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Víctor Erice: El sol del membrillo

Víctor Erice: El sol del membrillo

Hay ciertas cosas que la realidad no te entrega si no sabes esperar. Víctor Erice.

Erice es uno de los creadores más importantes del cine español. Que tenga una obra escasa no desmerece su valor (ahí tenemos a un Juan Rulfo, que con sólo dos obras ha pasado a la historia de la literatura). Ignoro las razones por las que Erice no se prodiga. Pero cada vez que coge una cámara, nos regala una sensibilidad, un meta-discurso sobre el cine y sobre la mirada, sobre la realidad y sobre la creación.

Y sobre la mirada y sobre la creación va este documental con Antonio López. Y no digo sobre Antonio López porque no es un biopic documental, no es una obra que trate de la obra de...Es un fragmento, una hoja desprendida de un diario que recoge los meses que dedica Antonio López a la transcripción de un árbol de membrillo. Primero como óleo, después como dibujo.

Lety, con sus pinturas, me ha hecho pensar en esta película, y a ella le dedico este post. Pintar no siempre es transcribir la realidad. Incluso diría que en el siglo XX y en lo poco que llevamos del XXI, pintar no es transcribir. A contracorriente,  Antonio López ha construido su magnífica obra. Para mí, López es el otro gran pintor español del siglo XX.  Pero para valorarlo, hay que ver la obra: verla. No valen posters o ilustraciones (ése es el gran obstáculo que tiene su obra para ser apreciada en nuestros siglos).

Antonio López transcribe la realidad para darle eternidad, como se sugiere en el que podríamos llamar el epílogo de la  película de Erice. La realidad no se trasciende a sí misma. Es fugaz, fútil, pasajera, incluso diría que es banal, y no tiene vida después de la vida. Es el arte o el pensamiento escrito quien dota a la realidad de trascendencia. Tanto el cine, que recoge las imágenes de una realidad siempre pasado, como la pìntura, que recoge con mayor o menor precisión la corporeidad que ha dejado de existir: jarras de leche de Vermeer, jarrones y manzanas, jugadores de naipes de Cézanne, frutas de Caravaggio... todo ello vivo y presente gracias al arte. Amores de poetas, dolores, angustias, magdalenas que metaforizan una infancia, retratos de artistas adolescentes...Sólo el arte. Sólo él. El único arte no realista es la música. Quizá el único sublime por sí mismo.

Cuando se acaba el cuadro del membrillo, Erice nos muestra la futilidad del membrillo: membrillo que sirve para ser convertido en mermelada de la abuela, en objeto de curiosidad para los trabajadores (polacos) de la casa, que lo comen y que no quedan convencidos por su sabor. Es como una pera dura, insípida, dice uno de ellos, desdeñando el membrillo sobre la mesa.

Para mí Antonio López merece un sustantivo, no un adjetivo, y el sustantivo es deslumbramiento. Porque su pintura es sustantiva y no adjetiva. El mundo de Antonio López es la pintura misma, más el tiempo. Su pintura tiene la cualidad de referirnos o remitirnos al tiempo que huye, modificándolo todo. Más que luz, más que formas, López captura ese tiempo mientras huye de o por encima de las cosas: cuerpos (esto es evidente en sus magníficas esculturas desnudas de hombre y de mujer, porque López, aparte de pintor es escultor dotado), lavabos, calles o terrazas.

Su modestia y su sencillez humanas lo definen como el artista consciente de la limitación de sus posibilidades frente al objeto. Desde esa conciencia, López emprende las obras o las deja, si las circunstancias son imposibles de superar. Así, deja inconcluso su óleo del membrillero. Y lo hace sin amargura por el tiempo que ha pasado dedicándole su atención, sus precisas mediciones. Hay una frase casi zen en su diálogo con dos chinos que le inquieren sobre sus propósitos, sus técnicas y su modo de hacer. Les dice: Para mí lo más importante es estar junto al árbol, no la tela que pinto.

López planta el árbol de membrillo. Cuatro años después, traza las líneas cardinales en su lienzo. Antes, ha puesto sus hilitos: ha colocado sus coordenadas espaciales y su plomada en el centro. Ha dibujado en la barda de su casa la línea del horizonte. Ha clavado dos señales en la tierra para saber desde dónde, exactamente, va a pintar (fijando así el punto de vista). Y ha preparado la tela. Comienza a pintar directamente, sin bocetar. Poco a poco, desde el centro, va surgiendo el membrillero, y poco a poco, López va tocando con su pincel y su blanco los puntos de referencia: porque el membrillo no permanece inmutable: al pasar de los días y de las semanas, el arbolito va creciendo, va produciendo y sus ramas van descendiendo por el peso de los frutos. López va bajando también los trazos de su pintura, acompañando al membrillero, pintando más abajo, desplazando también lo que ha ido pintando más arriba: sus membrillos, sus ramas, sus hojas en el lienzo también descienden. centímetro a centímetro; López pinta al mismo tiempo el membrillo y el tiempo, el esplendor frutal del delgado arbolito, su capacidad fecunda de crear.

Erice, mientras, filma a Antonio López, filma también a los obreros que trabajan en la casa. Ellos también acuden a su trabajo cada día. Lo contemplan de lejos, para apreciar mejor, como Antonio va pintando el membrillero. Buscan, con sus martillos, su cemento, su igualador, la perfección de la obra. Ellos también saben que su obra va a perdurar: es una casa. Esta narración paralela es puro didactismo refinado: el artista es un obrero del arte. El obrero es un artista si se afana por hacer las cosas bien. Ambos trabajan la materia. Las manos y la cabeza en armonía con la idea: el objetivo final: la obra.

                                          El óleo del membrillo y la bso 

Destaco la espléndida banda sonora de esta película, a cargo de Pascal Gaigne ¡Ese violoncello que sale de las entrañas!

Víctor Erice, El sol del membrillo. Antonio López en una película de Víctor Erice, 1992, Edición de coleccionista. 2 discos. Rosebud, 2004.

Para ver imágenes elocuentes de la película pinchad aquí (Y además encontraréis mucha información interesante).

6 comentarios

Diego Garcia -

Fue una de las peliculas que me acerco a una tentativa de de saber impresisamente que lugar ocupa el cine en mi vida. La sensibilidad de erice permite entender que la memoria , quizas se construya a partir de la sensibilidad de nuestras percepciones, aquellas que trazan , arrugan o desgrana la tela en la que se imprimen. Casi como si se encontrara la manera de retener las cualidades materiales de aquellas cosas que alguna vez nos causaron placer...y salvarlas de la muerte.

Gabriela -

Muchas gracias por tu visita a mi blog. La buscaré y haré una reseña en cuanto pueda. Mil gracias de nuevo. Saludos cordiales.

pascal gaigne -

Gracias por vuestros comentarios sobre la BSO del Sol del membrillo de cual soy el compositor. Es una musica que tiene un sitio muy especial en mi corazon. Es muy dificil encontrar la primera edicion de esta BSO (la que se ver en el articulo) pero ha sido reeditada en 2005 con otra portada (Karonte/jmb) sino podeis contactar conmigo y os la conseguiré.un abrazo

Gabriela -

Pasé por el foro. Muy interesante el artículo de APR, Loriana.
Y las coincidencias ¿lo son? A mí me estuvo pasando con el blog de Portnoy hace un mes y medio o así. Son más bien síntomas de sintonías o de afinidades, aunque puedan tener un cierto tinte mágico, que siempre es agradable.
Un beso, Loriana, vuelve pronto.

Loriana -

Lo olvidaba: nos fascinó la banda sonora. Mil gracias por dar el dato. Como dicen los españolitos: a por ella, :-).

Loriana -

Te leo y no lo creo. Es que justo ayer, después de meses de estar el DVD esperando ser visto después de que me lo traje de Madrid en junio, vi El sol del membrillo. Qué coincidencia, de verdad.

Me gustó muchísimo, qué te puedo decir. Me gustó la necesidad del artista por mantener una cercanía física con su objeto, el querer reflejarle lo más fiel posible, de hacerle evolucionar también en el lienzo y hacerle el retrato más fiel posible. Ese retratar al membrillo y al tiempo que dices. Mi pareja, que alguna vez pintó, y que sorprendentemente encontró desesperante la película, decía constantemente: sabe que el membrillo va a madurar, que el tiempo se le vendrá encima, ¿por qué no apura el trazo?¿Por qué tantísimas semanas?¡Van Gogh hizo sus siete versiones de sus girasoles, igualmente momentáneos, en poquísimo tiempo! No lo sé. No conozco la relación de Van Gogh con esos girasoles (seguro la hay, quizá tú me lo quieras contar), pero aquí conocemos la relación casi personal del artista con ese membrillero. En todo caso, está claro que el resultado es lo de menos en este caso, a mí me deslumbró la capacidad de Érice para retratar el proceso y eso, el paso del tiempo, lo mismo para el artista como para los trabajadores polacos, pintores de brocha gorda. El reflejo del trabajo, del esfuerzo. Me gusta el compromiso y la profesionalidad con la que minuciosamente el artista prepara el todo, las proporciones, el horizonte. Sufrimos por lo mismo cuando toma la decisión de dejarlo. Ese momento cuando toma en sus manos el membrillo. Sí, el resultado es lo de menos, y quizá el objeto también. Y, bueno, siempre se puede volver a empezar, si se tiene el valor. El membrillo ya comenzaba a asomar sus nuevos frutos en la primavera, mientras los membrillos podridos observan silenciosos desde el suelo. Quizá los siguientes puedan ser inmortalizados, finalmente, y llevarán parte de aquellos membrillos en el suelo. Finalmente son parte.

¡Ah, y la conversación con los chinos! Me encantó.Y qué bien habla castellano el chico, ¿eh?

Luego voy a ver el segundo disco, el de los extras y las entrevistas. A ver qué tal.


Arturo Pérez Reverte ya me había advertido Sobre Antonio López, su dedicación y su necesidad de tener al objeto en vivo. En un artículo que publicó en El Semanal, nos cuenta un poco del \"tras bambalinas\" de su famoso cuadro retratando La Gran Vía madrileña. Te lo dejo en este enlace:

http://www.emboscados.com/foro/viewtopic.php?TopicID=456&page=0#3585

Muchísimos besos.