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Dinero y amor: Catherine Earnshow y Jane Eyre

Dinero y amor: Catherine Earnshow y Jane Eyre

Algunos especialistas opinan que el otro yo de Jane Eyre, aquel que está al otro lado de su espejo, es Bertha Mason, la esposa escondida en el tercer piso de Thornfield Hall. Incluso algunos, haciendo uso de estudios psicoanalíticos claramente anacrónicos con la novela de Charlotte Brontë, han señalado que Bertha es la sensualidad que Jane no se atreve a dejar salir y que encarna su violencia y su rabia (ocultas) ante la sociedad patriarcal de la época. Bertha, según estos investigadores, lleva a cabo todas sus acciones en reacción directa a los temores y a las fobias sexuales y pasionales de Jane. Estas elucubraciones siempre me han parecido absurdas. En cambio, Catherine Earnshaw sí puede ser considerada la anti-Jane. Doy por supuesto que ambas hermanas, Emily y Charlotte, guardaron para sí la creación de estos extraordinarios personajes femeninos mientras los escribían en la vicaría de su padre, Patrick Brontë. En primer lugar, el escribir es siempre una cosa demasiado íntima para ser considerada como tópico en una conversación familiar, y más todavía cuando sabemos que Emily era extraordinariamente reservada, casi de una manera autista y Charlotte sin duda lo fue también. Por ejemplo, en sus cartas a su mejor amiga, Charlotte jamás mencionó la creación de Jane Eyre. Es como si no la estuviese escribiendo: queda al margen de sus confidencias.

Para mí, la anti Jane Eyre es Catherine Earnshow, de Cumbres Borrascosas. Cathy es inmisericorde, es ambiciosa, es egoísta, es monstruosamente manipuladora, es coqueta y tiene un corazón desgarrado que vacila entre Edgar Linton y Heathcliff, y que a los dos daña, dañándose antes (y en primer lugar), a sí misma. Cuando está a punto de morir, y ante los reproches de Heatchcliff, Cathy reconoce que ella misma ha sido ’el ministro de su mal’ (como dijera Francisco de Aldana), pero no permite que ninguno de los dos amantes se quede sin su buena ración de insuperable sufrimiento. Hay un ingrediente tremendamente destructivo en Catherine, al margen de su ambición: " ¡Entre tú y Edgar habéis destrozado mi corazón, Heathcliff, y los dos venís a mí para lamentaros de lo sucedido, como si fuerais dignos de compasión. Pues no pienso compadeceros, ya lo creo que no, Me habéis matado...".

Jane Eyre, en cambio, desde el momento en que se enamora ( contra su propia voluntad), de Edward Rochester, se entrega exclusivamente a este amor sin pensar jamás en otra cosa que no sea él. Y aunque, en el último tercio del libro, se ve tentada por St. John Rivers para entregarse a la labor misionera en el ’papel’ de su esposa, ella sabe que no puede hacerse amar por este hombre frío y duro, que sólo quiere entregarse al amor de Dios. Jane reconoce ante Diana que quizá, debido a las cualidades de St. John, podría en algún momento llegar a amarlo, pero sabe que ese amor se asfixiaría en sí mismo, pues él jamás podría corresponderla como lo había hecho Rochester. Y entonces Jane sería víctima de un sufrimiento insoportable. Por ello ofrece a St. John el único sacrificio que podría hacer por él: acompañarlo en su misión a la India, pero como una igual, no como una esposa. Es curioso que ella se plantee esto como un dilema con relación a Rivers y no con relación a Rochester, porque en general, la esposa decimonónica es, por definición, inferior al marido. Deja de tener autonomía económica (ya que él será el dueño de todo lo que posea), será su esposa obediente, su propiedad. Por ello, Jane no puede casarse con St. John y en cambio desearía haber podido hacerlo con Rochester, puesto que Rochester la ha amado precisamente como a una igual, mientras que St. John la ve siempre como una subordinada. Desde la segunda conversación, Edward le deja claro ’que no desea tratarla como a una inferior’ . Así lo reafirma en la escena de la declaración amorosa: " Así es: somos iguales (...) Aquí está la que es igual a mí, la que será mi segundo ser, mi mejor compañera en la tierra. (...) Te ofrezco mi mano, mi amor y todas mis posesiones"...

De modo que Rochester, al revés que los personajes de Cumbres Borrascosas, no contempla la situación de clase como un elemento de dominio.Y una vez que se ha establecido la relación, cuando la señora Fairfaix hace notar a Jane que no debería saltarse su lugar (en el mundo, en la sociedad) aceptando esta desigual relación y Jane transmite esta opinión a Rochester, él responde: "Tu lugar está en mi pecho". Jane no da importancia a esta convención económica o social en ese momento. Su mirada hacia él o hacia Blanche Ingram está desposeída del concepto ’dinero’ o ’clase’. Las prioridades de Jane son morales y éticas y por ellas se guía absolutamente. Ella sabe que es digna de Rochester y que ambos son de la misma condición, mucho más que Blanche, con quien él no tiene nada que ver: "La señorita Ingram no daba la talla para despertarne celos, era demasiado poca cosa". Jane se juzga y se sabe muy superior a Blanche y por ello es incapaz de sentir celos de esa muñeca frívola, aunque sea noble y hermosa y Jane se describa a sí misma como "pobre, fea, obscura y pequeña" (Poor, plain, obscure and little).

Sin embargo, cuando Rochester ha conseguido el anhelado "Sí, Edward, me casaré contigo", él, de manera desconcertante, desea dar constancia de su amor por Jane tratándola como ha tratado antes a su amante, Céline Varens: dándole regalos, intentando cubrirla de joyas, comprándole vestidos y anunciándole que si bien ella ahora lleva las riendas de la situación, después, él la llevará atada a su pecho como lleva la cadena de su reloj. Lo dice en broma, pero realmente, Jane siente en ese momento que él la quiere transformar en otra y pretenderá cosificarla: "Entonces ya no seré tu Jane Eyre". Jane teme la dependencia económica absoluta que después de su abandono de Thornfield, tras el terrible descubrimiento del secreto de Rochester, quedará conjurada por la cuantiosa herencia que recibe de su tío John Eyre desde Madeira. Esta herencia la convierte por fin en igual a Rochester en términos económicos y le permite por fin acceder a su hombre con todas las seguridades que una situación independiente le otorgan.


Catherine Earnshaw reacciona de muy distinto modo. Desde la llegada del "gitano" que su padre ha encontrado vagando sin rumbo ni destino por las calles de Liverpool y que se lleva a su casa otorgándole el mismo nombre que a un hijo ya fallecido, Heathcliff estará marcado por la desigualdad de su nacimiento, misterioso y seguramente infamante. Nelly, la criada de la casa, le dirá en alguna ocasión que, al desconocer absolutamente su origen, puede fantasear con que es, en realidad, el hijo de un príncipe extranjero o de algún desconocido potentado. Pero Heathcliff es y será siempre un marginado, un ser extraño, ajeno: el "otro". Su carácter salvaje y su oscura piel, su violencia congénita no son más que las marcas de esta otredad radical, que se presente ante la agresiva mirada de Hindey, su enemigo radical, su rival natural dentro de la casa. Heathcliff es un ladrón: roba a Hindley el amor de su padre. Y cuando éste muere, el hijo le hará pagar caro esta suplantación ignominiosa para él, rebajándole y humillándole constantemente y estimulando así el caldo de cultivo de la posterior venganza, cuando le robará la casa, el hijo y la poca dignidad que le quedaba.

Cathy y Heathcliff son dos ramas de un arbusto salvaje, expuesto a la violencia de los vientos del páramo y como él indomables; están unidos por un amor asocial, anticonvencional, en el que no puede entrar nadie. Un amor que no puede prosperar en la medida en que Cathy no puede desclasarse, no puede alejarse de la sociedad, ni siquiera en el páramo. Cathy tiene 15 años cuando se da cuenta de que desea ser una señora, poseer trajes bonitos, tener una casa linda, tomar el té...ser, como ella dice, la señora más importante de la comarca, y esto no puede dárselo Heathcliff. De modo que Edgar Linton, a quien aprecia por su elegancia, por su educación, por ser distinto a ella y a Heathcliff, resulta la opción deseada. Sin saber que Heathcliff escucha, Cathy razona que no puede vivir con Heathcliff porque ambos se convertirían en dos vagabundos y dice la frase que condenará a los dos amantes al infierno que vendrá después: " Casarme con Heathcliff me degradaría".

Catherine traiciona así la promesa hecha a Heathcliff: "No te abandonaré nunca, jura que tú tampoco te irás"(...) por el dinero y la refinada vida en la granja de los Linton. De este modo, Cathy hace lo que Jane nunca hizo: dejar de lado sus sentimientos en favor de una ambición económica y social: "Yo soy Heathcliff", le dice a Nelly después de comentarle que ha aceptado la oferta de matrimonio de Linton ¡Qué paradoja! Cathy no es consciente de esta contradicción mortal. En esa misma noche fatídica, Cathy tiene la certeza de que ha obrado mal aceptando a Edgar: confiesa que su afecto por él es como el follaje de los árboles, que cambia con las estaciones, mientras que el amor que siente por Heathcliff es como las rocas del páramo: permanece siempre. Es la ambición la que la hace aceptar esa boda monstruosa que va contra su naturaleza.

La huida del despreciado sólo puede traer consigo la tragedia, que desde el momento en que se concierta la boda entre Cathy y Edgar comienza a rondar tanto Cumbres Borrascosas como la granja de los Linton. Más o menos a los trece años, ella le había reprochado a Heathcliff que no tuviera conversación, que estuviera siempre sucio, que fuera, en suma, un bruto o un salvaje. De modo que él se irá (no sabremos nunca adónde) para volver convertido en un caballero, pero sólo externamente. En su interior no es más que una fiera salvaje, herida de muerte por la decisión equivocada de Cathy Earnshaw.

Cuando Jane abandona a Rochester, lo hace para ser fiel a sus creencias y a sus principios: no puede convertirse en su esposa y por lo tanto, no debe convertirse en su amante. Pero esta decisión la toma doliéndose profundamente por el sufrimiento que va a causarle a él. Y curiosamente, no se siente orgullosa de su decisión: se va contradiciendo su propio corazón, y odiándose por el daño que va a hacerle a Rochester, a quien perdona inmediatamente. Sus sentimientos por él son siempre de disculpa, de comprensión, de pena y sus palabras, al despedirse, son extrañamente paradójicas y desde luego, muy generosas, porque le dice "Que Dios lo bendiga, mi querido dueño. Que Él le proteja de todo mal, le sirva de guía y de consuelo, y le pague todo el bien que me ha hecho".

Cuando Cathy va a morir, víctima del dolor que le produce no poder ser de Heathcliff ni poder amar como debe a Linton, tanto como de un mal parto, dice: " ¡Ojalá pudiera abrazarte hasta que nos llegara la muerte a los dos! -continuó con amargura-. No me importaría que sufrieras. No me importan nada tus sufrimientos ¿Por qué no has de sufrir? ¡Yo lo hago! ¿Te olvidarás de mí, serás feliz cuando yo esté bajo tierra?".

Cathy anuncia que nunca descansará en paz. Catherne está en las Antípodas de Jane y es, desde mi punto de vista, su verdadera imagen inversa en el espejo.


Emiliy Brontë, Cumbres Borrascosas, Siruela, Madrid, 2007 (Prólogo de Alejandro Gándara, traducción y notas de Cristina-Sánchez Andrade)

7 comentarios

frank -

yo ni lo lei x q no entiendo ingles si alguien me kiere ayudar 1569728598 grax

isabel! -

me parecede k ste libro es un poko rollo y ademas bastante largo...aunk bueno solo tngo 13 años xro no m lo leo x gusto si no xk tngo un trabajo de ingles y en fin como no m e enterado pues me lo leo en español... asi k mi opinion sk ste libro s muy triste xro se enrrollan demasiado.

Paco -

¡Qué interesante, Gabriela! Tú que tienes tan frescas estas lecturas podrías desarrollar en un post esa idea del "sadismo" en la literatura de las hermanas Brontë.
Por cierto, ¿Anne merece la pena? Nunca me atreví con ella.
Besos.

Gabriela -

No he leído la novela de Rhys, aunque he leído mucho sobre ella.
Sobre sadismo me temo que las tres hermanas sabían demasiado. El sadismo de Rochester, cuando hace creer a Jane que se casará con Blanche y que ella debe marcharse ( y Jane responde declarándole su amor), es una escena realmente muy fuerte. Una muestra de refinada crueldad que por supuesto no puede compararse con la crueldad de la despedida de Cathy y Heathcliff en el lecho de muerte de la muchacha, o con la crueldad con la que él trata a Elizabeth o a la misma hija de su amada.
En La inquilina de Wellfield Hall, Anne Brontë trata también ese tema del sadismo con una vertiente aún más violenta: la del maltrato físico y la del abuso infantil.
En cuanto pueda, me compro la obra de Rhys...
Cada vez que entro en una librería entiendo por qué no he terminado de pagar la hipoteca de mi modesto pisito de 50 metros...Abrazos.

Paco -

Es interesante este debate. A mí, "Jane Eyre" me sigue recordando el sentimentalismo burgués del "Don Juan Tenorio" de Zorrilla: en esta obra también el protagonista es redimido finalmente por una mujer de moral inquebrantable. Me siguen gustando más Catherine y Heathcliff, fieles a su malditismo hasta el final. Las razones de Catherine para renunciar a Heathcliff me parecen más complejas: debajo de la vanidad, de la búsqueda de dinero y de posición social, hay también mucho de egoísmo, de un individualismo feroz y de un inconfesado deseo de sufrir y hacer sufrir. El sadomasoquismo, en su versión psicológica y macabra, lo inventó Emily Brontë con estos dos personajes, que no saben vivir sin hacerse daño el uno al otro.
Tienes mucha razón al decir que las dos obras no se agotan en las dos historias amorosas. Además me has recordado lo que más me reconcilia con la novela de Charlotte: los primeros capítulos, en Lowood, que reconozco que son interesantísimos. En eso sí que es una gran artista Charlotte: en convertir los episodios de su biografía en materia de ficción.
Por cierto, ¿conocías la obra de Rhyss? Te la recomiendo. Está en Cátedra, Letras Universales. No sé si la traducción en muy buena. Yo, en su momento, la leí en inglés, en Penguin quizás.
Creo que también está en Anagrama.
Besos.

Gabriela -

Querido Paco, no sé si estoy de acuerdo con las categorías (romántica y sentimental). Jane Eyre me parece más una novela de aprendizaje, aunque la historia de Jane y Rochester centre la atención, están también toda la parte de Lowood y la estancia con los Rivers. Rochester es un héroe de estilo byroniano tanto como Heathcliff, sólo que redimido, al final, por la acción de Jane. Por eso la diferencia está en la heroínas: mientras que Cathy es tan demoniaca como Heathcliff ( o quizá un poquito más y todo), Jane es una mujer de honor y ética inquebrantables. Tal como Rochester le dice disfrazado de gitana (en una de mis escenas preferidas): " Sólo en la frente veo el enemigo de un final feliz. Esa frente pretende decir: ' Puede vivir sola, si así lo requieren el amor propio y las circunstancias. No tengo necesidad de vender mi alma para comprar la felicidad. Dispongo de un tesoro íntimo, que nació conmigo'. (...) La frente declara: 'La razón se mantiene firme y lleva las riendas, y no permitirá que se escapen los sentimientos para arrastrarla a abismos agrestes".

Bueno, Cathy renuncia a Heathcliff por razones bien pedestres: por el cochino dinero.

Ni siquiera creo que el tema de Cumbres Borrascosas sea ese amor Cathy-Heathcliff. Como bien señalas, hay más: el tema Cathy-Hareton, pero también toda la destrucciónq ue llava a cabo Heathcliff como venganza. Una venganza no sólo causada por la traición de Cathy y la intervención de los Linton, sino que se remonta a la crueldad con la que es tratado desde el principio por Hindley.
Abrazos, Paco.

Naturalmente, esto no lo puede decir Cathy Earnshow.

Paco -

Me encanta Cumbres borrascosas. No puedo decir lo mismo de Jane Eyre. Leí las dos novelas con 20 años, en segundo de Filología. Para mí son ejemplos modélicos de las dos principales corrientes de la narrativa amorosa del XIX: la novela romántica y la novela sentimental. Cumbres es puro romanticismo: el amor es una pasión devastadora, una fuerza ciega e irracional que destruye a los amantes. Jane Eyre se inscribe dentro de la tradición de novela sentimental en la que el amor es una fuerza que allana todas las dificultades. Final feliz y todo eso.
Es curioso que Cumbres abarca ambas "poéticas": la historia de amor entre la pequeña Cathy y Harenton es también típicamente sentimental. Por ello, quizás resulte esta historia un tanto floja frente a la de Heathcliff y Catherine.
¿Algo en lo que Jane Eyre supera a Cumbres borrascosas? Pues sí: en sus secuelas. La novela de Jean Rhyss "Wide Sargasso Sea", basada en el personaje de Bertha, es una gozada, uno de los grandes clásicos de la literatura antillana en inglés. Un tal Lin Haire-Sargeant se atrevió con "Heathcliff : regreso a Cumbres Borrascosas", donde pretendió reconstruir los "años perdidos" de Heathcliff, aquellos en los que amasa su fortuna y se convierte en todo un caballero. No se le ocurrió otra cosa que llevarlo a Thornfield, a conocer a Jane y Rochester: patético ¿no?