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El Hamlet de Blanca Portillo

El Hamlet de Blanca Portillo

En las Naves del Español (Paseo de la Chopera, 14, Madrid), ofrecen un espectáculo único.

A pesar de lo que suele creerse, Hamlet no es la obra más representada de Shakespeare (que es Ricardo III). Es una obra con muchos altibajos, difícil, con alusiones que ya no comprendemos (como las que dedica a la compañía de niños que arrasaba en su época y que lo privaba de espectadores), y con tantos subtemas (la locura, la corrupción, el incesto, la traición, lo sobrenatural presente en lo natural, el teatro y cómo representarlo, la muerte, la guerra). Y tremendamente larga (completa, su duración se acerca a las 5 horas y media). Además, es una obra en la que pasa de todo y no pasa nada en cuatro actos y medio, y sólo hasta el final se resuelve o se desata en violencia, casi por casualidad, llegando así a un desenlace casi precipitado, como el que también podemos observar en Otelo.

Hamlet desarrolla la historia de un alma atormentada, un alma juvenil, puesto que el príncipe no tiene ni 20 años. Un alma destruida por un dolor insuperable: el de saber que su tío ha matado a su padre de manera insidiosa y artera, vertiendo en su oído un veneno mortal para quedarse con su corona, con su reino y con su reina, la madre de Hamlet. El joven Hamlet se ve de este modo despojado de todo su mundo, de todo asidero . Privado de su herencia, de su madre y de su padre, de todo lo suyo. Hamlet cree  a su madre cómplice de la muerte del padre, pues con singular, desconsiderada presteza ha ido a calentar las sábanas del asesino. Desde el momento en que el fantasma del rey le cuenta la horrorosa escena del asesinato, Hamlet ya no puede amar. Ofelia pasa a ser enviada a un convento (aunque ella preferirá la muerte), porque en la vida del príncipe ya no caben más que un sentimiento, el dolor, y una actitud: la venganza, que es justicia. Pero ¿cómo llevar a cabo esa justicia? Esto lleva a la obra a la cumbre de la poesía y de la belleza del horror.

La puesta en escena de Tomaz Pandur en el espacio único de las Naves del Español, en el antiguo Matadero de Madrid cubierto con piscinas de agua y regado por la lluvia, nos transporta, hechizados desde la primera frase, hasta las tierras de Dinamarca. Frías, duras, perpetuamente húmedas. La genial actriz Blanca Portillo nos lleva, desde el momento mismo del inicio, a recorrer las húmedas y frías, duras facetas de su tortura. Blanca nos encierra en su alma, en el alma de ese Hamlet que encarna (ese Hamlet al que da carne y voz), y nos arroja a las sombras de esa alma juvenil turbada por el miedo al crimen,  alma que llega al crimen y que rechaza la luz por imposible. Es siempre de noche en Dinamarca y siempre nocturna el alma hamletiana. Qué fuerza y qué poderío tiene la obra. Hay un gran trabajo de adaptación (la escena de la calavera es elidida con un gesto), y el texto shakespiriano (formidable monumento vivo), late.  

Pero por encima de todo, esta puesta en escena nos ofrece a esta mujer esplendente que es Blanca Portillo que da VIDA, vida con mayúsculas, al ambiguo, iracundo, desesperado, doliente, solitario, dubitativo joven Hamlet.

Otras actrices han representado a Hamlet, desde Sarah Bernhardt, Nuria Espert, Fiona Shaw, Jesusa Rodríguez, pero dudo que ninguna de ellas (yo sólo vi a Nuria, siempre vociferante, y a Jesusa, en su momento), hayan podido conferir a este papel la furiosa, impetuosa rabia juvenil, el vivísimo dolor y desconcierto, la rebeldía ante el crimen con que Blanca encarna a Hamlet. 

No podemos olvidar que uno de los casi siempre insuperables problemas de la obra es la edad del príncipe (problema que también encontramos en Romeo y Julieta) . Blanca no se convierte, en escena, en ese joven: Blanca es Hamlet.  Sin artificio, Blanca es él a todo lo largo de la obra. Ella (él), es. Punto.

Es el milagro del  ARTE. Milagro ante el que yo (gracias al cielo), cobro vida al mismo tiempo que el texto. Gracias a otros, con otros. Emoción estética sólo comparable al éxtasis amatorio en su momento climático, pero más perdurable. Esta emoción estética perdura y fertiliza el alma. Horas, días, meses, años después, aún seguirá moviendo, conmoviendo esa voz, esa presencia escénica de la Verdad artística, esa frase: El resto es silencio...

11 comentarios

Jimena -

Hola,

Soy nueva por aquí y tengo que decir que me encanta este blog.
A quien le interese: hay un libro que me llamó la atención sobre tendencias culturales y es gratuíto.
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Algunas de las entrevistas que he visto en la web: a Edouard Rosci y Fabrice Penot, dos franceses que han creado un laboratorio de perfumes a la carta; a Martín Guixé, que diseña desde interiores hasta zapatos Camper; a Juan Amador, chef con 3 estrellas Michelín; a Jan Fabre, que hace teatro experimental; o a Jürgen Mayer, arquitecto alemán con algunos proyectos en España.

Gabriela -

¡Qué gusto verte por aquí, Estefanía!
Muchos besos

Estefania -

Que envidia! Que suerte que fuera tan buena y te gustara tanto =)
Dan ganas de ir y por unas horas formar parte del mundo de Hamlet.
Un beso y un gran abrazo
Nos vemos mañana
Estefania

gabriela -

¡Por fin ya tengo conexión!

as ketchup -

kjhadhvip friki

Blog de Libros -

Me encantó esta reseña!! Pongo link en mi próximo Lo mejor de la quincena.

Gabriela -

Seas muy bienvenido y gracias.

ossip -

Descubro hoy tu blog.Celebro tu amor por la buena literatura y la pasión con que la transmites. Has ganado otro fiel lector. Gracias y saludos

Gabriela -

Queridos amigos, gracias por los comentarios, siempre cariñosos.
Besos y que conste que sigo sin conexión.

isabelbarcelo -

Tu reseña está tan llena de pasión, como seguramente lo está la interpretación de Blanca Portillo. ¿Sabes qué he pensado mientras te leía? Que harías un maravilloso tandem con ella, porque tienes una fuerza extraordinaria para transmitir sentimientos - en este caso los tuyos ante la obra - y hacernoslos vivir. Un abrazo enorme, gabriela.

Fernando Giucich -

Una excelente crónica. Como para tomarse el primer vuelo. Espero que andes bien, abuela. Abrazos.