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Vacaciones escolares, una propuesta de racionalización

Como (casi) todos saben, me gusta mi trabajo, pero debo decir que necesitaba desconectar. Mi trabajo, desde el punto de vista físico, no es cansado. Como máximo, subo y bajo escaleras y cruzo  varias veces el patio que separa un edificio 1 hacia un edificio 2. Comprendo bien que es infinitamente más cansado conducir un bus urbano durante 8 horas, y me siento una privilegiada social por no tener que hacerlo. Lo que no comprendo es el porqué están tan mal vistas las vacaciones escolares. La escuela produce, a profesores y alumnos, fatiga. A los alumnos, porque padecen un horario implacable: atención durante 30 horas semanales; a los profesores, porque debemos atraer esa atención durante 18 horas semanales a un auditorio variopinto, constituido por ese pequeño universo de seres con distintos niveles de inteligencia, de interés por los estudios, de educación y de cultura familiares; atención que varía según las horas del día ( no es lo mismo dar clase a las 8 de la mañana que a las tres de la tarde), y atención que uno se debe ganar minuto a minuto y que requiere una actitud alerta, un interés que no desfallezca, una creatividad incesante (pues no hay mayor enemigo de la atención que la monotonía), y todo eso produce fatiga emocional.

Nunca he comprendido por qué, en España, se tiene tan mala imagen de los profesores y especialmente, por lo que toca a las vacaciones. No lo comprendo porque los padres también se fatigan mucho, y tienen, algunos, la desfachatez de proclamarlo ante sus vástagos, tras una semana de tenerlos en casa.

Nuestra labor es muy delicada y cansa. Necesitamos renovarnos, desconectarnos de todas las exigencias que nuestro trabajo nos demanda. El calendario de vacaciones actual es tan imperfecto, tan dilatado, tan absurdamente católico...Nos obliga a esperar una Semana Santa que a veces llega cuando ya no podemos resistir más el aluvión de controles, reuniones de evaluación, de Departamento, de Pedagógica, y distribuye mal nuestros periodos de vacaciones.

Los padres trabajan, lo sabemos, pero ¿acaso no trabajan también los franceses? y sin embargo, sus vacaciones son racionales, mientras que las nuestras van por donde Dios manda (literalmente), siguiendo las fiestas de un calendario católico que no debería mandarnos nada, puesto que se supone que vivimos en un estado laico. Cuánto mejor sería tener libres una semana cada dos meses, y un mes en verano. Por supuesto que soy consciente de que en España hace demasiado calor en el verano, que deberíamos tener aire acondicionado en las clases para poder llevar esto a cabo. El estado se gastaría mucho dinero en ello pero creo que se ahorraría muchos fracasos. Deberíamos también hacer conscientes a los padres (que hasta ahora se piensan que la escuela es un aparcamiento de niños y adolescentes), de la necesidad de descansar en periodos más cortos y compensar eso con un mes de trabajo más en verano. Los padres anhelan acortar las vacaciones estivales, pero jamás se plantean, que yo sepa, hacer unas vacaciones bimestrales en vez de trimestrales. 

Cuando se plantea el tema de las vacaciones, la sociedad española tiende a menospreciar la fatiga emocional de profesor y de sus alumnos, y se despacha a gusto hablando de holgazanería o de privilegios. Tengo una amiga en Suecia, país en el que todos los padres deben dar quince días de clases al año. Yo propondría una medida similar. Que cada padre o madre hiciera una semana de clases en un grupo al que no fuera su hijo/a. Esta medida (que podría hacerse como crédito variable), sería perfecta para que la sociedad en su conjunto comprendiera nuestra necesidad de vacaciones.

Por supuesto, hablo utópicamente. Ningún padre, ninguna madre aceptaría. 

8 comentarios

Gabriela -

Querido Ferre,
sí, el tema de las oposiciones yo también me lo planteo como un problema muy gordo. Hay algunos profesores que no cumplen con sus obligaciones, bien porque no quieren o bien porque no pueden (algunos no mantienen el orden en sus clases por incapacidad o por carácter, cosa que los alumnos lamentan sotto voce). Algunos (no quiero decir muchos porque en mi Insti, este tipo de profesores son minoría, y no puedo generalizar), se sienten y son propietarios de unos derechos de por vida y no se mueven, ni se renuevan, ni se preocupan por mejorar o actualizar sus métodos de trabajo. Lo curioso, debo decir, es ue los padres no se movilizan si estos profesores aprueban a sus hijos, y sólo lo hacen cuando los suspenden, por lo que verdaderamente, el tema de la transmisión de conocimientos resulta en la realidad, muy secundario.
La oposición demuestra, en un momento dado, unos conocimientos, pero no una aptitud para enseñar. Se supone que eso lo juzgan durante el año llamado "de prácticas" en el que los jefes de departamento, la dirección y el inspector de turno aprueban a suspenden al profesor, pero una vez superado este obstáculo ( y realmente tienes que ser muy malo para suspender este año de prácticas), ya tienes la garantía del trabajo. Diez años después, o quince años después, nadie te juzga sino tú mismo. Y ahí, algunos colegas simplemente no rinden, no dan el ancho, como dicen el México. Es un tema que no se ha contemplado en todos estos años de reformas. Y no se contempla porque el estamento de los profes es un grupo de gente sin autocrítica, que tiende a echar las culpas a los padres, a los alumnos, pero que nunca se juzga a sí mismo con un mínimo de rigor. Todos los intentos en este sentido resultan baldíos. También hay un corporativismo salvaje, que impide que estos profesores puedan ser sancionados, u obligados a reciclarse, o simplemente, a cumplir con sus obligaciones. De ello resulta que siguen así por los siglos de los siglos. Un profe expedientado es una herida en el cuerpo de su Instituto, y por ello, esto se evita. La solución es cerrar los ojos, dejar hacer, dejar pasar y aprobar a todo quisque.
En cuanto a los cursos de reciclaje o de ampliación de conocimientos para el profesorado debo decirte que tales cursos ya se hacen durante el año escolar. generalmente, los miércoles, que los estudiantes no tienen tarde, los profes nos quedamos en el Insti para las diversas reuniones (de departamento, de nivel, de pedagógica o de claustro), y después se asiste a estos cursillos.

Ferre -

Yo estoy y no estoy de acuerdo. Me explico.

Sí que creo que las vacaciones son excesivas. Entiendo perfectamente que el desgaste es grande... pero no más que muchos otros profesionales en otros campos. Por poner ejemplos quizás un tanto radicales pero que reflejan lo que quiero decir, un minero, un pescador y un obrero que asfalta carreteras también sufren un gran desgaste, sobre todo físico. Por contra, un médico puede sufrir un gran desgaste psicológico (sobre todo si está en una unidad de las llamadas duras como son oncología, quemados,...). O asistentes sociales, por ejemplo.

Es decir, que suponiendo que cada profesión necesite más o menos vacaciones, habría que:

a) valorarlo en todas las profesiones, sobre todo cuando son empleos públicos, y

b) no sólo fijarse en las vacaciones, sino valorar el conjunto vacaciones + salario + horarios + cualquier otra contraprestación.

Por otra parte, lo que vería yo con buenos ojos, sería que un profesor, además de tener su mes de vacaciones reales, como todo hijo de vecino, disfrutara de otros períodos en los que no tenga que dar clase (coincidente con vacaciones de alumnos), pero que pueda emplear en otras cosas relacionadas con su trabajo: cursos de reciclaje, de nuevos enfoques, nuevas tecnologías, seminarios especializados en su materia de enseñanza, recopilación de información y creación de apuntes , fichas, colecciones de actividades o ejercicios, reuniones internas del centro para poner métodos en común o externas con otros para intercambiar experiencias. Todo ello propicia un descanso psicológico de las clases y los alumnos, a la vez que recarga pilas y conocimientos educativos.

Lo que sí que creo es que las vacaciones no es que están mal distribuidas, no... es que están pésimamente distribuidas. Ahí sí que estoy de acuerdo en un mayor equilibrio temporal, sin ninguna duda.

Por otra parte, y como apunta Antonio en el primer comentario, también existe el problema de las oposiciones y propiedad de la plaza, por ahora irresoluble en nuestro país. No es un problema particular del profesorado público, sino de todo el funcionariado. Y es que es muy difícil, por no decir, incompatible, entender cómo puedo valorar el mejor o peor desempeño de un profesional funcionario (sea profesor, médico, administrativo o conserje) si resulta que si es un mal trabajador es casi imposible tomar medidas efectivas, ya sean disciplinarias o salariales (a través de conceptos ligados a la productividad entendida como buen desempeño, no como "trabajar a destajo"). Esto lo veo todos los días, absolutamente todos los días, en mi trabajo y compruebo a mi pesar que ser mal trabajador no conlleva ni siquiera un toque de atención en la mayoría de los casos.

El problema no son sólo las oposiciones (un método que intenta ser lo más objetivo posible, importante en el caso de la Admón. Pública, pero que en la mayor parte de los casos creo que no cumple el objetivo de seleccionar al mejor profesional), sino en saber cómo valorar el trabajo real de los profesionales, de forma objetiva, y tener a nuestra disposición las herramientas legales para cambiar las cosas.

Saludos,

Ferre

Gabriela -

Estela, no creo que muchos de esos que critican nuestras vacaciones pudieran hacer nuestro trabajo con ilusión y entrega, como debe ser hecho. Por eso sería bueno que lo probaran. Quien sabe. a lo mejor descubrían alguna oculta vocación.
Saludos cordiales.

Gabriela -

Querido Fernando, ya ves, en España el profe está mal visto, por muchas razones y más sinrazones. Qué lindo tener una mamá maestra y haberlo compartido conmigo con este mini artículo.
Abrazos.

Gabriela -

Antonio, y sin embargo, el porcentaje de profesores sobre los que se podría escribir una novela picaresca es pequeño (al menos, por lo que conozco). Pero también me he preguntado muchas veces si el sistema de oposiciones no es, en el fondo, perverso. Porque hay personas que una vez ganada la plaza, hacen pooco o nada por renovarse. También llega un momento en que algunos colegas se aburren y simplemente, dejan pasar el tiempo. La prueba está en que algunos no consiguen (porque no quieren o porque no ven el propósito para hacerlo), coger el tren de las nuevas tecnologías, que tanto bien nos hacen, que tantas cosas nuevas nos permiten hacer en clase, para beneficio de nuestros alumnos.
Pero piensoq ue replantear las vacaciones nos ayudaría a todos ¿no crees?

Estrella -

¡Cuánta razón tienes! Lo que yo suelo hacer es animar a la gente que ve con malos ojos "la gran cantidad" de vacaciones que tenemos los profesores a que se dedique a la enseñanza, o a preguntarles por qué no lo hicieron en su momento. Me parece ideal eso que hacen en Suecia. Así, después de haber probado, pueden hablar por experiencia propia.

Fernando Giucich -

Nunca pensé de esa forma. ¿Será porque mi madre fué maestra parvularia en doble turno, por casi 40 años? Abrazos.

Antonio -

Quizá se debe a que algunos profesores siguen pensando en una situación de privilegio gremial, en una especie de halo de soberbia que los hace distintos del resto de profesionales. Muchos profes no entienden que las vacaciones son un derecho y están plenamente justificadas, que no tienen que avergonzarse de ello; y no lo entienden porque no saben que ese derecho exige también de ellos una responsabilidad: la de conocer las leyes educativas (que no leen) y velar por su cumplimiento (conmigo no va), mejorar día a día (olvidando apuntes polvorientos) y reconocer que no siempre los alumnos son unos vagos y unos maleantes (en mis tiempos...). Como no quieren aceptar esa parte de su oficio, siguen manteniendo vergonzosamente su condición de privilegiados por las vacaciones.
Qué vamos a hacer...