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Homenaje a Alejandro Aura

Homenaje a Alejandro Aura

Alejandro Aura con las musas

Alejandro Aura con las musas

Alejandro Aura, poeta, actor y autor teatral mexicano se fue con las musas un día de agosto, en Madrid. Nos deja sus palabras y su poesía, que no es poco.
¡Maestro, hasta siempre!


Éste es su poema final:

DESPEDIDA

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.


Felices los normales, de Roberto Fernández Retamar

Felices los normales, de Roberto Fernández Retamar


De chica, leí este poema en una antología creo que de Gabriel Zaid, y me enganché a la poesía del poeta cubano Roberto Fernández Retamar. Me sigue pareciendo un gran poema.


Felices los normales, esos seres extraños,
los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida.
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
los satisfechos, los gordos, los lindos,
los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
los flautistas acompañados por ratones,
los vendedores y sus compradores,
los caballeros ligeramente sobrehumanos,
los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos.
Los delicados, los sensatos, los finos,
los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.


(La imagen es de Wifredo Lam)

El Carmen 51 de Catulo

El Carmen 51 de Catulo

No es ningún misterio que me encanta la poesía de Catulo. Os dejo este poema, el 51:

Catulli Carmina
Carmen LI
Ille mi par esse deo uidetur,

ille, si fas est, superare diuos,

qui sedens aduersus identidem te
    
spectat et audit
dulce ridentem, misero quod omnis

eripit sensus mihi: nam simul te,

Lesbia, aspexi, nihil est super mi

lingua sed torpet, tenuis sub artus

flamma demanat, sonitu suopte

tintinant aures, gemina et teguntur
    
lumina nocte.

Otium, Catulle, tibi molestum est:

otio exsultas nimium que gestis:

otium et reges prius et beatas
    
perdidit urbes.

Que es igual a un dios me parece aquel

(y que supera a los dioses, si es lícito)

que sentado frente a ti, sin cesar,  
 
observa y escucha cómo 
ríes con dulzor,
lo que me arrebata  
los sentidos, mísero:
Lesbia, 
en cuanto te veo, ya no me queda 
 
ni un hilo de voz, 
la lengua se torna torpe,
y a manar 
comienza una llama bajo mis miembros;

me zumban los oídos y una noche 
 
doble cubre mis ojos.

El ocio, Catulo, te es muy molesto;

en el ocio te exaltas e impacientas.

El ocio ya perdió antes muchos reyes 
 
y ciudades felices.


(La traducción es de Francisco José Martínez Morán)

Fragmento de Sonata del claro de luna, de Yannis Ritsos

Fragmento de Sonata del claro de luna, de Yannis Ritsos

Acabo de encontrarme con este hombre y con este poema. He aquí un fragmento, que lanzo a la blogósfera como quien lanza un mensaje en una botella :

Nos sentaremos un momento arriba, en lo alto,
y con el soplo de la primavera
podremos incluso imaginar que volamos,
porque muchas veces, y aún ahora, confundo
el susurro de mi vestido
con el de dos fuertes alas que se agitan,
y envuelta en ese sonido de vuelo
siento prieto el cuello, las costillas, la carne,
y así, hecha un ovillo, entre los músculos del
cielo azul,
entre los vigorosos nervios de la altura,
ya no importa si voy o si vuelvo,
ni tiene importancia que haya encanecido mi
cabello
(no es eso lo que me apena -lo que me apena
es que no encanezca también mi corazón).
Deja que vaya yo contigo.

Ya sé que cada uno anda solo en el amor,
solo en la gloria y en la muerte - solo.
Lo sé, lo he probado. No sirve de nada.
Deja que vaya yo contigo.

Yannis Ritsos, Sonata del claro de luna, Barcelona, Acantilado, 2008.P. 11.

Bertold Brecht en Poemas y canciones

Bertold Brecht en Poemas y canciones

Fue un día del azul septiembre cuando,
bajo la sombra de un ciruelo joven,
tuve a mi pálido amor entre los brazos,
como se tiene a un sueño calmo y dulce.
Y en el hermoso cielo de verano,
sobre nosotros, contemplé una nube.
Era una nube altísima, muy blanca.

Cuando volví a mirarla, ya no estaba.

Pasaron, desde entonces, muchas lunas
navegando despacio por el cielo.
A los ciruelos les llegó la tala.
Me preguntas: «¿Qué fue de aquel amor?»
Debo decirte que ya no lo recuerdo,
y, sin embargo, entiendo lo que dices.
Pero ya no me acuerdo de su cara
y sólo sé que, un día, la besé.

Y hasta el beso lo habría ya olvidado
de no haber sido por aquella nube.
No la he olvidado. No la olvidaré:
era muy blanca y alta, y descendía.

Acaso aún florezcan los ciruelos
y mi amor tenga ahora siete hijos.
Pero la nube sólo floreció un instante:
cuando volví a mirar, ya se había hecho viento.


La elegía de Lord Alfred Tennyson

La elegía de Lord Alfred Tennyson

Lord Tennyson escribió una maravillosa y larguísima elegía a la muerte de su amigo Arthur Henry Hallan en 1849.
Hace un año, perdí a una querida amiga cuya muerte prematura y cruel todavía lloro. A ella le dedico este fragmento de la elegía de Tennyson:


Be near me when my light is low,
When the blood creeps, and the nerves prick
And tingle; and the heart is sick,
And all the wheels of Being slow.
Be near me when the sensuous frame
Is rack’d with pangs that conquer trust;
And Time, a maniac scattering dust,
And Life, a Fury slinging flame.
Be near me when my faith is dry,
And men the flies of latter spring,
hat lay their eggs, and sting and sing
And weave their petty cells and die.
Be near me when I fade away,
To point the term of human strife,
And on the low dark verge of life
The twilight of eternal day.


Permanece a mi lado cuando se apague mi luz
y mis nervios se alteren con punzadas oyentes
mientras la sangre del corazon enfermo se arrastre
en las ruedas que giran lentamente.

Permanece a mi lado cuando a mi frágil cuerpo
lo atormenten dolores y no alcance la verdad...
Mientras el tiempo, maniaco. siga esparciendo el polvo
y la vida, furiosa. siga arrojando llamas...

Permanece a mi lado cuando vaya apagándome
y puedas señalarme el final de mi lucha
en el atardecer de los dias eternos
en este oscuro borde de la vida...


Jaime Sabines, No es que muera de amor, muero de ti

Jaime Sabines, No es que muera de amor, muero de ti


No es que muera de amor, muero de ti.

Muero de ti, amor, de amor de ti,

de urgencia mía de mi piel de ti,

de mi alma, de ti y de mi boca

y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mi, muero de ambos,

de nosotros, de ese,

desgarrado, partido,

me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,

en mi cama en que faltas,

en la calle donde mi brazo va vacío,

en el cine y los parques, los tranvías,

los lugares donde mi hombro 
acostumbra tu cabeza

y mi mano tu mano

y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire

para que estés fuera de mí,

y en el lugar en que el aire se acaba

cuando te echo mi piel encima

y nos conocemos en nosotros,

separados del mundo, dichosa,
penetrada, 
y cierto , interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos

entre los dos, ahora, separados
del uno al otro, diariamente,

cayéndonos en múltiples estatuas,

en gestos que no vemos,

en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre

que no muerdo ni beso,

en tus muslos dulcísimos y vivos,

en tu carne sin fin, muero de máscaras,

de triángulos oscuros e incesantes.


Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,

de nuestra muerte ,
amor, muero, morimos.

En el pozo de amor a todas horas,

inconsolable, a gritos,

dentro de mi, quiero decir, te llamo,

te llaman los que nacen, los que vienen

de atrás, de ti, los que a ti llegan.


Nos morimos, amor, y nada hacemos

sino morirnos más, hora tras hora,

y escribirnos y hablarnos y morirnos.

El capitán Francisco de Aldana

El capitán Francisco de Aldana Estoy preparando una presentación sobre Francisco de Aldana para mi curso de Modalidad: tras Garcilaso, creo que es el más grande poeta del Renacimiento español. Aquí os dejo uno de sus sonetos:

El ímpetu cruel de mi destino,
¡cómo me arroja miserablemente
de tierra en tierra, de una en otra gente,
cerrando a mi quietud siempre el camino!


¡Oh, si tras tanto mal grave y contino,
roto su velo mísero y doliente,
el alma, con un vuelo diligente,
volviese a la región de donde vino!


Iríame por el cielo en compañía
del alma de algún caro y dulce amigo,
con quien hice común acá mi suerte;


¡oh, qué montón de cosas le diría!
¡Cuáles y cuántas, sin temer castigo
de fortuna, de amor, de tiempo y muerte!



Samuel Beckett, algunas poesías

Samuel Beckett, algunas poesías

Mi amor por Beckett nació hace décadas, al amparo de su obra para teatro. Más tarde leí sus novelas: siempre me deslumbró. Beckett escribe la escritura. Las palabras aparentemente caóticas entran en el orden universal para decir su propio sonido, para ser ellas mismas y nada más. Me gusta la desnudez anti-retórica de su lenguaje, me gustan sus palabras y sus silencios, es como una música: tan abstracto y sin embargo, tan comunicativo. Finalmente, llegué a su poesía. Como con tantos otros artistas que me hablan, Beckett me habló, no al oído, sino al corazón y a la cabeza, hiriéndome doblemente con el fulgor de su silencio hablado. Y como soy leal y fiel a mis amores, he sido fiel a Beckett y aquí os lo traigo en estos pequeños poemas, llenos de nocturno clamor.

 

  • noche que tanto haces

que imploremos el alba

por favor noche

cae

 

  • viejo ir

viejas paradas

 

ir

ausente

ausente

detenerse

 

 

* locos que decíais

Nunca más

Deprisa

Repetidlo

 

  • sueño

sin fin

ni tregua

en nada

 

  • de dónde

la voz que dice

vive

 

      de otra vida

 

  • palabras

supervivientes de la vida

un poco más aún

hacedle compañía

 

  • con paso firme

sin esperar ya nada

yendo sin norte

a sí mismo adelanta

 

  • al oírse decir

que ya no falta mucho

la vida al fin a sonreír

abiertamente se le puso

 

  • no más

recuerdos que a la edad

de abril un día

de un día

 

  • una noche su sombra

se le reapareció

alargose y ya pálida

se disolvió

 

Samuel Beckett, Mirtlitonnades (1976-1978) y Letanías (1978),, Ediciones Hiperión, Madrid, Ed, trad., estudio y notas de Jenaro Talens (ed. Trilingüe).

 

No te salves, de Mario Benedetti

No me gusta Mario Benedetti como poeta, pero este poema de Benedetti, me gusta.

También me gusta esta película de Eliseo Subiela donde Benedetti recita en alemán, y donde Darío Grandinetti recita a Benedetti ( El lado oscuro del corazón, algún día hablaré de ella).

 

 

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino

y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

 

Canto a un dios mineral de Jorge Cuesta

Canto a un dios mineral de Jorge Cuesta

Jorge Cuesta (México 1904-1942) es uno de los grandes poetas contemporáneos. Su vida y su muerte han sido una sombra para la apreciación de su obra. Canto a un dios mineral es un poema puro, perfecto, armonioso, lleno de música interior y de ritmo, un anhelo imposible de impasibilidad y de perfección, de orden en el caos del mundo. De belleza matemática en oposición al horror telúrico.
La obra de Cuesta contradice su vida, y sin embargo, sus claves secretas sólo pueden ser entendidas al conocer su vida. Así, ‘vida u obra’ se convierten en ‘vida y obra’: antítesis que necesita transmutarse en síntesis para llegar hasta su médula.

Canto a un dios mineral (1942)
(Fragmentos)

Capto la seña de una mano, y veo
que hay una libertad en mi deseo;
ni dura ni reposa;
las nubes de su objeto el tiempo altera
como el agua la espuma prisionera
de la masa ondulosa.

Suspensa en el azul la seña, esclava
de la más leve onda, que socava
el orbe de su vuelo,
se suelta y abandona a que se ligue
su ocio al de la mirada que persigue
las corrientes del cielo.

Una mirada en abandono y viva,
si no una certidumbre pensativa,
atesora una duda;
su amor dilata en la pasión desierta
sueña en la soledad y está despierta
en la conciencia muda.

Sus ojos, errabundos y sumisos,
el hueco son, en que los fatuos rizos
de nubes y de frondas
se apoderan de un mármol de un instante
y esculpen la figura vacilante
que complace a las ondas.

La vista en el espacio difundida,
es el espacio mismo, y da cabida
vasto y nimio al suceso
que en las nubes se irisa y se desdora
e intacto, como cuando se evapora,
está en las ondas preso.

Es la vida allí estar, tan fijamente,
como la helada altura transparente
lo finge a cuanto sube
hasta el purpúreo límite que toca,
como si fuera un sueño de la roca,
la espuma de la nube.

Como si fuera un sueño, pues sujeta,
no escapa de la física que aprieta
en la roca la entraña,
la penetra con sangres minerales
y la entrega en la piel de los cristales
a la luz, que la daña.

No hay solidez que a tal prisión no ceda
aun la sombra más íntima que veda
un receloso seno
¡en vano!; pues al fuego no es inmune
que hace entrar en las carnes que desune
las lenguas del veneno.

( … )

Cómo pasma a la lengua blanda y gruesa,
y asciende un burbujear a la sorpresa
del sensible oleaje:
su espuma frágil las burbujas prende,
y las prueba, las une, las suspende
la creación del lenguaje.
El lenguaje es sabor que entrega al labio
la entraña abierta a un gusto extraño y sabio:
despierta en la garganta;
su espíritu aun espeso al aire brota
y en la líquida masa donde flota
siente el espacio y canta.

Multiplicada en los propicios ecos
que afuera afrontan otros vivos huecos
de semejantes bocas,
en su entraña ya vibra, densa y plena,
cuando allí late aún, y honda resuena
en las eternas rocas.

 

Cinco veces la flor, de Alejandro Aura

Cinco veces la flor, de Alejandro Aura


UNA:
No tengo amor.
Vivo este lunes frío para nadie.
En mi corazón hubo fortalezas y banderas;
hoy, que se le busque un brote,
una siquiera banderita verde.
Que alguien se la busque.

DOS:
Alto a la destrucción.
Un momento.
Propongo un pacto general:
que se cultiven flores,
no jardines.

TRES:
Alguien dejó una flor de papel sobre mi mesa,
es linda y morada y verde, gracias.
Esperé una flor toda la vida,
y hoy, martes raspado de melancolía,
no sé de dónde, me ha llegado.
Pinche florecita de papel,
te quiero.

CUATRO:
De las horas más muertas que tenía
tú me sacaste al mundo
y me pusiste a cantar.

CINCO:
No tú dijiste nada
sino tu pelo y tus uñas y tus besos.

Por eso, pequeñita,
platito de arroz,
mientras mi corazón estaba seco
me levanté contento
a quererte con los pies y con las manos,
me levanté otra vez sonando mis tambores.

Dirás que no
pero hoy me levanté a quererte
y a que tú me quieras.


Alejandro Aura es fundamentalmente un hombre de teatro.

Nació en el Distrito Federal, el 2 de marzo de 1944.
Es poeta, narrador, dramaturgo, director de escena y guionista. Ha sido director y guionista de programas de radio y televisión y autor de varios de ellos como: Azul, En su tinta y Entre amigos. Ha dirigido también talleres de poesía, para instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Ha dado cursos de Teatro Clásico, Danza y Montaje Escénico.
Fue becario del Centro Mexicano de Escritores en 1964.

Bibliografía poética:
"Cinco veces la flor", en Poesía Joven de México (colectivo), ed. Siglo XXI, México, 1967.
Alianza para vivir, UNAM, 1969.
Varios desnudos y dos docenas de naturalezas muertas, Monterrey, Nuevo León, Poesía en el Mundo. 1971.
Volver a casa, Instituto Nacional de Bellas Artes/ Joaquín Mortiz, 1974.
Tambor interno, Casa de la Cultura del Estado de México, 1975.
Hemisferio sur, Papeles Privados, 1982.
La patria vieja, Universidad Autónoma de Puebla, Asteriscos, 1986.
Cinco veces, Secretaría de Educación Pública, 1989.
Poeta en la mañana, Fondo de Cultura Económica, 1991.


Safo de Lesbos

Safo de Lesbos

Ahora que mi hija mayor, Paulina, pasa estos días en Londres, me acordé de que allí compré hace mucho tiempo, una preciosa edición de los poemas (fragmentos), que se conservan de Safo. Era una pequeña librería griega. Los poetas griegos me llegan al corazón. Safo, claro está, y también los modernos: Kavafis, Seferis, Elytis.
Safo me atrapa precisamente por el laconismo de sus versos, por su contención; por su elegancia y por su melancolía.
Siempre he pensado que entre lo griego y lo mexicano hay una línea de unión, algo profundo que surge y que se siente, hondo, en el pecho y en la mirada.

*Se han sumergido la luna y las Pléyades, media
noche, pasan las horas y yo duermo sola.


* Sola, en alta rama, enrojece la dulce granada,
alto, en lo más alto, inadvertida a los recolectores.
No, no inadvertida, es que no pudieron alcanzarla.


*De nuevo, Amor me perturba.
Rastrero, incombatible, dulceamargo.
Para ti, Atis, es odioso preocuparte por mí
revoloteas hacia Andrómeda.

Me parece que igual a los dioses
es aquel joven que frente a ti
se sienta y escucha de cerca mientras
amable conversas.

* Sonríes, seductora. Sí, esto
aterra mi corazón dentro del pecho,
pues tan pronto te miro un instante,
como ya me es imposible decir una palabra,
pues mi lengua se desmaya: en seguida,
un fuego sutil irrumpe bajo mi piel,
nada veo con mis ojos, zumban
mis oídos,
se me esparce el sudor, un escalofrío
me apresa toda, estoy más pálida
que la hierba y me parece que
falta poco para morir.
Pero todo hay que soportarlo, pues Amor
es así.

*Amor zarandea mis sentidos, como el viento
en la montaña acomete a las encinas.



Una amiga mía, Raquel Colomer, me ha hecho llegar este poema suyo, cuyo aroma viene de Grecia, y me ha recordado a Safo:


Te amo y sólo encuentro de ti
El rumor infinito de tu silencio.
Aislada en la torre de una agonía
Deslumbrada por la violencia con que golpea el viento
la rama de un árbol de hojas rojas
Sueño contigo y pienso
Solamente en tu boca.

Desnuda, entro en mi cama
Con la certeza de tu ausencia.

De ninguna voz me llega ni un aliento.

Descubro, desolada,
El hueco de la almohada en una trémula
Vacuidad de corales hirsutos.

De nuevo, ansío tu voz.
Tu voz que calla.

Dos sonetos de Carlos Pellicer

Dos sonetos de Carlos Pellicer

Carlos Pellicer es un gran poeta al que he leído intermitentemente desde mis (ya ) lejanos doce años. Poeta y museólogo, fue un gran conocedor del arte y de la arqueología mexicanos.

Nació en Tabasco en 1899 y murió en México en 1977. Sus restos mortales reposan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Octavio Paz dijo de él: Gran poeta, Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin.

Algunas de sus obras: Piedra de sacrificios  (1924), Camino (1929), Hora de junio (1937), Ara virginum (1940), Recinto y otras imágenes (1941), Exágonos (1941), Subordinaciones (1948), Sonetos (1950), Práctica de vuelo (1956), Con palabras y fuego (1963). Su obra ha sido reunida por el Fondo de Cultura Económica (1981, ed. a cargo de Luis Mario Schneider).

Poeta luminoso, clásico y sensualista, aquí os dejo dos sonetos suyos.

 

Amor sin nombre

 

Amor sin nombre, ámbito destino

de ser y de no estar. Tu pronto asedio

sostiene mi dolor y anula el tedio

de copa exhausta o apretado vino. 

 

 

En un alto silencio, un aquilino

palmo azul de silencio, vivo. En medio

de la infausta paciencia de tu asedio

abro las jaulas y desbordo el trino. 

 

 

Por ti cuelgo coronas en los muros;

por ti soy más fugaz y en los maduros

soñares aligero tus canciones. 

 

 

Y te llevo en mi ser y has recogido

la actitud que en Florencias o Bizancios

consagra sus palomas al olvido.

 

 

 

 

 

Esta barca sin remos es la mía...

 

Esta barca sin remos es la mía.

Al viento, al viento, al viento solamente

le ha entregado su rumbo, su indolente

desolación de estéril lejanía. 

 

 

Todo ha perdido ya su jerarquía.

Estoy lleno de nada y bajo el puente

tan sólo el lodazal, la malviviente

ruina del agua y de su platería. 

 

 

Todos se van o vienen. Yo me quedo

a lo que dé el perder valor y miedo.

¡Al viento, al viento, a lo que el viento quiera! 

 

 

Un mar sin honra y sin piratería,

 excelsitudes de un azul cualquiera

y esta barca sin remos que es la mía.

When you are old and gray, de William Butler Yeats

When you are old and gray, de William Butler Yeats

Me estreno como ciber-rapsoda con este podscast y este poema de Yeats que solía recitarle a mi abuelita cuando yo era una niña de 14 años y ella una anciana gris y soñolienta.



When You are Old

When you are old and gray and full of sleep
And nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream of the soft look
Your eyes had once, and of their shadows deep;

How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true;
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face.

And bending down beside the glowing bars,
Murmur, a little sadly, how love fled
And paced upon the mountains overhead,
And hid his face amid a crowd of stars.

La traducción es:

CUANDO ESTÉS VIEJA

Cuando estés vieja y gris y soñolienta
y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.

Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia
y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,
pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina
y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.

E inclinada ante las relumbrantes brasas
murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo en las cimas de las altas montañas
y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.

Versión de Nicolás Suescún, que procede de aquí..

LLuvias torrenciales

LLuvias torrenciales

La interminable, espectacular lluvia de estos días en Catalunya, me ha recordado un poema de uno de los grandes poetas mexicanos, Rubén Bonifaz Nuño, también traductor, y durante muchos años, director de la Bibliotheca Graecorum et Romanorum Mexicana, magnífica colección de textos clásicos editada por la UNAM, en la que Bonifaz ha sido profesor e investigador.

FUEGO DE POBRES

Nadie sale. Parece

que cuando llueve en México, lo único

posible es encerrarse

desajustadamente en guerra mínima,

a pensar los ochenta minutos de la hora

en que es hora de lágrimas.

En que es el tiempo de ponerse,

encenizado de colillas fúnebres,

a velar con cerillos

algún recuerdo ya cadáver;

tiempo de aclimatarse al ejercicio

de perder las mañanas

por no saber qué hacerse por las tardes.

Y tampoco es el caso de olvidarse

de que la vida está, de que los perros

como gente se anublan en las calles,

y cornudos cabestros

llevan a su merced tan buenos toros.

No es cosa de olvidarse

de la muela incendiada, o del diamante

engarzado al talón por el camino,

o del aburrimiento.

A la verdad, parece.

Pero sin olvidar, pero acordándose,

pero con lluvia y todo, tan humanas

son las cosas de afuera, tan de filo,

que quisiera que alguna me llamara

sólo por darme el regocijo

de contestar que estoy aquí,

o gritar el quién vive

nada más por ver si me responden.

Pienso: si tú me contestaras:

Si pudiera hablar en calma con mi viuda.

Si algo valiera lo que estoy pensando.

Llueve en México; llueve

como para salir a enchubascarse

y a descubrir, como un borracho auténtico,

el secreto más íntimo y humilde

de la fraternidad; poder decirte

hermano mío si te encuentro.

Porque tú eres mi hermano. Yo te quiero.

Acaso sea punto de lenguaje;

de ponerse de acuerdo con el tipo

de cambio de las voces,

y en la señal para soltar la marcha.

Y repetir ardiendo hasta el descanso

que no es para llorar, que no es decente.

Y porque a la verdad, no es para tanto.


Rubén Bonifaz Nuño, Fuego de pobres, en De otro modo lo mismo, México, FCE, 1992.

Catulo, Carmen V

Catulo, Carmen V

Hace más o menos un año pinté este acrílico sobre papel, inspirada por uno de mis poemas favoritos de Catulo: el Carmen V . De los poetas clásicos, él, Propercio y Safo son mis preferidos. Y a ellos vuelvo cíclicamente. No olvidéis los Catulli Carmina de Carl Orff.

 

Vivamos, Lesbia mía, y amémonos
y las habladurías de los viejos más severos
nos importen todas un bledo.
El sol puede ponerse y salir;
tan pronto como se nos haya muerto esta breve luz,
tenemos que dormir una noche eterna.
Dame mil besos y luego ciento,
después otros mil, luego de nuevo cien,
después otros mil todavía, luego cien.
Después, cuando nos hayamos dado muchos miles,
los embrollaremos para no saberlos
y para que ningún malvado pueda aojarnos
cuando sepa que fueron tantos nuestros besos.

(Trad. Joaquín Albarreal Salas)

 

José Antonio Labordeta lee a Miguel Labordeta

José Antonio Labordeta lee a Miguel Labordeta


 

(Poema leído en el Congreso de los Diputados por Jose Antonio Labordeta con motivo de la comparecencia de Aznar sobre la posición del Gobierno ante el ataque a Irak).

Pleno, 5 de febrero de 2003

Mataos,
Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.
Invadid con vuestro traqueteo los talleres, los navíos, las universidades,
las oficinas espectrales donde tanta gente languidece.
Triturad toda rosa, hollad al noble pensativo.
Preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte…
Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas,
pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.
Asesinaos si así lo deseáis,
Exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
Que jamás asireís un fusil de bravura.
Asesinaos pero vosotros los inquisitoriales azuzadores de la matanza…

Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna,
Al campesino que nos suda la harina y el aceite,
Al joven estudiante con su llave de oro,
Al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo
Y al hombre gris que coge los tranvías
Con su gabán roído a las seis de la tarde.
Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos
Y entre todos aspiran a vivir : tan sólo esto.
Y de ellos ha de crecer
Si surge una raza de hombres y mujeres con puñales de amor inverosímil hacia
otras aventuras más hermosas.

José Antonio Labordeta , icono de mi juventud. Poeta, cantante, caminante, diputado de la Chunta hasta hace poco. Su voz grave en conciertos semiclandestinos que se hacían en parroquias (qué paradoja), me sigue sonando en los oídos. No por casualidad cantaba Labordeta a la Libertad (véase Stickam) en aquellos años aciagos. En este poema, su hermano Miguel , extraordinario poeta, desaparecido en el 69, había escrito lo que muchos sentimos en esos momentos dramáticos de 2003: ni más ni menos.

El puente Mirabeau, de Guillaume Apollinaire y Sophie Auster

El puente Mirabeau, de Guillaume Apollinaire y Sophie Auster

Uno de mis poemas favoritos, cantado por la hija del nuevo Príncipe de Asturias de las Letras, Paul Auster, a quien he dedicado varios artículos aquí. Sophie Auster (Desplegad menú de audio en mi Stickam, : es la 3), pone voz y música a este bello poema de Apollinaire:


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Sous le pont Mirabeau coule la Seine

Et nos amours

Faut-il qu’il m’en souvienne

La joie venait toujours après la peine

Vienne la nuit sonne l’heure

Les jours s’en vont je demeure

Les mains dans les mains restons face à face

Tandis que sous

Le pont de nos bras passe

Des éternels regards l’onde si lasse

Vienne la nuit sonne l’heure

Les jours s’en vont je demeure

L’amour s’en va comme cette eau courante

L’amour s’en va

Comme la vie est lente

Et comme l’Espérance est violente

Vienne la nuit sonne l’heure

Les jours s’en vont je demeure 

Passent les jours et passent les semaines

Ni temps passé

Ni les amours reviennent

Sous le pont Mirabeau coule la Seine

Vienne la nuit sonne l’heure

Les jours s’en vont je demeure

  

 Traducción de "Le pont Mirabeau" de Guillaume Apollinaire :

Bajo el puente Mirabeau corre el Sena

Y nuestros amores

Hace falta que me recuerde

La alegría venía después de la pena

Viene la noche suena la hora

Los días se van, yo me quedo 

Las manos sobre las manos quedamos cara a cara

Mientras que bajo el puente de nuestros brazos pasa

De miradas eternas la onda se enlaza  

Viene la noche suena la hora

Los dìas se van, yo me quedo 

El amor se va como esta agua que corre

El amor se va

Como la vida es lento

Y como la esperanza  es violento 

Viene la noche suena la hora

Los días se van, yo me quedo 

Pasan los días y pasan las semanas

Ni el tiempo pasado

Ni los amores regresan

Bajo el puente Mirabeau corre el Sena 

Viene la noche suena la hora

Los dìas se van, yo me quedo