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Conmemoración de Gould

Leo a emejota, que me recuerda que el 25 de septiembre Glenn Gould cumplía 75 años. Coincidentemente, ese día estuve viendo y escuchando las Goldberg en el film de Bruno Monsaigeon (1981), aunque no recordaba el aniversario. La metamorfosis de Gould mientras toca, su inmersión en el mundo de los sonidos concretizados en sus manos, pero que le envuelven y le alimentan, es un espectáculo de fundición del ser con el todo que le alimenta como espíritu. La música se hace concreta y visible. Las notas adquieren colores y formas. Gould en una burbuja íntima, en una matriz sin líquido amniótico, puro feto flotante y nosotros, desde fuera, observando, sintiendo de refilón, la caricia.

Perdida ya la belleza física de sus inicios juveniles, Gould se convierte en una especie de fauno encorvado y extático, cuyas manos y rostro y ser están poseídos por la música de Bach. Sin él, siento que Bach habría muerto hace mucho.

La sillita que le hizo su padre le acerca al teclado como a un ara.

Los sonidos con que acompaña la música son el eco inexcusable de su estancia en parajes no terrenales. Para mí, la música de Gould es la música que toca más sus sonidos guturales y sus ta-ta-ta. Combinados, estos sonidos son otra cosa, que atañe a las entrañas de la música, al lleno sonoro absoluto y a su ausencia, a la habitación donde se comulga.

Oír y ver tocar a Gould es volver a estar sumergido en un medio acuático y espeso en el que la nada y el todo son olas de sonido y olas de silencio.      

2 comentarios

fgiucich -

Gracias, nuevamente, por enseñarme este intérprete. Abrazos.

adrmx -

Bastante interesante.
¿Me pregunto si alguien de 26 años y sin experiencia alguna puede llegar a tocar así?