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Otelo

Otelo Por Gabriela Zayas

Por la noche, sigiloso, lo sentí abrir la puerta de la cámara donde yo yacía, ya trémula, esperando su abrazo.Estaba desnuda sobre la seda azul de las sábanas de Oriente. Vi brillar, a la luz de las velas, sus profundos ojos negros. Alcancé a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo. Sus dedos alrededor de mi cuello. Dejé escapar un ligero suspiro. Y comencé a disfrutar del mayor placer que jamás conocí. Tan hermoso fue, que no quise despertarme a pesar de que, en la lejanía, escuché que me llamaba desesperadamente.

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