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Problemas de la colonización en Nueva España: religión y castellanización de indios ( 1 )

Problemas de la colonización en Nueva España: religión y castellanización de indios ( 1 )

Inicio la publicación de un nuevo tema con estos fragmentos extraídos de mi tesis doctoral (1990) Introducción a la Oratoria Sagrada Novohispana en la segunda mitad del Siglo XVIII. Un tema que nunca ha dejado de interesarme es el de la colonización y el postcolonialismo. Espero que os resulte atractivo.   

 

La Colonia fue durante toda su historia un espacio en el que pervivió de manera destacada un sistema de vida feudalizante, pues las diversas formas de posesión de la tierra como la encomienda, la hacienda, el repartimiento de indios o las congregas se asemejaban bastante al sistema de vasallaje, aunque no tenían sus ventajas.  Este sistema, la labor de los peones en el obraje y la jerarquización estricta de la sociedad, más la diversificación productiva de las diversas regiones mexicanas, dividieron claramente a la población. Además de existir la diferencia entre españoles, criollos, indios y castas, la diferencia entre habitantes del campo y de la ciudad fue una constante cuyas consecuencias aun hoy pueden observarse.En el mundo colonial la religión venía  a ser un fundamento indispensable para todo acto de vida, y en función de ella se juzgaban todos los acontecimientos. Sin embargo, en esa sociedad encontramos diversos planos religiosos. El hegemónico está representado por el clero español y criollo y por la sociedad dominante y colonialista: su espacio natural es el urbano. Pero existe también una religión sincrética cuya presencia es asimismo importantísima, sólo que en el ámbito rural. Ésta, que llamaremos ‘religión popular’ no es privativa de ninguna manera de la Colonia , pero el sincretismo mexicano es más reciente y por tanto, más evidente

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En 1766, Francisco Antonio de Lorenzana tomó posesión de la diócesis más rica y más importante de la América conquistada: la de México. Tres años después, el arzobispo publicó una Carta pastoral instando a los párrocos y a los vicarios de la Colonia para que  extendiesen el uso del castellano entre los indios. Respondiendo a esta Carta, Carlos III envió una Real Cédula (1769), refrendando todos los puntos expuestos por el arzobispo. Al presentarla, Lorenzana añadía que el castellano no sólo podía ser implantado por medios persuasivos, sino también por la fuerza.

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Volviendo la mirada atrás, diremos que lo que algunos llaman ‘la primera etapa misionera’ duró escasamente 20 años, en los inicios de la Conquista. En la segunda etapa (que se suele identificar entre los años de 1565 hasta mediado el siglo XVIII), el clero abandonó la evangelización y se identificó totalmente con las premisas del poder, bajo el supuesto de que los primeros evangelizadores habían conseguido una absoluta conversión. ¿Es posible que lo creyeran verdaderamente, o tal vez les convenía creerlo así para actuar en consecuencia?

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La Inquisición nunca tuvo fuero con los indígenas. Por un lado, este hecho puede valorarse positivamente. Por otro, es evidente que se juzgó que si los indios eran herejes esto no constituía ningún prejuicio para la corona, ni económica, ni políticamente. Los indios estaban completamente marginados de la sociedad novo-hispana y por tanto sus supuestos pecados quedaban circunscritos a su entorno circular cerrado. Esto facilitó la práctica sincrética.

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La Carta Pastoral V reafirmaba la política del gobierno eclesial de la Colonia para conseguir la homogeneidad lingüística de la población nativa: tanto la carta como la cédula carolina exponen con toda claridad las disensiones y resistencias activas y pasivas de los nativos ante la conquista y la colonización.

Lorenzana se queja: ‘ En dos siglos y medio de hecha la conquista de este reino estamos aún llorando y sintiendo que, como si fuésemos el mismísimo esclarecido conquistador Hernán Cortés, necesitamos intérpretes de lenguas e idiomas de los naturales'.

Las lenguas indígenas pervivieron durante todo el proceso de la colonización. Aunque algunas lenguas minoritarias sucumbieron, las principales lograron conservarse. Una vez cumplida la primera fase de la conquista (1521), la castellanización del indio se vio entorpecida por esa enorme diversidad lingüística del sustrato, y sobre todo por la división de intereses de cada una de las instituciones gobernantes.                          

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La Iglesia y el Estado mantuvieron posturas muy distantes sobre el destino de la población nativa y además, dentro del seno de cada una de ellas, también había propuestas y posturas contradictorias. De ahí que la política con relación a los indios ( y con ella, la política lingüística), fuese perpetuamente vacilante.

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Durante el siglo XVI, la corona expidió multitud de Cédulas Reales y decretos dirigidos a virreyes y obispos ordenando la enseñanza de la lengua española a los indígenas. Cédulas y decretos que fueron letra muerta mientras los franciscanos y otras órdenes religiosas se hicieron cargo de los curatos y de la evangelización, es decir, hasta 1572.

Carlos III escribe al respecto en la Cédula: ‘ Al principio los regulares vincularon en sí los curatos, manteniendo los idiomas (de los indios) y después que lo seculares lo han aprendido, ha sido trascendental el prejuicio, procediendo en esto contra la práctica de los conquistadores, como los romanos introdujeron su lengua en las naciones conquistadas.’

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Un rasgo característico de este tipo de documentos (pastorales, cédulas, etc.), es que dicen una verdad mientras callan otras.

Es evidente que a Lorenzana le interesaba destacar únicamente el control que consiguieron los frailes sobre la población indígena por medio del aprendizaje de sus lenguas. Pero no es menos cierto que no fue exclusivamente el ansia de poder lo que les llevó a rechazar la castellanización. Había otras razones: una era que el Reino de Dios en la tierra, una de cuyas formas podía ser la utopía católica, estaba en condiciones de materializarse por medio de la Conquista. El mantenimiento de las lenguas indígenas era condición sine qua non para poder llevar a cabo ese sueño utópico. Los indios se mantendrían en un estado incontaminado, ajenos a los conquistadores sedientos de poder y de oro, llenos de ambición y de pecados mundanos: poseedores de todos los defectos de la civilización, y muy a menudo completamente corrompidos.

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2 comentarios

Gabriela -

Gregorio, a mí sólo me gusta la gente con la que puedo discutir intelectualmente, aunque tengan más categoría que yo. Por lo que te encuentro más cercano que lejano, precisamente porque tenemos distintos puntos de vista sobre algunas cosas.
Un abrazo, y feliz año para ti y los tuyos.

Gregorio -

Muchas cosas nos separan, Gabriela, pero ninguna lo suficientemente consistente como para que me impidan desearte, de todo corazón, un feliz año nuevo.