consumida por una única pasión: la de alcanzar sabiduría), los dedicados a Góngora o Quevedo, o a los poetas portugueses, pero también a autores menos conocidos, no menos acertados y que han deshilado el tema del sueño erótico con verdadera maestría, sin olvidar ese capítulo dedicado a la escatología, al chiste obsceno y a la “pornografía”. Es un libro para disfrutar y consigue su objetivo: se goza leyéndolo. Podría decirse que es un hermoso "Florilegio" comentado por uno de los señores que más sabe de esto.

Una delicia, en fin. Un paseo por el campo de las poesías bien leídas, bien lucidas, bien halladas.

Absolutamente recomendable para todos lo que aman la lectura y la palabra.

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