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Pascal Quignard, La barque silencieuse

Pascal Quignard, La barque silencieuse

 

Este año se inicia la nueva temporada literaria en Francia con la publicación del último volumen (el sexto) de la serie que Pascal Quignard llamó Dernier Royaume (cuyo primer volumen recibió el prestigioso premio Goncourt en 2002). La obra salió a la luz el 3 de septiembre y ha llegado a mis manos en unos cuantos días. Se trata de una lectura que me ha proporcionado gozo estético y meditación sobre temas que son caros a Quignard y cuya preocupación comparto.

Desde el punto de vista del lenguaje, noto que en este sexto volumen Quignard ha simplificado la sintaxis, ha depurado el estilo, a veces barroco, de sus anteriores obras en busca siempre de pureza y verdad. Quignard explora los temas siempre partiendo del lenguaje (de ahí la importancia de la etimología), buscando el sentido verdadero. Un punto no baladí, ya que las palabras, como sabemos, no sólo muestran: también esconden sentido. Y saber exactamente qué quiere decir una palabra, que quiso decir en sus orígenes, nos lleva al origen mismo de nuestro ser como humanos, como en busca de nuestra verdadero lugar en el mundo, como aventureros de las palabras y su significado primero, aquel que hace la luz en el cerebro y nos lleva a la comprensión de un mundo que a menudo es tan evanescente, tan elusivo, tan engañoso que nos impide ver, ver de verdad y saber, saber de verdad qué estamos viendo, que estamos sintiendo, que estamos temiendo o deseando de la vida y de la muerte. Esta búsqueda nos lleva, de la mano de Quignard, a esa selva venturosa, donde encontramos el origen. Donde todo lo que no comprendemos adquiere por fin un sentido que revela una verdad que apenas hemos adivinado, pero que no hemos tenido entre las manos. Esta búsqueda es en sí misma la posibilidad de la felicidad en el ser. En el sí. En el mí. Hay vivos que no viven, pero quien lee tiene la sola posibilidad de vivir abandonando su ser en la lectura. Sin embargo, este privilegio no es para todos, porque leer es peligroso y sólo unos cuantos pueden atreverse a emprender esta aventura de dejar de ser para ser. 

Como todos sus textos, La barque silencieuse es una mezcla de ensayo, narrativa breve, poesía, etimología y filosofía. El tema central es la libertad y las variaciones sobre las que están tejidos sus mimbres son el nacimiento,  la muerte y el suicidio, el amor y el deseo, la religión y el ateísmo, el ruido y el silencio, la sociedad y la soledad. 

Qué duro resulta reconocer el mundo. Verlo con ojos nuevos. Y qué hermoso y terrorífico. Así son los mejores libros de Quignard: duros, hermosos y terroríficos.

Me imagino al escritor en su casa de Sens, escribiendo en esas octavillas incansablemente, recluido en su ensimismada búsqueda. Inagotable. Lo imagino como un ser obsesivo que a duras penas se desprende de su BIC, y que escribe mientras lee, todo el tiempo*. Porque Quignard escribe incansablemente en tanto que lee incansablemente. Y de sus lecturas surgen sus reflexiones, y de sus reflexiones surgen sus escritos. Y en sus escritos habitamos sus lectores tal como él quiere que habitemos: olvidados de todo, siendo ya nadie. Seres que suspendidos en las palabras ya no existen sino dentro de su libro, en sus palabras, paladeando cada frase, cada idea. Al menos por un momento, tal como indica en El lector , dejamos de ser para ser de otro modo, desapareciendo del mundo, evadiéndonos de él, sólo para existir mejor en él, más conscientes, en ese mismo mundo de las ideas que él recrea para nosotros. Es como en la mística. Se deja de ser para ser. Por eso leer a Quignard es exigencia pura de olvido y de dejación. Un no sé qué que quedan balbuciendo, dice San Juan. Pues eso.

La noción de creación no es otra cosa. Es la revelación de algo ya sabido pero no enunciado. Quignard enuncia y crea aquello que sabemos que existía dentro de nosotros pero no encontraba las palabras para ser. Y de ahí su grandeza. Pero claro, sus libros han de buscar a sus lectores. Una vez encontrados, libro y lector dialogan y susurran, en la soledad y en el silencio: Era esto, era esto ¡Eureka!

Editada primorosamente por Éditions du Seuil, el libro tiene la elegancia y la pureza que contienen sus páginas. Impoluta, no encontrarás una sola errata.

Como toda gran literatura, la obra de Quignard no puede encontrar otras palabras que las suyas. Es literal o no es. Así que ahí van algunos fragmentos, traducidos por mí. Pido perdón por los fallos.

Capítulo XXII

La comunicación separada y sagrada

 

(...) Quien tiene un secreto tiene un alma (...)

(...) Una escena desnuda o al menos vergonzante, misteriosamente nocturna, rodeada de linternas, rodeada de candelas, rodeada de luces, se busca en la lejanía del cuerpo que ella fabrica. Una no comunicación, que se aleja y se aparta de la comunicación debe ser preservada en el mundo atmosférico. Es una reserva animal, feroz, que jamás debe someterse al lenguaje, ni a las artes, ni a la comunidad, ni a la familia, ni a la confianza amorosa.

(...) El corazón de cada mujer, el corazón de cada hombre debe ser concebido como inexpugnable.

Es lo que a ningún precio debe ser descubierto por los otros, ni excitar su envidia, ni ser percibido por las otras fieras, por las aves, ni ser desnudado, ni ser devorado (...)

El libro abre el espacio imaginario, espacio él mismo originario, donde cada ser singular se reconduce a la contingencia de su fuente animal y al instinto indomesticable que hace que los vivos se reproduzcan.

Los libros pueden ser peligrosos pero es la lectura sobre todo, por ella misma, la que presenta todos los peligros.

Leer es una experiencia que transforma profundamente a aquellos que vuelcan su alma en la lectura. Hay que encerrar los libros verdaderos en un rincón porque los verdaderos libros son siempre contrarios a las costumbres colectivas. Aquel que lee vive solo en su ’propio mundo’, en su ’rincón’, en el rincón de su muro. Es por ello que solo en la ciudad el lector afronta físicamente, solitario, en su libro, el abismo de la soledad anterior en la que él vivió (antes de nacer) (...)

Sólo la letra colocada delante de sus labios puede atestiguar que su aliento ya no es (...)

Aquel que lee la letra ha perdido el ser, el nombre, la filiación, la vida terrestre.

En la literatura hay alguna cosa que resuena del otro mundo.

Una cosa que transmite un secreto.

(...)

El amor define este ’aquel’: la comunicación separada y sagrada, la vida secreta, la vida intensa apartada de la sociedad, de la familia, del lenguaje común. En la novela más bella escrita en Francia, La castellana de Vergy, el amor es descrito como la relación que excluye toda intervención de un tercero. Que excluye toda confidencia. Que impone el secreto de la guarida. Lo mismo pasa en la novela más hermosa escrita en Gran Bretaña, Cumbres Borrascosas. En la materia de Bretaña, los secretos no pueden ser revelados. Las confidencias del amor no pueden ser confiadas al aire sin invocar los desastres. Ellas deber ser reveladas solamente por escrito, sin caer en los oídos de nadie, deben ser ocultadas a la naturaleza y a todas las clases de la sociedad. 

’Por favor no deje de escribirme

aquello que su boca no osa decirme’.

 

(pp. 59-60,61,66)

Pascal Quignard, La barque silencieuse, Editions du Seuil, París, 2009 (Sexto volumen de la serie Dernier Royaume).

*Quignard en el documental A mi mots muestra su forma de trabajar: escribe sobre una tablita en la que engancha octavillas en blanco, y escribe con un BIC recortado (para que no sobresalga de la hojita). Con ese simple artefacto se mueve por el mundo, escribiendo siempre. Ni máquina de escribir ni ordenador.

 

 

 

4 comentarios

Gabriela -

Gracias Fer, abrazos.

fernando giucich -

Una excelente crónica, como de costumbre. Abrazos.

Gabriela -

Gracias por tu comentario, Pedro. Espero que pronto puedas leer la obra. Saludos cordiales.

piero -

La claridad del trazo de un blolígrafo bic la consigue desde su condición de orfebre de la palabra. La construcción del lenguaje creado le otorga un medio de comunicación del que es difícil sentir repulsa. Como la crítica que tenemos en esta página de su último libro. Una lupa para apreciar las rugosidades de las octavillas de Quignard. Sí, las octavillas de Quignard, otro trozo de trazo a seguir...gracias por continuar mostrando el camino...