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Jani

Jani Jani se preparaba para ir a la Preparatoria . Le preocupaba solamente una cosa ¿qué me voy a poner? Pero ésta no era una pregunta frívola, como puede parecer a primera vista, porque no era que Jani tuviera una armario tan repleto que no supiera elegir si la falda marrón, si el vestido burdeos, si la camisita a cuadros, si...porque Jani no tenía nada, absolutamente nada que ponerse. Nada que pudiera llamarse ni falda, ni blusa, ni vestido ni pantalón. Todo lo que tenía esa chica alta, morena, fuerte, de cabellos muy rizados, de aspecto casi africano, eran harapos. "Toda su ropa" era expresión hiperbólica, que definía sus magras posesiones. Porque a Jani hacía cuatro años que nadie le compraba nada. No había dinero. Sus zapatos estaban rotos. En las suelas había unos agujeros, y por más que varias veces se habían pegado, las puntas se desprendían inevitablemente cada poco tiempo. Pero a Jani eso no la amedrentó, ya que era una chica decidida. Bajó la escalera de madera que comunicaba su habitación con el resto de la casa, y de un montón de ropa usada y ropa vieja y ropa sucia, extrajo un vestido rojo, un vestido de raso brillante, que había sido de la madre. Un vestido de baile que no estaba roto, solamente muy viejo, y se lo puso. Y con ese vestido rojo se fue a la Prepa 6. Y así, con sus zapatos rotos y su vestido de raso rojo de fiesta de los años 50, la conocí yo a Jani.

Sonia Alejandra, qué nombre tan bonito...parece el nombre de una heroína rusa. Con estas palabras la recibí yo aquella mañana de nuestro ingreso en la Preparatoria. Me acerqué a ella por instinto, como me pasa siempre, que intuyo al gemelo, al hermano, a la hermana...Habíamos tenido una clase de Historia del Arte. Le habían preguntado si sabía qué obra famosa había pintado Leonardo da Vinci. Jani había dicho, Leonardo da Vinci pintó la Piedad. Mi manita de precoz amante del arte debió levantarse, presurosa y muy segura. Cuando la maestra dijo ¿alguien sabe en qué se equivocó aquí su compañera? yo, con mi dulce vocecita, respondí, Leonardo pintó la Última Cena, La Gioconda... La Piedad es una escultura, y es de Miguel Ángel.
Jani pensó ¡ Esta pendeja, hija de la guayaba !...Jani comenzó odiándome. Al poco de terminar la clase, sin embargo, ya éramos amigas. Ella medía 1.75 y era muy , muy, muy brava . Pero como todos, ese primer día de clase se había sentido intimidada al entrar a la Preparatoria de Coyoacán. Sonia entró allí desafiante, con su cuaderno, su lápiz y una goma de borrar. Cientos y cientos de jóvenes en los patios, y ella con su vestidito rojo de raso. Muchos se rieron de ella, pero ella les mentaba la madre, chinga a tu madre... otros, simplemente la miraban. Pero ella continuó caminando hasta llegar al aula del grupo C-106.
Desde ese día, Jani y yo fuimos amigas, aliadas. Aprendimos mutuamente la una de la otra.
Sonia o Jani se había criado en un barrio proletario, bueno, casi lumpen de la Ciudad de México: la Colonia Portales. Colonia de mala fama, de burdeles y cantinas, de atracadores y malvivientes. Cuando la visitaba, y eso lo hacía muy frecuentemente, tenía que ir pasando por encima de chicos desmayados, chicos inconscientes, chicos drogados. En el portal de su casa, ahí tirados, siempre había varios. Los de las pandillas eran amigos de sus hermanos: los famosos "Nazis" de la Portales. Pasaban con sus motos, nos saludaban. Jani vente a una fiesta, te traes a tu amiga, y Sonia, vete a la chingada, pendejo, yo no voy a tus pinches fiestas. Jani era muy suya.
Su madre tenía una tiendecita que era como del tamaño de un armario, en la que vendía hilos, agujas y forraba botones y cinturones. Se llamaba Teresa y se había casado con el papá de Jani, que no hacía nada , aparte de beber y pegarle, porque él había decido enamorarla después de que la hermana de Teresa le despreciara. Y siempre la discusión comenzaba rememorando esa historia, pues si yo ni te quería a ti, la que me gustaba era tu hermana.
Los padres de Jani, entre paliza y paliza, habían tenido muchos hijos: Rubén, Sonia mi amiga, Edison, Griselda, Mauricio, Ludivina. Vivían en ese terreno enorme, que alquilaban como desguazadero de coches, en una chabola de madera.
Yo nunca había visto antes una casa con el suelo de tierra, con las paredes de cartones y de maderas juntadas, con agujeros por todas partes. El "segundo piso", era el cuarto de Jani. Se subía allí con una escalera de mano de madera, como las de los albañiles. Estaba llenos de agujeros, por todas partes.
Una vez que me quedé a dormir, me quedó un ojo totalmente hinchado, porque el agujero de la pared daba justo en mi ojo... y se me resfrió. Fue graciosísimo, y Jani y yo nos reímos mucho cuando ella tuvo que coger las gafas negras de Edison para que yo pudiera ir a la Prepa. Porque con ese ojo hinchado... ya ve ¿cómo iba a ir?
Jani se ocupaba de sus hermanos, porque la madre además hacía títeres y los vendía en los mercados. Cuando cerraba la tiendita, se iba con sus muñecos a vender. Así que Sonia cocinaba, lavaba, planchaba y barría. Y por eso, cuando yo tuve a Paulina, ella de un escobazo lo ponía todo en orden, porque era una experta en labores del hogar hechas a mil por hora. Coser y cantar era arreglar mi casa para ella.
Cuando yo la conocí, la hermanita chiquita, Lidu, era una nenita de cinco años, rubita, preciosa. Sonia la llevaba siempre cargada en la cadera. Íbamos con ella de paseo por la Portales. Era muy chiquita, estaba enferma. Siempre se reía, pero no se sostenía casi sobre sus delgadas piernitas.El cuellito tan blanco le caía sobre el pecho, pero era una niñita feliz, que gorjeaba como un pajarito. No sabe cómo adorábamos a Lidu. Sonia le decía , mi muñequita, mi muñequita linda, mi reinecita, mi vida.
Rubén, el hermano mayor, ya hacía su vida aparte. Casi nunca lo ví. Edison era un pandillero. Se peleaba cada día. Venía sangrando, pero no se drogaba. Solamente fumaba marihuana, pero nada más. Edison tenía un espíritu curioso. Era un chico violento y a la vez hipersensible. Capaz de entusiasmarse por el arte o por la filosofía con un ímpetu que daba hasta miedo. En esos momentos, cuando tenía unos 14 años, se lanzaba como en picado hacia su perdición. Hacia allá iba, como casi todos los muchachos de la Portales, pero no contaba con Sonia, que detuvo su caída a base de encerrarlo, de pegarse con él, de llorarle, de suplicarle y de darle de bofetadas. Finalmente, Sonia consiguió sacar adelante a toda esa tropa. Todos se salvaron del destino que la Colonia Portales parecía tenerles preparado. Y fue Sonia solita quien lo consiguió. Porque ella...uf. Si hay alguien en este mundo fuerte, ésa es Sonia Alejandra Pérez Gómez.
Es la única mujer que he conocido, aparte de mi prima Paloma, a la que he admirado de verdad. La admiro a fondo, no solamente por su inteligencia tan aguda, tan agresiva, tan despierta, tan siempre buscando nuevas cosas que aprender, sino por su fuerza de carácter, porque ha podido con todo, como una mujer bíblica. Y porque una vez subida la cima del éxito, cuando era superjefa en la Subsecretaría de Pesca, se bajó de la montaña, porque no se reconoció. Se fue a Saltillo, compró un huerto y volvió a lo suyo, a los suyos, a aglutinar a su alrededor a los hermanos desperdigados por la República, y a cultivar sus manzanas, a tener sus abejas, a sacar miel. Volvió a su vida de pobre, pero rica en experiencias, en proyectos... Sonia, fue y es mi amiga. Y ella me enseñó que nada es demasiado difícil si se tiene valor en esta vida.
Por mi parte, le enseñé un mundo para ella desconocido. Cuando ella entró en el departamento de la Torre Tollán y vio aquel piano, y la alfombra, los cuadros. Era un piso modesto para mí. Para ella, un palacio. Allí le enseñé a escuchar la música: a Beethoven, a Mozart. Con Octavio fuimos a los conciertos, a los cines, a ver las películas que ella nunca habría visto. Le enseñé la poesía, le leí muchas obras, a Kafka, mientras se las leía a mi abuelita, a Lezama Lima, a Borges. La eduqué y ella me educó. Cuando me casé, ella venía, como le dije, casi diariamente a casa. Una vez le compré unas botas, porque sus zapatos estaban muy gastados. Para mí eso no fue importante y lo olvidé. Y hace unos años, cuando nos vimos, me dijo, ¿te acuerdas de las botas que me compraste? Nunca había tenido unas, todavía las guardo, fuiste para mí como una madre, como una hermana.Esas botas me hicieron feliz, me hicieron sentirme linda...
Cuando mi papá se fue a Acapulco, ella estaba viviendo en aquel piso okupado y me fui con ella. Recuerdo que yo me encerraba en el cuarto con Paulina porque había tanto humo, que sólo con respirarlo, ya te drogabas. El humo de la marihuana produce unos efectos espantosos, unos dolores de cabeza... una sensación muy desagradable. De pronto oí voces y salí, fui a la sala. Todos estaban asustados. Eran como las dos de la mañana. Y allí estaba Sonia, medio inconsciente, que me decía, adiós, Gaby, me voy... mira qué lindas las estrellas, me voy allá. Y me dio miedo, que se fuera a perder de verdad, por allá arriba, en un sueño narcótico. La llamé y la sacudí y bajó hasta mí. Volvió a la realidad. La abracé con tanta dicha como no puede imaginarse. ¡Qué sola me hubiera sentido sin ella!
Sonia estudió Biología y se especializó en Acuacultura. Mucho tiempo después, cuando yo volví a México, después de cinco años en España, iba yo caminando por la Colonia del Valle, iba de espaldas a ella, y ella pasó con el coche y me vio caminar, me vio de espaldas, le digo, y me reconoció. Bajó, nos besamos, nos reencontramos. Nos volvimos a hermanar. Sus aventuras son incontables. Sus negocios, sus proyectos, casi delirantes. Ella sola ha hecho y deshecho plantas de cría de langostinos en el desierto, se ha peleado con las mafias de allá...y les ha ganado, les ha dado miedo Sonia Alejandra. Es usted mucha mujer, le dijo uno de esos mafiosos, haga lo que quiera y váyase a ... Ha montado `plantas de piscifactorías en Michoacán, en Janitzio, en Pátzcuaro...ha cargado ella solita sus cajas de manzanas, ha cultivado su inmenso huerto ella sola, ha desafiado a las autoridades por no querer poner insecticidas del GATT. Ha desviado miles de litros de agua por segundo...En fin, es como un Hércules femenino...Ha tenido imprentas...ha escrito panfletos anarquistas...ha organizado escuelas infantiles para niños sin hogar...ha tenido varios amantes y a todos los ha dejado porque se le quedaban chiquitos, casi enseguida. Tuvo una hija con un español exiliado, y la tuvo ella sola y sola la crió. En fin. Mi amiga Sonia...
Le diré: Rubén es ingeniero agrícola, Edison, actor y escritor, Mauricio, músico y profesor del Conservatorio; Griselda, médico, y la pequeña Liduvina... es bióloga también.Va en su silla de ruedas, allá en la Baja California, se casó. Sigue tan linda con su melena rubia, tan dulce como siempre.
Finalmente, los padres de Sonia se divorciaron. Él comenzó una nueva vida, junto a una nueva esposa. Estudió inglés. Se convirtió en profesor de inglés en Chapingo, una universidad técnica que hay allá, de bastante prestigio... la madre puso un teatro de títeres. Se hizo bastante famosa. Viajó con su espectáculo hasta Europa. Una familia rara. Muy rara. Extraordinaria. Entre el frenesí de la locura y la genialidad. Gente con un entusiasmo casi patológico. Gente maravillosa que me gustaría que pudiera conocer. Porque si se lo cuento parece mentira... tendría que oír a Mauricio tocar... a Edi hablar del arte... haber visto esa chabola...para entender. Pero ellos existen. ¿No es maravilloso?

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