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Mi abuelo, Pedro De Lille Borja


Mi abuelo, mi tía Celia Sáenz, esposa de mi tío Pedro, mi abuela María Aizpuru y mi tió Pedro De Lille Aizpuru

No conocí a mi abuelo: había muerto hacia 1942. A través de mi madre y de mis tíos se me transmitió el cariño. Ya se sabe que uno no muere mientras haya alguien que lo recuerde. Ya os conté que mi abuela no volvió a tocar el piano cuando él murió, a pesar de que para ella era una profesión muy amada, o por eso mismo. Hoy parece casi suicida. Sin embargo, creo que en ese tiempo, ese tipo de cosas solían hacerse. Una especie de tributo a la memoria del ser amado. No sé si romántico o tenebroso. El caso es que el piano desapareció, y mi madre también fue sacrificada con ello. Mi madre después prosiguió su vida profesional por otros cauces bien distintos, aunque, como creo haber dicho, terminó las carreras de piano y de organista.
Al parecer mi bisabuelo (o mi tatarabuelo), vino de Burdeos, Francia ¿Sería un socialista utópico? Esa idea me gusta, aunque no lo sé. El caso es que fue dueño de una escuela en Parral. Murió prematuramente, y mi abuelo se hizo el cabeza de su pequeña familia: tuvo dos hermanos, José, médico, y Carlos, que murió muy joven y sin descendencia.
Mi abuelo estudió Química y Farmacología, y fue uno de los introductores de la Bacteriología en México. Además de sus farmacias y sus investigaciones, estuvo siempre ligado a la enseñanza y fue profesor de la Preparatoria y de la Facultad de Química, y también fundador de la Institución que dio germen más tarde al Instituto Politécnico Nacional. En Parral había sido Director del Instituto Científico y Literario en 1911 y diputado por la circunscripción de Meoqui durante una legislatura.
Mi abuelo era un hombre interesado por la literatura clásica, y en su biblioteca fue donde yo leí a Dante, a Plutarco, a Homero o a Platón. Pedro De Lille Borja amaba también la música y tocaba el violín. En aquellos tiempos, las familias hacían música por las noches, porque no había televisión. Había que entretenerse, así que mi abuela o mi madre tocaban el piano, mi abuelo el violín y mis tíos y tía cantaban fragmentos operísticos, de zarzuela o canciones de Manuel M. Ponce o de Granados. Mi madre recordaba esas veladas con mucho cariño, y después nosotros proseguimos con ellas en casa de mi tía Leonor, que tocaba el piano de oído excelentemente. En mi familia ha seguido siendo muy importante la música: mi primo Pedro De Lille Sáenz también fue un excelente pianista. Mis primos Ramón y Enrique tocaban la guitarra y la armónica (y Ramón, interminablemente y de oído “El claro de luna”, para irritación nuestra), y mis sobrinos Marisa, Gabriel, Luis y Alejandro son músicos o cantantes o ambas cosas. Mi hijo Arturo se ha dedicado al violoncello, aunque no profesionalmente, pero sí con continuado amor. De modo que parece que hay algunas redondas, blancas y negras, fusas y semifusas en nuestro ADN.
Bueno, a lo que iba. Mi abuelo, como sabéis, se casó con doña María y tuvo con ella 6 hijos, de los cuales sólo uno se dedicó a la ciencia: Enrique, que siguió sus pasos. Todos ellos recordaban que mi abuela llevaba la casa y a la familia y que mi abuelo era el sabio que leía y estudiaba todas las noches varias horas: sus libros estaban en alemán, en latín, en inglés o en francés. En ese tiempo las traducciones escaseaban y había que conocer varias lenguas para estar al día. Mi abuelo también era el tierno de la familia. Mi madre me contó que cuando le bajó la regla estaba subida en un árbol. Al ver la sangre, creyó que se moría y fue a hablar con mi abuelo, quien con mucha ternura y tacto le explicó la transformación que estaba por llegar. El amable y cariñoso era él. Y el tolerante, pues en aquel tiempo no era frecuente un matrimonio como el suyo, en el que la mujer trabajase y tuviese mucho carácter y lo pudiese exhibir sin avergonzarse de ello. Mi abuelo nunca fue machista. Sospecho que a él le venía muy bien el carácter de María Aizpuru. Mi abuelo era un buen hombre distraído y pacífico, cuyo interés por aprender nunca se sació.
Por temporadas vivieron en Guanaceví, Durango, en Eagle Pass o en Los Ángeles,Califronia, huyendo de la Revolución.
Pancho Villa era para mi abuelo el ejemplo del cuatrero sinvergüenza, del hombre inculto y salvaje. Mi abuelo era un afrancesado y un europeísta. Y no veía más que destrucción y barbarie en aquellos hombres. Una vez, un hombre entró en su farmacia de Parral, exigiendo que fuese a curar a Villa. Mi abuelo se resistió, respondiendo: “Yo no curo cuatreros ni ladrones”, pero fue llevado por la fuerza de las armas hasta el campamento. Villa tenía una herida en la pierna, que mi abuelo curó. Una vez hecho esto, Villa le dijo: “Pídame usted lo que quiera”. Y mi abuelo le dijo: “No entre usted en Parral”. Los saqueos, las violaciones y las muertes eran cosa normal cuando entraban los villistas. Y Villa no entró en Parral. Parral fue la única ciudad que no sufrió el saqueo de las tropas villistas. Durante años, pensamos que esta historia era falsa. Hasta que Enrique Krauze la recogió en su libro Caudillos de la Revolución Mexicana.
Después de su estancia en USA, mi abuelo volvió a México. Él nunca tuvo deseos de progresar económicamente. En USA les iba muy bien, mucho mejor que en México, por la situación tan irregular que había en esos años en nuestro país. Pero él extrañaba su tierra. Se dejó allá un hijo: mi tío Enrique, de quien ya os he hablado. Y se trasladaron a la capital. Mi tío Pedro comenzó a trabajar en la XEW y a hacerse muy famoso. Y mi abuelo se dedicó entonces casi completamente a la enseñanza, primero en la Preparatoria (la famosa Prepa 1 del Centro de la Ciudad, pintada por Diego Rivera con esos hermosísimos murales), y después en la Facultad de Química. Más tarde, con otros preclaros científicos como Diodoro Antúnez, Enrique Suárez del Real, Marcelino García Junco, Leopoldo Ancona, Demetrio Socolov y Antonio Ramírez Laguna, concibieron la idea de fundar una nueva escuela profesional de Bacteriología en 1933, un año después de ser proclamada la autonomía de la Universidad Nacional de México. Fue escaso el número de alumnos, pues aún no se le concedía personalidad propia a la bacteriología, dado que esta actividad la cubrían médicos. En 1934, Lombardo Toledano y Alejandro Carrillo crearon la Universidad Obrera, germen del actual Instituto Politécnico Nacional, donde al final quedó inscrita la carrera de Químico Bacteriólogo.
Mi abuelo llevó a cabo muchas investigaciones diversas, creó sueros contra mordeduras de serpientes, investigó sobre las enfermedades infecciosas o sobre la diabetes. Él mismo se curó la suya, pero la vida no le alcanzó para culminar esta investigación, que habría sido decisiva, pues murió antes de cumplir los 60 años.
Mi madre contaba que su féretro fue llevado a hombros de sus muchos alumnos desde la casa de San Ángel hasta el Panteón Francés, donde descansa, al lado de su esposa. Su herencia no fue material: fue el cariño y la ternura que dejó en sus hijos, y que éstos nos transmitieron a nosotros, con los valores del esfuerzo y del amor por el conocimiento.

2 comentarios

Lourdes Suarez del Real -

Q tal? Curiosamente buscando algo sobre mis ilustres antepasados, tope con esta pagina, donde mencionan a mi abuelo Enrique. Tanto el como mi padre (tambien llamado Enrique), dedicaron buena parte de su vida a enseñar, tanto en las Prepas (la 1, la 9) y mi papa en el IPN (la textil). Me da gusto saber q mi abuelo es recordado.

Adolfo Orozco -

Ewtoy interesado en la historia de Don Marcelino García-Junco y su relación con estudios de los pigmentos de la Tilma de Juan Diego. Tiene alguien algún dato?
Gracias