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Hoy empieza todo, de Bertrand Tavernier. Una gran película sobre la educación.

Hoy empieza todo, de Bertrand Tavernier. Una gran película sobre la educación.

El cine francés nos ha regalado en los últimos años dos de las películas más sensibles, más hermosas y más verdaderas sobre la educación que yo haya podido ver y que aún pueden encontrarse en catálogo o en videoclubs: Hoy empieza todo (Ca commence aujourd’hui), de Bertrand Tavernier (1998) y Ser y tener, de Nicolas Philibert. Hoy os hablaré de la primera.

Tavernier, con un estilo seudo-documental, nos narra una de esas historias inolvidables por su autenticidad y por su denuncia. Sin maniqueísmo, sin pancarta. Con la colaboración inapreciable de guionistas, actores (magnífico Torreton), y el propio pueblo minero que le sirve de escenario.

Daniel Lefevbre es la voz narrativa, profesor y director de un parvulario en una ciudad depauperada del norte de Francia. Lefrevbre lucha denodadamente, acompañado de sus maestras y con la solidaridad de su pareja, contra una burocracia fría e incompetente que ve a sus alumnos y sus familias solamente como números y estadísticas. Los problemas que padece la periferia francesa descrita en el film de Tavernier son los mismos que podemos encontrar en ciudades españolas, italianas o en la ciudades industriales inglesas: el paro, el desánimo, el alcoholismo, el maltrato, la falta de un tejido social sólido o mejor dicho, solidario; las dificultades económicas que no permiten llegar a fin de mes, la falta de calor o de comida en sectores muy amplios del llamado Primer mundo. Y las víctimas de este falso estado de bienestar que son los niños y esas familias.

Lefrevbre es consciente de que los problemas del parvulario no provienen sólo de la falta de medios, de la incompetencia de las consejerías de educación y asuntos sociales.  La problemática de sus alumnos se extiende más allá, a las privaciones y las miserias que tienen que soportar, y aun así, él debe cobrar los recibos de comedor escolar a padres que tienen que comer galletas para llegar a fin de mes, debe hacerse cargo de dos niños cuando su madre, borracha, los abandona en el patio del colegio, debe intentar enseñar a sus niños en un clima de alegría y de comprensión, debe extremar las precauciones cuando descubre un caso de malos tratos y debe afrontar la ira de la familia del pequeño, furiosa por haberle sido arrebatada la custodia.

Al mismo tiempo, Lefevbre no puede eludir sus propios problemas personales: el infarto de su padre, que le hace cuestionarse de nuevo la (mala) relación que mantiene con ese hombre que solía pegale sin piedad cuando era pequeño, la resignación de una madre sacrificada en un matrimonio sin perspectivas, pero que ama la lectura y con la que se siente muy unido; la crisis adolescente que lleva al hijo de su pareja a cometer (precisamente en su parvulario), un delito de gamberrismo y de destrucción del poco material que tiene el centro escolar. A Lefrevbre le pesan cada vez más las constantes llamadas que debe hacer a Servicios Sociales para paliar las pérdidas, las presiones desde la inspección por su comportamiento poco ortodoxo, pero sobre todo, le pesará la muerte de la pequeña Laetitia y de su familia, vencida ante la desesperación. Todo esto le lleva a la crisis personal y a la idea de abandonarlo todo. Sin embargo, se imponen su fuerza y su energía, la necesidad de seguir luchando. Lefevbre asume que pertenece a una larga cadena de hombres y mujeres que han luchado durante siglos por sobrevivir en esa lejana y dura región minera. Y decide  que no puede hacer otra cosa que seguir esa lucha.

                                                                                                         

Cine necesario. Cine que nos narra las cosas de la vida y que nos hace reflexionar, tras la emoción. Cine de esperanza en medio de la desesperanza, de lucha y supervivencia que se erigen por encima de las terribles circunstancias que existen en una sociedad falsamente llamada del bienestar y que oculta, tras una fachada, estas verdades que Tavernier tiene la valentía y la sensibilidad de mostrarnos.

Dirección, Bertrand Tavernier; Intérpretes: Philippe Torreton, Maria Pitarresi, Nadia Kaci, Véronique Ataly, Francoise Bette; Guión, Dominique Sampiero,  Tiffany Tavernier, Bertrand Tavernier; Fotografía Alain Choquart;  Música Louis Sclavis; Montaje Sophie Brunet (Francia, 1998).

 

2 comentarios

Gabriela -

Cierto, a veces ocurren estos milagros en matrimonios que parecen imposibles como cine y verdad, sin que se crucen por el camino ni la demagogia ni la pancarta simplista. Es una de las mejores pelis de Tavernier, que es un cineasta irregular pero que cuando da en el blanco, hace diana...

Un fuerte abrazo, Ferre. Felices Fiestas.

Ferre -

Yo, que soy muy poco dado al cine cuyos únicos méritos son su posición social o política, por lo que creo tiene de manipulador y su cierta dejadez en cuestiones puramente cinematográficas, reconozco que alquilé esta película con prejuicio y también precuación por tener que soportar un posible sermón. Vamos, que le di al "Play" con temor.

Sorpresa, sorpresa. Todo lo contrario, me pareció fabulosa, con un interesante discurso para nada demagógico, que hacía uso del cine, en vez de ir "contra" él. Y a eso hay que añadirle, como bien dices, una intepretación de Torreton tan magistral como concentrada e inteligente; su historia compuesta por otras más pequeñas que conforman su quehacer cotidiano como responsable de que la educación florezca en un barrio abandonado por los políticos y preocupado por que los niños crezcan dignamente y no se pierdan en el abismo... consiguió que al final me emocionara.