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Sabato y el ciego de las ballenitas

Sabato y el ciego de las ballenitas

Conocí a Sabato poco después de terminar mi tesina sobre Abaddón el Exterminador. Yo le había escrito, desconociendo su dirección, a Santos Lugares. La carta le llegó y me contestó: su carta no traía sello. Extrañamente, ambas cartas llegaron a sus respectivos destinos y cuando vino a España, me llamó. Nos encontramos en Madrid. Todavía conservo (creo), el borrador de la introducción de mi tesina, trufada con sus comentarios, con su minúscula e ilegible letra.
Un año después nos encontramos de nuevo, en Barcelona. Fue entonces cuando me llevó a casa de Mario Satz, donde nos contó una historia estremecedora.
Sabato se había inventado el personaje de un ciego que vendía ballenitas en un cruce de calles en el Informe sobre Ciegos de Sobre héroes y tumbas. Un dia, pasó casualmente por aquel cruce y vio a su ciego, vendiendo ballenitas. Estupefacto y aterrado, echó a correr, pensando que el ciego, como en su novela, lo perseguiría e intentaría matarlo.
Más tarde, ya en Santos Lugares, pensó que había tenido una alucinación y creyó o quiso creer que el ciego, el verdadero ciego, no podía existir.
Pero amigos y conocidos suyos le confirmaron su existencia.
Quienes escuchamos a Sabato esa tarde, en casa de Mario Satz, no dudamos ni un durante un segundo que Sabato había creado al ciego verdadero, y que el escritor había corrido un verdadero peligro al encontrárselo.
Porque, queridos todos, la literatura crea la vida.

N.B. Las ballenitas con unas láminas de plástico que se insertan en el interior de los cuellos de las camisas, para que no se arruguen.




6 comentarios

fgiucich -

Este anciano caballero que nos ha hecho sufrir con sus libros,tan necesarios para explorar el alma humana. Abrazos.

Gabriela -

Querido Antonio, en mis años veinte, Sabato fue una referencia para mí, tanto ética como estética. Hace mucho que no lo releo, pero creo que todavia podría reseñar sus tres novelas sin mirar una sola de sus páginas, tanto lo leí y tanto lo interioricé.
Un abrazo.

Antonio -

No sé qué tienen los autores argentinos que nos dejan siempre extraviados. Tu entrada tiene también ese aire impreciso y lleno de ensoñación. Gracias.

Gabriela -

Querido Luri, las palabras pueden matar. Lo sabemos (y esto no es un plural mayestático).
Abrazos.

Gregorio Luri -

No pude acabar "Abaddón el Exterminador", no porque no me gustara, sino porque me alteraba demasiado. Nunca he somatizado más la lectura de un libro. LO leía con el estómago. Y tuve que dejar de leerlo par poder comer en paz.
La literatura también quita la vida, Gabriela, y de muchas maneras diversas.

il parra -

Navegando por la red mi barca ha atracado en el puerto de tu blog. Felicidades, si quieres venir a visitarme…
Ciao