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Profesión

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Algunos de los problemas que tengo con los demás pueden deberse a que en el fondo, no respeto a mucha gente. No es que los desprecie, simplemente, no los respeto. En el ámbito profesional, como le decía ayer a un compañero a quien quiero mucho, a quien le debo mucho y a quien admiro, Joan Estarlich, no soporto a esos colegas que viven devorados por la rutina, repitiendo mil veces desde hace años los mismos conceptos, utilizando las mismas fotocopias, dejando los mismos ejercicios, haciendo las mismas lecturas, ajenos a las nuevas tecnologías y en general, inmunes a todo aquello que signifique un esfuerzo por renovarse, por entusiasmar a los alumnos.

 

Algunos profesores vienen al Instituto como si fueran a cumplir una condena.

 

Unos, porque se sienten demasiado 'divinos' para estar ahí. Piensan que saben demasiado y que sus alumnos, simplemente, no están a su altura. Renuncian entonces a transmitir eso que saben, no encuentran el sentido a su trabajo, deambulan cariacontecidos por los pasillos, no puedo imaginar su situación ni por qué son incapaces de comprender que los alumnos quieren saberlo todo. Nuestros alumnos están dispuestos a aprenderlo todo, a interesarse por todo lo que podamos enseñar. Pero, obviamente, para eso hay que amar lo que se enseña, hay que echar los restos, hay que mostrar la pasión que nos devora, lo que amamos: mostrarlo y darlo. Es así de simple.    

 

Otros se quejan continuamente ¿quejarse de qué, me pregunto? ¿no han escogido su profesión? ¿no son nuestros alumnos personitas educadas y encantadoras que se rifarían por cualquier Instituto de las cercanías de Barcelona? 

 

Sinceramente, un trabajo duro es estar 8 horas sentado en una cabina, conduciendo un autobús o un metro. Un trabajo duro es construir una calle, con el ruido, el traqueteo de las máquinas, el frío y el calor... El nuestro es un trabajo variado, cambiante, anti rutinario; un trabajo de comunicación, de relación, de interacción, de retroalimentación constante. Creo que pocos trabajos son tan estimulantes ( y conste que no hablo ya de las vacaciones, porque no quiero que me manchen el blog con la tomatada). 

 

Nuestro trabajo nos empuja a estar al día. Nunca se acaba lo que aprendemos de nuestra especialidad y de nuestros alumnos. Es un trabajo de constante regeneración mental y espiritual. Estamos en contacto con los jóvenes, con su inocencia, su pureza, su dolor, sus sentimientos, sus vivencias, sus angustias, sus anhelos, sus carencias, sus alegrías, sus ilusiones, su descubrimiento del mundo. Estar en contacto con ellos, revivifica.

 

Quien no se da cuenta de esto debería, sencillamente, dedicarse a otra cosa. 

 

 

 

 

 

7 comentarios

Gabriela -

Es una discusión inacabable. Ayer me di cuenta de que había olvidado mencionar al profesor-policía, ése que no dará muy bien sus clases ni tendrá controlado al grupo, pero vigila que todas y cada una de las normas (que como diría Bernhard son nacionalsocialistas en todos y cada uno de los colegios e institutos), se cumplan. Todo lo que sea vigilar las puertas, las entradas y salidas de los alumnos y de los profes, etc. es lo suyo. No le hables de su asignatura, que probablemente no sabrá mucho de ella, pero de puntos y faltas lo sabe todo.

En cuanto a la utilización de recursos informáticos, ay, Ferre, llorarías...
Y no sólo los viejos, ojo, los jóvenes profes tampoco las usan (por pereza o por ignorancia): la ley del mínimo esfuerzo.

Isabel, en pocas profesiones se puede hablar más y mejor, o menos y peor de la vocación que en esto.

Abrazos.

isabelbarcelo -

Lo que señalas sería aplicable a cualquier profesión, pero desde luego imprescindible en el campo de la enseñanza. Ojalá abundaran las profes como tú. Besitos.

Ferre -

Yo a más de uno lo pondría a asfaltar carreteras en pleno agosto en Castilla-La Mancha o Andalucía. Y con un jefe de obra cabrón. Iba a saber lo que vale un peine.

Al hijo de unos amigos le ha debido tocar la profesora de Física asaz inútil en lo de transmitir conocimientos (que le supongo tiene), porque he estado en caso de estos amigos en Levante una semana de vacaciones y le he tenido que dar clase un par de días antes del examen para ver si entendía siquiera algo. Ojo, el chaval es de buenas notas y, por si fuera poco, los compañeros pasan por igual trance en esta asignatura. Comprobé que apenas diferenciaba ciertos conceptos básicos (velocidad linear y angular, por ejemplo, o, por poner otro, les hacía aprender de memoria las fórmulas sin incidir en su deducción, herramienta más potente que la memoria en el caso de las ciencias). Lógico si explicas una cosa, no se te entiende y vuelves a explicarla "de idéntica manera".

Yo creo que un profesor puede basarse en un cierto esquema rutinario, pero sus explicaciones y los ejemplos que utiliza, incluso las inflexiones de la voz, los esquemas o dibujos, los experimentos, las herremientas informáticas, etc. debe ir refinándolas poco a poco según el resultado que vaya obteniendo, que en última instancia debe ser que la transmisión de conocimeintos del profesor al alumno sea lo más efectiva y completa posible. Y todo esto, además, debe ser dinámicamente adaptable según el/los alumno/s.

En fin, que de todo hay por esos mundos educativos.

Saludos,

Ferre

Gabriela -

A veces siento que debo decir estas cosas, aunque sólo sea por salud mental.

fgiucich -

Te lo digo con todas las letras: tu falta de respeto es perfectamente normal y no te debes reprochar en lo más mínimo. Los "divinos" y los que se quedan sin actualizarse en sus materias y profesiones, son como el aserrín que va dejando la madera. Abrazos.

Libro abierto -

Me contagias de entusiasmo, aunque no compartamos la misma profesión.

Antonio -

Completamente de acuerdo. Siempre lo diré: la mejor profesión para quienes aman enseñar y aprender, y la peor condena para quienes han llegado buscando solo un trabajo (estable, con vacaciones, etc.)