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Danzón, de María Novaro


(Esta reseña contiene spoilers)

Ayer, en clase de Literatura de Bachillerato, leíamos (casi representábamos), El Caballero de Olmedo de Lope de Vega. Una de mis alumnas comentó que ojalá estuviéramos en aquellos tiempos, porque el cortejo había desaparecido y hoy todo es tan prosaico y tan sin gracia. Le recordé que antes las mujeres no se casaban por amor, que cuando tenían relaciones sexuales no tenían medios anticonceptivos y después podían morir de parto. Aun así, la idea de cortejo les pareció mejor que lo que ellas viven hoy. Esto me recordó la película de María Novaro, Danzón.

El danzón es un baile criollo, fundamentalmente cubano, en el que un hombre y una mujer bailan enlazados, pero a distancia; en el que las miradas no son francas, sino sesgadas: los danzantes se miran de refilón. Los pasos son cortos: se dice que el danzón se puede bailar sobre un pañuelo. La mano del hombre sujeta con delicadeza la cintura de su pareja. Es una danza muy propia de México, en donde el cortejo todavía existe, tal vez porque no hay tanto escepticismo. Digo esto porque creo que una de las características europeas con las que menos me identifico es ese escepticismo y ese cinismo europeo que parece consustancial a su ’civilización’. Todo ese escepticismo rechaza cualquier signo de sentimentalismo. Y el cortejo, o es sentimental o no es. Y el cortejo exige pudor. Es imposible cortejar con cinismo o escepticismo.

María Novaro, cineasta mexicana, escribió y rodó Danzón en 1991. La película cuenta con el reparto perfecto: María Rojo, Carmen Salinas, Tito Vasconcelos o Margarita Isabel... y cuenta la historia de una mujer trabajadora (Julia) que lo deja todo para buscar a su pareja de baile, que ha desaparecido súbitamente. Julia y él sólo se han encontrado, durante años, para bailar. Ella sabe muy poco de él: solamente que es cocinero. Por amistades comunes se entera de que su huida se debió a una injusta acusación de robo y se dirige a Veracruz a buscar a su pareja sin otra referencia que su amor por el danzón. Julia deja su pasividad ante la vida, sus asumidas expectativas de trabajo y de vida, para buscar, activamente, al objeto de su deseo: esa pareja de la que sabe tan poco, y sin embargo, que le ha dado tanto durante esos años de compartida pasión por el baile. Julia, dejando de lado la protectora actitud hacia su hija adolescente, la deja encargada en casa de sus amigas y en su viaje a Veracruz reencuentra, poco a poco, y con ayuda de doña Ti. la Colorada, del guapísimo Rubén (factor del puerto), y de una amiga travesti, su femeneidad, su ser femenino: seductor, fresco, sensual y honesto.

La búsqueda no es, pues, infructuosa, a pesar de que no encuentra a Ramiro, un caballero serio, callado, elegante y atento, al que descubre que ama cuando está tratando de encontrarlo.

De vuelta a la capital de la república, la primera noche que vuelve al salón donde suelen danzar, Ramiro reaparece. Él sabe que ella lo ha estado buscando: sabe pues, que lo ama. Por fin, ambos se pueden mirar a los ojos. No hacen falta las palabras: la toma del talle para bailar con ella.


Danzón. Directora; María Novaro. Guión: María y Beatriz Novaro; Reparto: María Rojo, Blanca Guerra, Carmen Salinas, Tito Vasconcelos, Margarita Isabel, Víctor Carpinteiro.Producción: Jorge Sánchez, Miguel Necoechea, Dulce Kuri, Tlacateotl Mata. Fotografía: Rodrigo García. Edición: Nelson Rodríguez, María Novaro, con la colaboración de Sigfrido Barjau. Música: Danzonera Alma del Sotavento, Danzonera Dimas de los Hermanos Pérez, Marimba La Voz de Chiapas, Pepe Luis y Felipe Pérez; canciones: Felipe Pérez, Pepe Luis, Agustín Lara y Consuelo Velázquez. Sonido: Nerio Barberis, (México, 1991).


(En el video, la escena final, la del reencuentro)

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